MADRID, 8 Dic. (EUROPA PRESS) -
Una investigación dirigida por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Yale, en New Haven, Connecticut, Estados Unidos, demuestra que las personas que tienen creencias negativas sobre el envejecimiento son más propensas a poseer cambios en el cerebro asociados con la enfermedad de Alzheimer.
El trabajo sugiere que la lucha contra las creencias negativas sobre el envejecimiento, como que las personas de edad avanzada son decrépitas, potencialmente podría ofrecer una manera de reducir el rápido aumento de la tasa de la enfermedad de Alzheimer, una patología neurodegenerativa devastadora que causa demencia en más de 5 millones de estadounidenses.
El estudio, dirigido por Becca Levy, profesora asociada de Salud Pública y de Psicología de Yale y publicado este lunes en 'Psychology and Aging', relaciona los cambios cerebrales vinculados con la enfermedad de Alzheimer a un factor de riesgo psicosocial basado en la cultura.
"Creemos que es el estrés generado por las creencias negativas sobre el envejecimiento que las personas a veces interiorizan de la sociedad lo que pueden dar lugar a cambios cerebrales patológicos --dice Levy--. Aunque los hallazgos son preocupantes, es alentador darse cuenta de que estas creencias negativas sobre el envejecimiento pueden mitigarse y que se pueden reforzar las creencias positivas sobre el envejecimiento, por lo que el impacto negativo no es inevitable".
Los autores examinaron a sujetos saludables sin demencia del 'Baltimore Longitudinal Study of Aging'. Sobre la base de imágenes de resonancia magnética, encontraron que los participantes que tenían creencias más negativas sobre el envejecimiento mostraron una mayor disminución en el volumen del hipocampo, una parte del cerebro crucial para la memoria. La reducción del volumen del hipocampo es un indicador de la enfermedad de Alzheimer.
Después, los investigadores usaron autopsias cerebrales para examinar otros dos indicadores de la enfermedad de Alzheimer: placas amiloides, que son grupos de proteínas que se acumulan entre las células cerebrales; y ovillos neurofibrilares, que son hebras retorcidas de proteínas que se agolpan dentro de las células cerebrales. Los participantes con creencias más negativas sobre el envejecimiento poseían un número significativamente mayor de placas y ovillos.