MADRID, 2 Sep. (EUROPA PRESS) -
Investigadores de la Universidad de Carolina del Sur (Estados Unidos) han detectado que el tratamiento con antibióticos durante el primer año de vida puede aumentar el riesgo de desarrollar más adelante alguna alergia alimentaria, según datos publicados en la revista 'Allergy, Asthma & Clinical Immunology'.
Su trabajo utilizó datos del Medicaid del estado de Carolina del Sur de entre los años 2007 y 2009, y en ese periodo identificaron un total de 1.504 niños con alguna alergia alimentaria que fueron comparados con un grupo control de 5.995 niños que no tenían ningún problema de ese tipo, ajustando la comparación por fecha de nacimiento, sexo y raza.
En ese sentido, y tras ajustar también otros factores como el tipo de parto, el tiempo de lactancia materna, la edad de la madre, la presencia de asma o eczemas, y el consumo de medicamentos, los investigadores vieron que los niños que recibieron algún tratamiento antibiótico antes de cumplir un año eran 1,21 veces más propensos a desarrollar una alergia alimentaria.
Este incremento, según los autores, fue estadísticamente significativo y las probabilidades de un diagnóstico de la alergia alimentaria aumenta con el número de prescripciones de antibióticos que recibe el menor, con un riesgo 1,31 veces mayor con tres tratamientos antibióticos, 1,43 veces con cuatro y 1,64 veces con cinco o más medicamentos.
Además, vieron que la asociación más fuerte se produjo con los antibióticos de amplio espectro cefalosporina y sulfonamida, con un riesgo 1,50 y 1,54 veces mayor respectivamente en comparación con otros fármacos como la penicilina y los macrólidos.
Esta relación puede deberse a que la flora bacteriana del intestino es fundamental para el desarrollo de la tolerancia del cuerpo a las proteínas extrañas, tales como los alimentos, y los antibióticos se sabe que alteran la composición de la microbiotal intestinal.
En Estados Unidos se prescriben una media de 2,2 tratamientos al año con estos fármacos entre los 3 meses de vida y los 3 años, según datos de diferentes estudios, de ahí la necesidad de vigilar que en el primer año de vida se usen cuando realmente sean necesarios.
"Necesitamos mejores herramientas de diagnóstico para saber identificar a los niños que realmente necesitan antibióticos", ha reconocido Bryan Love, autor de la investigación.