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MADRID, 9 Abr. (Ifosalus/EP) -
Los trastornos del lenguaje engloban una multitud de aspectos que pasan por cuestiones como la comprensión, la producción, la gestualidad, la socialización o el habla de los niños. Para identificar posibles anomalías es necesario conocer el proceso de adquisición normal del lenguaje y sus diversas etapas.
Según explica a Infosalus Victor Acosta, presidente de la Asociación Española de Logopedia, Foniatría y Audiología (AELFA), hay que distinguir con claridad entre los distintos componentes afectados en los trastornos del lenguaje como el habla, la gramática o el vocabulario y los procesos como la comprensión o la expresión. De ahí la importancia del diagnóstico diferencial que tiene que realizar un profesional acreditado.
Los problemas en el lenguaje pueden ser síntomas secundarios de algún trastorno general del desarrollo como el autismo o el síndrome de Down, pero existe un grupo de niños en los que a lo largo de su crecimiento normal pueden aparecer problemas específicos de adquisición del lenguaje. En este último caso, el más común, el espectro de problemas es amplio, generalmente se identifican tarde y generan controversia sobre cuándo intervenir con un tratamiento.
Dentro de este grupo el diagnóstico es complejo, incide Acosta, ya que en la mayoría de los casos el niño con problemas en el lenguaje suele tener déficits mixtos que combinan expresión y comprensión. En este último ámbito, aunque existen pruebas baremadas para detectar los retrasos en la comprensión, el problema únicamente sale a la luz cuando el niño se enfrenta al aprendizaje de la lectura.
El especialista señala que entre el nacimiento y los 6 años se produce un periodo de extraordinaria plasticidad cerebral. Los trastornos del lenguaje son dinámicos y pueden mejorar o resultan falsos positivos pero "esperar es una mala política" porque la recuperación muchas veces es ilusoria, apunta Acosta.
En este sentido, el experto apuesta por la intervención precoz o temprana con independencia de la edad del niño siempre que existan retrasos, por ejemplo en el habla, pues esperar al momento de la lectura complica el pronóstico y siempre tiene consecuencias globales en el proceso de aprendizaje del menor. "El español es una lengua transparente en la que existe una alta correlación entre cómo se habla y cómo se lee", aclara.
Los hitos del desarrollo
Conocer las etapas del desarrollo del lenguaje en los niños ayudará a los padres a identificar posibles anomalías o retrasos. Así, Acosta señala a Infosalus los principales aspectos que deben observar los padres en el desarrollo comunicativo de sus hijos:
* Primer año y medio de vida: durante este periodo los bebés emplean estrategias cada vez más sofisticadas para comunicarse con los padres. De los llantos más iniciales se pasa a las sonrisas como reclamo, los gorjeos, la anticipación gestual ante los primeros juegos (cucú-trastrás) y al juego con los sonidos a través de secuencias sonoras. Éstas incluyen primero a las vocales para después progresar al uso de consonantes y más tarde combinar ambos elementos. Es momento para los primeros juegos, intercambios comunicativos y la socialización de los bebés. Si al año y medio el niño sólo usa vocales es el primer síntoma de que algo no va bien.
* Entre los 18 y los 24 meses: es una etapa muy importante porque los niños ya comienzan a usar palabras. A esta edad emplean varias palabras y empiezan las primeras combinaciones de dos palabras que constituyen ya los inicios incipientes de la sintaxis. La falta de combinación de palabras es un marcador clínico claro de que el niño es candidato a sufrir un trastorno del lenguaje.
* De los 2 a los 4 años: es la etapa de la explosión lingüística, en la que se emplea cada vez más vocabulario y que permite que de un mes para otro los niños puedan aprender a realizar oraciones simples (sujeto, verbo y objeto).
* A partir de los 4 años: la construcción del lenguaje oral es más elaborada y a los 5 años ya existe una complejidad que les permite contar experiencias y narrar pequeñas historias.
Según señala Acosta, a partir de los 3 años existen ya instrumentos de evaluación del lenguaje potentes que permiten detectar problemas de producción y comprensión. En esta etapa es clave que el niño tenga interés por comunicarse y que se sucedan de forma normal los hitos del desarrollo del lenguaje: construcción de vocabulario, combinación de palabras, explosión lingüística y frases cada vez más elaboradas.
Expresión, comprensión y articulación
En los trastornos del lenguaje pueden intervenir la expresión y la comprensión y combinarse con problemas del habla. En lo que se refiere al lenguaje expresivo se examinan aspectos como las dificultades en la elaboración de frases simples, para narrar una historia, conjugar verbos o utilizar derivaciones de palabras (pan, panadero, panadería).
En cuanto al ámbito de la comprensión es posible que los problemas pasen inadvertidos en el niño hasta que se presenta la etapa de la lectura y se manifiesten con claridad en el ámbito del lenguaje oral y escrito. Son los más difíciles de diagnosticar y para hacerlo se utiliza como herramienta las narraciones y las imágenes visuales que aparecen en los cuentos infantiles.
En la mayoría de los casos los padres acuden a la consulta del logopeda por problemas articulatorios en el habla. Éstos pueden tener una base neurológica u orgánica como una disfunción o una anomalía cerebral en las regiones asociadas al desarrollo del habla o bien defectos físicos en los órganos periféricos como la lengua, la mandíbula o los dientes.
Cuando el componente no es orgánico sino funcional se hablaría de dislalias, apunta Acosta. Estos trastornos funcionales se derivan de aspectos como una mala coordinación de los órganos que intervienen en el lenguaje, mala respiración, tensiones o nervios o un contexto socioeconómico en el que existen incorrecciones en el lenguaje. Todos estos aspectos tienen un mejor pronóstico y se recuperan bien.
Los trastornos del habla se dividen a grandes rasgos en los articulatorios de fácil detección basados en problemas como la pronunciación (el niño dice 'cado' en vez de 'carro') y aquellos que pasan más inadvertidos en los que no hay problema de articulación pero en los que el niño habla mal.
En este último caso se pueden sustituir fonemas (se dice 'tole' en vez de 'cole'), se cambian sonidos y se asimilan sonidos que pueden afectar a sílabas o palabras ('chocholate' en vez de 'chocolate') o según la posición del fonema éste se pronuncia o no ('catillo' en vez de 'castillo').
Tratamiento
Todos estos problemas, señala Acosta, se pueden mejorar si existe un ambiente adecuado en la clase del niño, si su profesor actúa y emprende actividades que ayuden a corregir estos problemas y si después en casa se sigue apoyando al niño a través de una corrección adecuada. Pero todo ello supone un amplio margen de variabilidad en el que los dispares resultados aconsejan la intervención de un especialista.
Acosta señala que los tratamientos del lenguaje son largos y que se debe verificar en el niño los avances conseguidos. En muchos casos, cuando los padres ven una progresión positiva rápida abandonan el tratamiento, lo que da lugar a que los problemas se vuelvan a presentar.
El especialista señala que aunque es difícil establecer un patrón de actuación genérico, puesto que depende del problema y del niño, existen casos en los que los trastornos en el habla funcional (dislalias) se pueden corregir en dos o tres sesiones semanales durante dos o tres meses.