MADRID, 16 Abr. (EUROPA PRESS) -
El tratamiento anticoagulante es una indicación frecuente en la práctica clínica, tanto en el área médica como en la quirúrgica. Estos son fármacos que impiden la coagulación de la sangre, evitando la formación de coágulos o impidiendo su crecimiento, de modo que reducen el riesgo de sufrir un ataque cardíaco, un accidente cerebrovascular y obstrucciones en las arterias y venas.
Concretamente, "están indicados para reducir la capacidad de coagulación de la sangre", explica a Europa Press el doctor Nicasio Pérez Castellano, presidente de la Sección de Electrofisiología y Arritmias de la Sociedad Española de Cardiología, quien recuerda que "su uso en la medicina data de hace mucho tiempo".
Por tanto, son ampliamente utilizados en la prevención y el tratamiento de las trombosis venosas profundas de extremidades inferiores, la profilaxis del tromboembolismo en la cardiopatía reumática y la fibrilación auricular, y en la prevención de la formación de trombos en las válvulas cardíacas prostéticas.
La coagulación de la sangre es un sistema biológico que tiene como objetivo mantener la sangre en estado líquido dentro de los vasos sanguíneos. Para su correcto funcionamiento es necesario que exista un adecuado equilibrio entre su activación y desactivación, dependiendo de este equilibrio el que las personas no presenten sangrados (hemorragias), o no se formen coágulos (trombos) en los vasos sanguíneos arteriales o venosos.
La incidencia de la enfermedad trombótica se incrementa con la edad y la existencia de factores de riesgo como son la obesidad, traumatismos, cirugía, cáncer, gestación, anticonceptivos orales, insuficiencia venosa crónica, la hipertensión arterial, diabetes, dislipemias, hábito tabáquico y la insuficiencia vascular coronaria y de extremidades etc.
Existen varios tipos de anticoagulantes que se utilizan en el manejo de estos procesos: heparinas y pentasacáridos, anticoagulantes orales e inhibidores directos de la trombina. Los más utilizados son las heparinas de administración intravenosa (heparina no fraccionada) o subcutánea (heparinas de bajo peso molecular) y dentro de los anticoagulantes el acenocumaro -un derivado de la cumarina, comercializado con el nombre de 'Sintrom'-.
Las heparinas se emplean en las fases iniciales del tratamiento, "normalmente de un modo puntual", mientras que "cuando éste debe prolongarse se utilizan los anticoagulantes orales", explica el experto que es cardiólogo en el Hospital Clínico San Carlos (Madrid).
HEPARINA, FÁRMACO CENTENARIO
La heparina es el medicamento anticoagulante y antitrombótico más usado en el mundo. Descubierta hace 100 años, actúa en el control de la coagulación de manera rápida, pero tiene una duración de acción corta si se compara con los anticoagulantes orales. "Normalmente, se utiliza para una anticuagulación puntual, sobre todo cuando queremos que el paciente coagule inmediatamente", explica el experto.
Los anticoagulantes orales tardan por lo menos 48-72 horas en alcanzar el efecto anticoagulante completo; si se necesita un efecto inmediato, se administra heparina de manera concomitante. Cuando se trata de una intervención quirúrgica su administración es intravenosa, en este caso se habla de heparina sódica.
La primera en usarse fue la heparina no fraccionada (HNF), utilizada para la prevención y el tratamiento de la trombosis durante varias décadas, ha sido sustituida por las de bajo peso molecular (HBPM).
Las heparinas de bajo peso molecular surgen como resultado de la depolimerización (fraccionamiento) química o enzimática de la HNF, dando lugar a moléculas más pequeñas. Al igual que las HNF actúan sobre la misma vía para producir su efecto anticoagulante; sin embargo, a diferencia de estas se unen menos a las células, se absorben mejor por vía subcutánea y tienen menor unión a proteínas plasmáticas lo que hace que solo requiera su administración 1 o 2 veces al día y que no requieran control de laboratorio.
"La heparina de administración intravenosa y se utiliza en enfermedades agudas, embolia de pulmón, infarto agudo de miocardio, cuando queremos hacer una ablación o cateterismo. Las subcutaneas (de bajo peso molecular) son muy importantes en el uso de paciente encamado, donde es importante que no se forme un coagulo que terminen en una embolia de pulmón", añade.
ANTICOAGULANTES ORALES
Especialmente el acenocumarol, más conocido como 'Sintrom', aunque también está disponible la warfarina (aldocumar). Estos fármacos actúan sobre la vitamina K, necesaria para que funcione todo el mecanismo de la coagulación. Se utilizan para la prevención a largo plazo de diversas complicaciones tromboembólicas. En cardiología su uso más frecuente es en la fibrilación auricular y en las valvulopatías (prótesis valvulares).
"La historia del 'Sintrom' es muy larga, primera mitad del Siglo XX, inicialmente se utilizaban como raticida, luego se vio que por sus propiedades anticoagulantes, se empezó a usar en medicina. A pesar de esta paradoja, este fármaco ha salvado muchas vidas, durante muchísimo tiempo ha sido el único fármaco anticoagulante, administrado por vía oral", explica.
El problema, advierte, es que tratamiento con anticoagulantes orales debe ser siempre controlado cuidadosamente. "Los niveles de anticoagulación que produce en el organismo son muy variables entre cada paciente e incluso en el mismo paciente", afirma.
Por este motivo, "no hay dosis estándar". La dosis se ajusta a cada persona después de hacer un análisis de sangre y diversos fármacos (amiodarona, omeprazol, carbamacepina, AINES, tiroxina, antibióticos de amplio espectro entre otros) o incluso el tipo de dieta puede tener interacciones (el efecto del anticoagulante se incrementa o disminuye), de ahí que sean precisos frecuentes controles para ajustar la dosis.
De hecho, añade, "en la práctica habitual se estima que uno de cada tres determinaciones no está en el valor ideal". "El problema es que si nos quedamos cortos en la dosis no estamos protegiendo lo suficiente al paciente, y, si nos pasamos, anticoagulamos demasiado, y lo que pueden producirse son hemorragias".
Estos inconvenientes, advierte el doctor, pueden evitarse con los nuevos anticoagulantes orales (NACOs) que "son tan efectivos pero más seguros y, sobre todo, más cómodos de tomar, sin tantas oscilaciones en los nieves de coagulación".
"En los próximos cinco años veremos que se van a ir usando más, y no sé si en cinco años pero en alguno más, probablemente, veamos indicaciones de anticuagulación en pacientes con riesgo embolico aunque no tengan la fibrilación auricular, porque el peso de los factores de riesgo puede ser desencadenante para una embolia", concluye.