MADRID 6 Abr. (EUROPA PRESS) -
La ingesta excesiva de refrescos azucarados con fructosa, presentes en la dieta diaria de niños y adolescentes, deteriora el ajuste energético del organismo y acelera la aparición de la obesidad y otras alteraciones metabólicas perjudiciales para el organismo, según un estudio preclínico realizado por especialistas del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn).
El estudio, que dirige el doctor Felipe F. Casanueva, y está coordinado por el doctor Miguel Ángel Martínez Olmos, está desarrollado en base a investigaciones previas divulgadas sobre este tema en las ediciones de 'Hepatology', 'AJP-Heart and Circulatory', 'Physiology' e 'Hypertension'.
La investigación reveló que la ingesta de líquido azucarado en cantidades abundantes durante un período de tiempo prolongado desarrolla una resistencia del organismo a la leptina, hormona que regula el nivel de lípidos en sangre. En niños y adolescentes resulta preocupante esta alteración metabólica que, además, es más acusada cuando se utiliza para azucarar líquidos que sólidos, según revelan las investigaciones del CIBERobn.
La fructosa uno de los edulcorantes más utilizados en refrescos, es el azúcar de la fruta, un monosacárido cuyo consumo dietético ha estado ligado siempre a efectos beneficiosos porque su ingesta no aumentaba la producción de insulina, al contrario que la glucosa y otros carbohidratos.
Sin embargo, los estudios científicos realizados por el CIBERobn han desmontado esta teoría al observar que la fructosa añadida a alimentos procesados (en forma de sucrosa y jarabe) puede producir sobrepeso, puesto que es capaz de deteriorar el sistema de compensación energética del organismo, dificultando la asimilación de calorías.
Los alimentos contienen dos variedades de azúcares, los monosacáridos (unidades básicas de azúcar como la fructosa y la glucosa) y los disacáridos (unión de dos monosacáridos, como la sucrosa, también conocida como azúcar blanco, el extraído de la caña de azúcar).
A juicio de los científicos del CIBERobn, "pese a que ambos proporcionan la misma cantidad de calorías, el cuerpo las metaboliza de distinta manera, tendiendo, en el caso de la fructosa, a elevar los niveles de triglicéridos sanguíneos, un exceso de energía que el metabolismo es incapaz de quemar cuando se consume en grandes dosis", señala el doctor Martínez Olmos.
Según los resultados de las investigaciones del CIBERobn, la fructosa provocaría una alteración metabólica mayor cuando se utiliza en su versión líquida (como edulcorante presente en refrescos y zumos envasados) que en la sólida (productos de repostería, jarabe de maíz y fruta).
La fructosa que aparece concentrada en 2 litros de bebida refrescante azucarada equivaldría a la que contienen 20 litros de zumo de fruta natural, una cantidad, la de los refrescos, que "no resulta tan descabellada de ingerir al día, cuando se trata de un alimento prácticamente imprescindible en la dieta de la sociedad actual", tal y como apunta Miguel Ángel Martínez.