MADRID 28 Jun. (EUROPA PRESS) -
La creciente popularidad y disponibilidad de alternativas vegetales a fuentes clave de yodo, como la leche, los productos lácteos y el pescado, está contribuyendo a que la ingesta de yodo sea insuficiente y cada vez menor en los países de la región europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), según un informe publicado este viernes por la OMS Europa y la Red Mundial del Yodo (IGN).
La leche y los productos lácteos son fuentes importantes de yodo en muchos países de Europa occidental y central, especialmente para los niños. Muchos piensos y suplementos para animales están enriquecidos con yodo para mejorar la salud de los animales de granja y la producción de leche. Sin embargo, el consumo de productos lácteos está disminuyendo entre los adolescentes y los adultos, lo que aumenta el riesgo de que sufran deficiencia de yodo.
La ingesta de yodo es especialmente importante para el desarrollo cerebral del feto antes y durante el embarazo. "El cambio hacia alternativas lácteas de origen vegetal, en particular entre las mujeres, que ya tienen un mayor riesgo de deficiencia de yodo y enfermedades tiroideas que los hombres, es preocupante para su nutrición en yodo, especialmente en los países que dependen de la leche como fuente de yodo, ya que la mayoría de las alternativas lácteas no lo contienen", ha señalado el director regional de la OMS para Europa, Hans Henri P. Kluge, quien ha destacado que el informe ha sido "crucial" para poner de relieve un problema que "está resurgiendo en los países de la región".
La yodación de la sal sigue siendo la principal estrategia para garantizar una ingesta adecuada de yodo en el continente, pero también se ve afectada por los cambios en la dieta y el estilo de vida. En este sentido, los alimentos producidos o cocinados fuera del hogar, como el pan, las carnes procesadas o las comidas listas para comer, son hoy en día las principales fuentes de sal en la dieta occidental, representando entre el 70 y el 80 por ciento del total de consumo.
Sin embargo, estudios de mercado recientes han revelado que solo el 9 por ciento de la sal de los productos alimenticios procesados en Alemania y el 34 por ciento en Suiza estaba yodada. En 24 países con yodación voluntaria o sin yodación, los alimentos de consumo habitual suelen producirse con sal no yodada.
Por ello, tanto la OMS Europa como la Red Mundial de Yodo han pedido que se fortifique urgentemente con yodo la sal y las alternativas lácteas de origen vegetal. El dirigente de la Iniciativa Especial sobre Enfermedades No Transmisibles (ENT) e Innovación, Gauden Galea, ha añadido a este respecto que los países "necesitan estrategias políticas más flexibles para proteger a las personas de la deficiencia de yodo", como pueden ser políticas obligatorias para el uso de sal yodada de calidad alimentaria en los alimentos procesados y la integración de medidas de reducción de sal y de yodación de la sal.
Estas recomendaciones reflejan la campaña 'Race to The Finish' de la OMS Europa, que promueve prácticas basadas en evidencia que ayudan a los países a cumplir sus compromisos de salud global, incluidos los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. También apoyan las políticas de la OMS para reducir la ingesta de sodio y prevenir la deficiencia de yodo, aconsejando utilizar menos sal, pero siempre yodada.
Por otra parte, el director ejecutivo del IGN, Werner Schultink, ha destacado que "falta conocimiento" sobre las consecuencias que tiene la deficiencia de yodo entre la población general, autoridades sanitarias, profesionales sanitarios y productores de alimentos. Como consecuencia, "los avances pueden estar estancados o incluso en declive en algunos países".
Más allá del signo visible del bocio, que es un bulto o hinchazón en la parte frontal del cuello causado por una tiroides inflamada, la deficiencia de yodo también aumenta la frecuencia de trastornos tiroideos prevenibles, como nódulos tiroideos, bocio multinodular e hipertiroidismo, particularmente en adultos y personas mayores. El hipertiroidismo no tratado aumenta el riesgo de arritmia cardíaca, insuficiencia cardíaca, osteoporosis, resultados adversos del embarazo y deterioro cognitivo en las personas mayores.