MADRID, 5 Oct. (EUROPA PRESS) -
Harvey J. Alter, Michael Houghton y Charles M. Rice han recibido el Premio Nobel de Medicina 2020 por el descubrimiento del virus de la hepatitis C, un hallazgo que permitió revelar la causa de los casos restantes de hepatitis crónica, más allá de la de tipo A y B, y posibilitó análisis de sangre y nuevos medicamentos que han salvado millones de vidas.
La inflamación del hígado, o hepatitis, suele estar causada por infecciones virales, si bien el abuso de alcohol, las toxinas ambientales y las enfermedades autoinmunes también favorecen su aparición. En la década de 1940 se descubrió que había dos tipos de hepatitis: la denominada A, que se transmite por agua o alimentos contaminados y que generalmente tiene poco impacto a largo plazo en el paciente; y la B, la cual se transmite a través de la sangre y los fluidos corporales y puede conducir a un problema crónica, con el desarrollo de cirrosis y cáncer de hígado.
La hepatitis B transmitida por la sangre se asocia con una morbilidad y mortalidad significativas, y causa más de un millón de muertes por año en todo el mundo, lo que la convierte en un problema de salud mundial en una escala comparable a la infección por el VIH y la tuberculosis. No obstante, no fue hasta la década de 1960 cuando Baruch Blumberg determinó que una forma de hepatitis transmitida por la sangre era causada por un virus que se conoció como virus de la hepatitis B, lo que le permitió también obtener Premio Nobel de Medicina en .
Precisamente en ese momento, Harvey J. Alter, del Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, estaba estudiando la aparición de hepatitis en pacientes que habían recibido transfusiones de sangre. Aunque los análisis de sangre para el virus de la hepatitis B recientemente descubierto redujeron el número de casos de hepatitis relacionada con las transfusiones, Alter y equipo demostró que quedaba un gran número de casos que no podían ser clasificados.
De hecho, las pruebas para la infección por el virus de la hepatitis A también se desarrollaron en esta época, y quedó claro que la hepatitis A no era la causa de estos casos inexplicables. Ante este escenario, los investigadores observaron que la sangre de estos pacientes con hepatitis podría transmitir la enfermedad a los chimpancés, el único huésped susceptible además de los humanos.
Asimismo, estudios posteriores también demostraron que el agente infeccioso desconocido tenía las características de un virus. Las investigaciones metódicas de Alter habían definido de esta manera una forma nueva y distinta de hepatitis viral crónica. La misteriosa enfermedad se conoció como hepatitis "no A y no B".
EXPERIMENTOS EN CHIMPANCÉS
Por tanto, la identificación del nuevo virus se convirtió en una alta prioridad. Así, se pusieron en práctica todas las técnicas tradicionales para la búsqueda de virus pero, a pesar de ello, el virus eludió el aislamiento durante más de una década. Michael Houghton, que trabajaba para la empresa farmacéutica Chiron, emprendió los trabajos necesarios para aislar la secuencia genética del virus.
De hecho, crearon una colección de fragmentos de ADN a partir de ácidos nucleicos que se encontraban en la sangre de un chimpancé infectado. La mayoría de estos fragmentos vinieron del genoma del propio chimpancé, pero los investigadores predijeron que algunos se derivarían del virus desconocido.
Suponiendo que los anticuerpos contra el virus estarían presentes en la sangre extraída de pacientes con hepatitis, los investigadores utilizaron sueros de pacientes para identificar fragmentos de ADN viral clonados que codifican proteínas virales y, tras una búsqueda exhaustiva, encontraron un clon positivo. El trabajo posterior mostró que este clon se derivó de un nuevo virus de ARN perteneciente a la familia de Flavivirus, denominándolo así el virus de la hepatitis C.
No obstante, en aquel momento todavía no se sabían los motivos por los que este virus por sí solo era capaz de causar hepatitis. Para responder a esta cuestión, los científicos tuvieron que investigar si el virus clonado podía replicarse y causar enfermedades. De esta forma, Charles M. Rice, investigador de la Universidad de Washington en St. Louis, junto a otros grupos que trabajan con virus de ARN, hallaron una región previamente no caracterizada en el extremo del genoma del virus de la hepatitis C, sobre la cual sospecharon que podría ser importante para la replicación del virus.
Rice también observó variaciones genéticas en muestras de virus aisladas y planteó la hipótesis de que algunas de ellas podrían dificultar la replicación del virus. A través de la ingeniería genética, generó una variante de ARN del virus de la hepatitis C que incluía la región recién definida del genoma viral y carecía de las variaciones genéticas inactivadoras.
Cuando se inyectó este ARN en el hígado de chimpancés, se detectó virus en la sangre y se observaron cambios patológicos similares a los observados en humanos con la enfermedad crónica. Esta fue la prueba final de que el virus de la hepatitis C por sí solo podría causar los casos inexplicables de hepatitis mediada por transfusiones.
El descubrimiento del virus de la hepatitis C por parte de los premios Nobel es un logro histórico en la batalla en curso contra las enfermedades virales. Gracias a su descubrimiento ahora se dispone de análisis de sangre altamente sensible para el virus, mejorando enormemente la salud global. Además, su descubrimiento también ha permitido el desarrollo de medicamentos antivirales dirigidos contra la hepatitis C y, por primera vez en la historia, la enfermedad puede curar, lo que aumenta las esperanzas de erradicar el virus de la hepatitis C de la población mundial.