MADRID 27 Ago. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio, dirigido por expertos en salud mundial de la Universidad Northwestern y la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill (Estados Unidos), revela que más de la mitad de los adultos encuestados en todo el mundo esperan sufrir daños graves a causa del agua que consumen en los próximos dos años.
Debido a que las percepciones moldean actitudes y comportamientos, la desconfianza en la calidad del agua tiene un impacto negativo en la salud, la nutrición y el bienestar psicológico y económico de las personas, incluso cuando el agua cumple con los estándares de seguridad, resalta el estudio publicado en 'Nature Communications'.
"Si pensamos que nuestra agua no es segura, evitaremos usarla", dice Sera Young, profesora de antropología y salud global en Northwestern y autora principal del nuevo estudio. "Cuando desconfiamos del agua del grifo, compramos agua envasada, que es extremadamente cara y perjudicial para el medio ambiente; bebemos refrescos u otras bebidas azucaradas, que son perjudiciales para los dientes y la cintura; y consumimos alimentos preparados altamente procesados o vamos a restaurantes para evitar cocinar en casa, lo que es menos saludable y más caro", declara Young.
"Las personas expuestas a agua no potable también experimentan un mayor estrés psicológico y corren un mayor riesgo de depresión", añade.
Utilizando datos representativos a nivel nacional de 148.585 adultos en 141 países de la Encuesta de Riesgo Mundial de 2019 de la Fundación Lloyd's Register, los autores encontraron una alta prevalencia de daños anticipados por el suministro de agua, con la más alta en Zambia, la más baja en Singapur y una media general del 52,3 por ciento.
También identificaron características clave de quienes pensaban que el agua que bebían les causaría daños. Las mujeres, los habitantes de las ciudades, las personas con mayor nivel educativo y quienes tenían dificultades para acceder a sus ingresos actuales eran más proclives a anticipar que el agua que bebían les causaría daños.
Los investigadores descubrieron que, sorprendentemente, los puntajes más altos en el índice de percepción de corrupción eran el predictor más fuerte del daño anticipado causado por el agua potable, más que factores como la infraestructura y el Producto Interno Bruto.
Además, incluso en países con acceso constante a servicios básicos de agua potable, las dudas sobre la salubridad del agua eran generalizadas. Esto incluye a los Estados Unidos, donde el 39 por ciento de los encuestados prevén daños graves derivados del agua potable en el corto plazo.
"Nuestra investigación destaca que es imperativo tanto suministrar agua potable segura como asegurarse de que las personas tengan confianza en su fuente de agua", afirma Joshua Miller, estudiante de doctorado en la Escuela de Salud Pública Global Gillings de la UNC y primer autor del estudio.
Los investigadores señalan que a los consumidores les resulta difícil juzgar los riesgos y la seguridad de su suministro de agua porque muchos contaminantes son invisibles, inodoros e insípidos. Sin la información adecuada, muchos se ven obligados a evaluar la seguridad de su agua basándose en experiencias previas, informes de los medios de comunicación y valores y creencias personales.
Los coautores sugieren acciones que los funcionarios pueden tomar para mejorar la confianza pública en torno al agua potable, incluyendo esfuerzos para hacer que las pruebas estén más disponibles, traducir los resultados de las pruebas, reemplazar las tuberías de plomo y proporcionar filtros de agua en el hogar cuando se detecten contaminantes, así como proporcionar un mejor acceso al agua potable.
"Este es el tipo de trabajo que puede catalizar una mayor atención y voluntad política para priorizar estos servicios en los planes y estrategias nacionales de desarrollo, y acercarnos a lograr el acceso universal al agua potable", señala el director del Instituto del Agua de la Escuela de Salud Pública Global Gillings de la UNC, Aaron Salzberg.
Salzberg se desempeñó anteriormente como coordinador especial de recursos hídricos en el Departamento de Estado de EEUU, donde fue responsable de gestionar el desarrollo y la implementación de la política exterior estadounidense en materia de agua potable y saneamiento, gestión de recursos hídricos y cuestiones hídricas transfronterizas.