MADRID 5 Dic. (EUROPA PRESS) -
El cambio climático aumentará los riesgos de nuevos brotes zoonóticos y los poderosos gigantes financieros podrían desempeñar un papel vital en la prevención de la próxima pandemia y deben asegurarse de que sus inversiones contribuyen a mitigar esos riesgos y a adaptarse a ellos, según publican en la revista 'Lancet Planetary Health'.
Muchas enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes, especialmente las zoonóticas como el ébola o los nuevos coronavirus, surgen como resultado de la intensificación de actividades humanas como la deforestación, la expansión de las tierras agrícolas y el aumento de la caza y el comercio de animales salvajes.
En un nuevo estudio los investigadores identificaron empresas públicas y privadas que operan en sectores económicos asociados a mayores riesgos de enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes.
En los casos en que se disponía de datos, los investigadores analizaron las entidades financieras con participación en el capital de 99 empresas públicas identificadas. Descubrieron que un puñado de entidades financieras, en su mayoría estadounidenses, como Vanguard, State Street, BlackRock y T Rowe Price, tienen inversiones sustanciales en estas empresas.
Pero incluso inversores públicos como el estado de California, Noruega, a través de su Fondo Soberano, y Suecia, a través de sus fondos de pensiones, poseen acciones en empresas que operan en focos regionales conocidos de enfermedades infecciosas emergentes.
"Los actores financieros tienen un papel importante, pero a menudo ignorado, para ayudar a prevenir la aparición de enfermedades infecciosas. Sus inversiones permiten actividades económicas en focos conocidos de enfermedades zoonóticas en todo el mundo. Los grandes inversores tienen una influencia potencial sobre las empresas que operan en estos focos, y esta influencia podría aprovecharse para mitigar los riesgos de nuevas pandemias", afirma Victor Galaz, autor principal del estudio e investigador principal del Stockholm Resilience Centre de la Universidad de Estocolmo (Suecia).
En el estudio, los investigadores enumeran una serie de políticas y prácticas que los inversores podrían impulsar, como medidas de restauración ecológica, la creación de sistemas de vigilancia de patógenos y mejoras en la salud y la seguridad económica de las comunidades que viven en focos geográficos de enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes.
"Las políticas empresariales que se centran únicamente en la deforestación y el cambio de uso del suelo no bastan para mitigar el riesgo de enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes. No tienen en cuenta cómo la expansión agrícola y la deforestación aumentan el riesgo de propagación de patógenos de los reservorios a los huéspedes", explica Paula A. Sánchez, investigadora del Stockholm Resilience Centre y coautora del estudio.
"Hacen falta políticas para reducir el efecto de borde, crear sistemas de vigilancia de patógenos y mejorar los sistemas de atención sanitaria de las comunidades que viven en zonas que son focos infecciosos emergentes", añade.
El estudio identifica incluso países que invierten ellos mismos o acogen sedes de empresas con inversiones en focos de enfermedades infecciosas emergentes. Según los autores del estudio, estos países, entre los que se encuentran Francia, Estados Unidos, Portugal, Noruega y Suecia, podrían colaborar para utilizar su influencia financiera para hacer frente a los riesgos de brotes y pandemias.
"Entre otros muchos efectos devastadores, la pandemia de COVID-19 ha demostrado el enorme coste económico que pueden tener las enfermedades infecciosas. Por lo tanto, invertir en sectores que podrían dar lugar a nuevos brotes también conlleva importantes riesgos financieros que los inversores y los gobiernos deben afrontar de forma proactiva", explica Victor Galaz.
Añade que "tales esfuerzos tienen que ir más allá de las actuales métricas medioambientales, sociales y de gobernanza, que han demostrado ser insuficientes para mostrar los efectos ecológicos en el mundo real".
La disponibilidad de datos sigue siendo una limitación para la identificación de posibles alianzas entre inversores y actores corporativos.
"Dado que las enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes suponen un riesgo global para los sistemas económicos y financieros, es necesario garantizar una información estandarizada de las actividades empresariales y de inversión en focos infecciosos para reducir el riesgo de brotes a escala mundial", afirma Paula A. Sánchez.
Peter Sogaard Jorgensen, otro coautor asociado al Centro de Resiliencia de Estocolmo, señala que "el cambio climático aumentará los riesgos de nuevos brotes zoonóticos. Los agentes financieros deben asegurarse de que sus inversiones contribuyen a mitigar esos riesgos y a adaptarse a ellos", concluye.