MADRID, 29 May. (EUROPA PRESS) -
Expertos han mostrado su preocupación por el aumento de la incidencia de los trastornos alimentarios, tales como la bulimia (que afecta a entre el 3-5% de la población), la anorexia (1-3%) o la ingesta compulsiva o "atracones" (2%), y por el hecho de que cada vez se den a edades más tempranas, en torno a los 11-12 años.
Así lo ha aseverado la psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid Marina Díaz Marsá en el marco del VII Congreso de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (ASEPP), celebrado recientemente en San Sebastián, donde han recordado que estos trastornos son más frecuentes en mujeres (97% del total de casos).
"Sucesos traumáticos, accidentes, fracasos escolares y vitales, estrés, ansiedad, culto al cuerpo, presiones sociales, familiares, son solo algunos de los factores que pueden desencadenar un trastorno de la alimentación", ha reconocido esta experta, que considera clave conocer el origen para erradicar el problema y evitar recaídas.
Para esta experta, no obstante, no existe un desencadenante único sino que son el resultado de la combinación de varios factores biológicos, psicológicos y sociales.
Por un lado, se ha demostrado que las alteraciones del neurotransmisor serotonina influyen en la conducta alimentaria, de igual manera que las alteraciones biológicas responsables de la impulsividad; mientras que las alteraciones del eje hipotálamo hipofisario suprarrenal que maneja el estrés también podrían tener su papel, así como las alteraciones del sistema inflamatorio.
Además, esta experta advierte de que hay que estar atentos a algunos síntomas que pueden alertar de su aparición, tales como alteraciones en la ingesta, pérdida constante de peso ingesta selectiva de alimentos.
"En el caso de las adolescentes, no quieren sentarse en la mesa con los familiares, tienen una excesiva preocupación por la imagen corporal, se vuelven más irritables y tendentes al aislamiento", asegura la doctora Díaz Marsá.
SOLO UN TERCIO LOGRA SUPERAR EL PROBLEMA
Normalmente un tercio de las afectadas consigue superar el problema, otro tercio se mantiene más o menos estable con posibles recaídas y el último tercio cronifica la enfermedad.
El tratamiento que reciben estas pacientes es médico y consiste en recuperar la normalidad nutricional, realizar psicoterapia destinada a resolver conflictos, planificar objetivos vitales y mejorar autoestima. Además, a menudo es necesario instaurar tratamiento farmacológico para tratar la labilidad emocional, la ansiedad y la depresión, la impulsividad y los pensamientos obsesivos "que impiden que la paciente avance".
La cronificación de la enfermedad tiene serias consecuencias para la calidad de vida de las afectadas puesto que, como reconoce Díaz Marsá, "su única motivación reside en el peso y en la comida, por lo que tienden a perder su vida social, personal, familiar y laboral, así como todos sus objetivos vitales y personales".
La terapia en este tipo de pacientes consiste en ir recuperando su vida, consiguiendo logros a corto y largo plazo que no tengan que ver con el peso ni la nutrición. "Que hagan algún curso, alguna actividad, que se replanteen lo que quieren ser. Es nuclear tratar todos los aspectos colaterales, ya que pueden estar tratadas y tener bajo control la anorexia, pero es fundamental para su recuperación recomponer los aspectos laborales académicos, de ocio, etcétera", ha apuntado.