MADRID, 13 May. (EUROPA PRESS) -
Sufrir disfunción del tiroides se asocia a un incremento de la morbilidad, deterioro del perfil lipídico y un aumento del riesgo de enfermedad coronaria y de mortalidad cardiovascular, señalan desde la Sociedad Española de Bioquímica Clínica y Patología Molecular (SEQC), que advierte de que se estima que casi un 7 por ciento de la población europea sufre una disfunción tiroidea sin saberlo.
"Considerando la alta prevalencia de esta patología, así como su importancia para los Sistemas de Salud Pública y el impacto en la sociedad de estas enfermedades, hemos de actualizar, conocer, difundir y mejorar nuestro conocimiento en este campo para poder realizar el diagnóstico y seguimiento de esta patología de la forma más eficiente", ha explicado la doctora Pilar Mª Sánchez en las XIV Jornadas del Comité Científico de la SEQC.
Las consecuencias de sufrir una disfunción tiroidea, aun siendo ésta subclínica, no deben ser banalizadas. A pesar de ello, "no existe consenso sobre la conveniencia del cribado en la población general", aunque diferentes sociedades científicas y grupos de expertos aconsejan el cribado en grupos poblacionales específicos, como en mujeres gestantes, mujeres mayores de 35 años o en pacientes de edad avanzada.
PERFIL Y SÍNTOMAS
La incidencia de disfunción tiroidea afecta en mayor medida a las mujeres, en las que se estima una incidencia de 420 casos por 100.000 al año frente a los 85 casos por 100.000 al año en hombres. Por tanto, dado que la enfermedad tiroidea aumenta también con la edad, quienes tienen mayor probabilidad de sufrirla son las mujeres y, sobre todo, por encima de los 40 años. Asimismo, circunstancias como el embarazo, también aumentan la probabilidad de padecerla.
La disfunción tiroidea puede manifestarse en forma de numerosos signos y síntomas (depresión, infertilidad, hipercolesterolemia, etc.). Según han explicado, di se pregunta a los pacientes sobre los síntomas que han padecido, es de resaltar que la mayoría presentan cansancio, cambios de humor, depresión, falta de atención y alteraciones en su vida familiar y social; por tanto, "es una patología que suele presentar una sintomatología poco definida".
También hay que tener un mayor control durante la gestación, ya que se producen una serie de cambios fisiológicos en la mujer, que para el tiroides suponen un estado de estrés, de modo que se tiene que estar ajustando permanentemente a las diferentes necesidades surgidas a lo largo del embarazo. Así, durante la gestación, el tejido tiroideo necesita secretar un 50% más de hormona tiroidea que en la mujer no gestante.
"En este sentido, el cribado de la disfunción tiroidea en el embarazo es un tema especialmente controvertido actualmente. En función de los datos disponibles en cuanto a la repercusión que puede tener la patología tiroidea en relación a las complicaciones obstétricas y al desarrollo neurocognitivo del feto se ha alcanzado un consenso para el cribado de la enfermedad durante la gestación, pero no hay unanimidad respecto a si debe ser un cribado universal o dirigido a una subpoblación de mayor riesgo. Donde sí hay consenso es en el cribado del hipotiroidismo neonatal", explican.
¿CÓMO DIAGNOSTICARLA?
Ante la inespecificidad de los signos y síntomas que acompañan a la disfunción tiroidea el diagnóstico es, en la gran mayoría de los casos, dependiente de los resultados del análisis de sangre en el laboratorio. En este sentido, el laboratorio clínico juega un papel clave en el diagnóstico de la enfermedad tiroidea.
Los métodos para medir la concentración de hormonas tiroideas y de la TSH (hormona estimulante de la tiroides) han sufrido una gran evolución, tanto en la tecnología como en los sistemas de medida, haciéndose cada vez más robustos y rápidos.
También se han ido perfeccionando los protocolos de diagnóstico y seguimiento para hacer el diagnóstico bioquímico de la enfermedad más eficiente y adaptado a las diferentes situaciones fisiopatológicas, como la infancia, la gestación, el puerperio, o la sospecha de hipotiroidismo secundario.
Un análisis de sangre, barato y sin efectos secundarios para el paciente, es suficiente para conocer la concentración de TSH y de hormonas tiroideas y evaluar la función tiroidea del paciente. Por su parte, los resultados obtenidos por inmunoanálisis, que son los métodos más empleados en los laboratorios clínicos, son en general adecuados. Sin embargo, no están exentos de interferencias, a la vez que las concentraciones obtenidas deben ser interpretadas en función del contexto clínico del paciente.