MADRID, 16 Ene. (INFOSALUS) -
Todos necesitamos a lo largo de nuestra vida saber que contamos con personas de confianza a las que acudir y sentirlas cerca cuando surge una dificultad o un problema que requiere de apoyo, consuelo y orientación. Esta vinculación afectiva crucial da respuesta a una necesidad primaria del ser humano con repercusiones en su desarrollo cognitivo, físico y social.
Según explica a Infosalus María José Cantero, doctora en Psicología, profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Valencia y autora del libro 'Vinculaciones Afectivas' (Ediciones Pirámide), el apego es el vínculo afectivo que establecemos como respuesta a la necesidad básica de seguridad emocional, consuelo y protección y que nos hace buscar la proximidad o el contacto de determinada persona.
"El apego da respuesta a una necesidad emocional y afectiva básica del ser humano que le acompaña a lo largo de toda la vida. Todos necesitamos sentirnos queridos si no nos convertimos en extremadamente vulnerables", explica Cantero. Aunque la especialista señala que el apego seguro se da en entre un 65%-70% de la población, aún queda un porcentaje elevado que habría que reducir dadas sus repercusiones en la vida personal.
En el recién nacido y durante los primeros 12 meses de vida en los que el ser humano se encuentra en máxima indefensión y vulnerabilidad, la construcción de los primeros vínculos de apego posibilita un buen desarrollo emocional, cognitivo, social e incluso una buena salud física en el niño, ya que los estudios muestran que existe una mayor vulnerabilidad a la enfermedad en aquellos niños/as en los que la calidad del apego no es correcta.
"Nadie nace apegado a nadie, es una necesidad innata del ser humano el poder establecer estos vínculos. El bebé cuando nace necesita un tiempo para aprender a confiar en la disponibilidad y accesibilidad de su cuidador y establecer este vínculo afectivo de apego que se define entre los 9 y los 12 meses de vida".
La especialista acentúa que el vínculo de apego lo establece el menor respecto a su cuidador, padre o madre, mientras que el adulto genera un vínculo parento-filial con los pequeños cuya función es proporcionarle cuidados para garantizar su supervivencia y óptimo desarrollo.
Los estudios que han comparado a niños con un apego seguro y niños con un apego no seguro muestran que esta seguridad afectiva aporta mejores resultados en numerosos ámbitos del desarrollo. Así, estos niños muestran ventajas en el desarrollo cognitivo, el juego simbólico, características de personalidad más positivas, mayor empatía, autoestima y persistencia en la tarea, entre otras.
El avance en las investigaciones sobre la neurobiología del apego ha mostrado que las relaciones familiares son importantes para el desarrollo neurobiológico. "La importancia del entorno de cuidados en el desarrollo cerebral e inmunológico del bebé es clave. En los tres primeros años de vida del niño existe una mayor plasticidad neuronal que en el resto de su vida. Sin las condiciones relacionales adecuadas las estructuras cerebrales correspondientes podrían no desarrollarse de forma adecuada y repercutir en problemas de regulación emocional en años posteriores.
CÓMO ESTABLECER UN APEGO SEGURO
Según señala Cantero, se debería promover pautas de fomento de sensibilidad parental en los programas de salud y supervisión de la embarazada en un inicio, y en los primeros meses de vida del bebé después. Proporcionar pautas y asesoramiento sobre cómo ser sensibles ante los hijos y qué supone ser sensible en las distintas etapas de desarrollo del bebé y del niño pequeño ayudaría a promover apegos seguros.
"A los 3 meses de edad un bebé llora por necesidad, no puede manejar ese estado negativo y necesita que el adulto regule sus emociones y le permita salir de ese estado negativo que no es capaz de manejar por si solo. Ese estrés produce la secreción de cortisol, si no se atiende el llanto y se elevan sus niveles en sangre puede aumentar la vulnerabilidad a la enfermedad", apunta Cantero.
El bebé necesita un tiempo de relación para establecer la calidad de este vínculo que dependerá de la experiencia con su cuidador. La calidad del apego, si el apego es seguro o no, dependerá de si el cuidador es sensible al percibir e interpretar las señales del niño, si sabe adaptarse a sus necesidades y responder a ellas de forma adecuada.
"Es más fácil ser sensible ante un niño tranquilo que come y duerme bien en comparación quizá con niños más inquietos, irritables o que requieren mucha atención por presentar alguna discapacidad", señala Cantero. "Los padres sensibles son promotores de un apego seguro", concluye. La especialista apunta consejos básicos para ser sensible ante las necesidades del bebé y el niño pequeño y establecer así un apego seguro:
1. Atender las necesidades del bebé: hay que ajustar la respuesta a las necesidades del niño y estar a su lado cuando lo necesita.
2. Ser accesible: lo que supone estar disponible e interpretar las necesidades del pequeño de una forma adecuada.
3. Prevenir la inconsistencia: esto supone una coherencia en los cuidados al mantener la misma repuesta ante una misma conducta del pequeño o evitar atender en unos momentos sí y otros no.
4. No ser intrusivos: es lo que se refiere a un exceso de celo, hay que respetar al niño y atender sus necesidades reales, no estimularle en exceso porque esto puede provocar su posible evitación ante nuestras atenciones.
5. Adaptarse a los cambios evolutivos: hay que fomentar la autonomía del niño, lo que no significa no atender sus necesidades sino sentar las bases para su aprendizaje. "No se establecerá un apego más fuerte si hacemos todo por él", apunta Cantero.
Cantero concluye que son muchas las variables que intervienen en que los cuidadores sean y se muestren sensibles a las necesidades del niño como su personalidad, sus circunstancias económicas, la relación de pareja y en definitiva todas las variables del entorno más próximo que afectan al padre, madre o cuidador.
"El apego no supone que no existen límites, de hecho fijar límites es importante también para los niños pero es a partir del apego seguro cuando se pueden establecer las normas de acuerdo al temperamento y las características del niño y también decir que no", aclara Cantero.
ESTILOS DE APEGO Y SU REFLEJO SOCIAL
Cantero señala que existen cuatro patrones de apego asociados al cuidado que reciben los menores: patrón seguro, evitativo, resistente/ambivalente y desorganizado. "El estilo de apego supone desarrollar un modelo mental en de las relaciones que se manifiesta en nuestra esfera social", señala Cantero
En el patrón evitativo el niño reprime las conductas de apego como el contacto y la proximidad con el cuidador, algo que se deriva de cuidadores marcados por la frialdad emocional que rechazan el contacto físico o muy controladores e intrusivos. Los niños con apego resistente/ambivalente son muy dependientes y tienden a ser agresivos. Detrás existe un cuidado inconsistente y un entorno impredecible donde la agresividad se emplea por sus previsibles consecuencias.
El patrón de apego desorganizado es el que tiene unas consecuencias más graves sobre el niño ya que es fruto de un entorno disfuncional y extremadamente insensible. Es el caso de niños maltratados o con necesidades básicas que no son atendidas y cuya conducta termina siendo imprevisible debido a una inmensa inseguridad afectiva. La figura de apego suele tener problemas como adicciones o trastornos de salud mental que pueden llegar a requerir de una intervención institucional para proteger al menor.