Confirman los beneficios de una sencilla terapia no invasiva para tratar la COVID-9 persistente

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Publicado: jueves, 17 febrero 2022 8:04


MADRID, 17 Feb. (EUROPA PRESS) -

En un pequeño estudio de pacientes con COVID-19 de larga duración, aquellos con y sin enfermedad arterial coronaria demostraron una mejora de diversos síntomas, como la fatiga, las dificultades respiratorias y las molestias en el pecho, tras someterse a 15-35 horas de terapia de contrapulsación externa mejorada (TCEM). El estudio se ha presentado en la conferencia virtual Cardiovascular Summit del American College of Cardiology.

La TCEM es una técnica no invasiva que ha demostrado mejorar la perfusión cardíaca y cerebral. Los pacientes que se someten a ella se tumban en una mesa de tratamiento y se les colocan tres juegos de manguitos neumáticos en las pantorrillas, los muslos y la zona inferior de la cadera.

Se utiliza un electrocardiograma de 3 derivaciones como mecanismo para que los manguitos se inflen secuencialmente, desde las pantorrillas hasta las caderas, durante la fase de reposo del corazón. Al iniciarse la fase de contracción del corazón, los manguitos se desinflan al mismo tiempo.

Este inflado y desinflado prescrito impulsa la sangre rica en oxígeno por todo el músculo cardíaco y el resto del cuerpo. Un paciente se somete a una sesión de tratamiento de una hora, con hasta 35 sesiones de tratamiento en el transcurso de siete semanas.

"Los datos emergentes muestran que la COVID larga es una enfermedad que afecta a la salud de los vasos, también conocida como función endotelial. La TCEM es una terapia no invasiva modificadora de la enfermedad que ha demostrado previamente que mejora la función endotelial en ensayos clínicos controlados --explica Sachin A. Shah, autor principal del estudio y director científico de Flow Therapy, un proveedor de TCEM en Estados Unidos--. Actualmente creemos que ésta es la explicación más plausible de los beneficios derivados de la TCEM y de la relación con la COVID larga".

En todo el mundo, se estima que el 50% de los pacientes con COVID-19 experimentan síntomas persistentes seis meses después de la fase aguda de la infección por COVID-19, y los síntomas a largo plazo varían en gravedad.

"Varios de nuestros pacientes quedaron discapacitados hasta el punto de no poder trabajar --apunta Shah-. Sorprendentemente, todos los pacientes en este punto fueron capaces de volver a trabajar con éxito después de someterse al tratamiento. Estos pacientes también mostraron una mejora en la 'niebla cerebral', un síntoma común de la COVID prolongada. Nos entusiasma seguir analizando estos datos y compartirlos en el futuro", asegura.

Los investigadores incluyeron en un análisis retrospectivo a 50 pacientes con COVID larga remitidos a un proveedor de terapia de flujo para recibir tratamiento con TCEM, entre los que había 30 pacientes sin antecedentes de enfermedad arterial coronaria y 20 pacientes con enfermedad arterial coronaria (EAC).

Todos los pacientes fueron evaluados antes y después del tratamiento con EECP mediante el Cuestionario de Angina de Seattle-7 (SAQ7), el Índice de Estado de Actividad de Duke (DASI), el Instrumento de Fatiga PROMIS (PROMIS), la Escala de Disnea de Rose (RDS) y la prueba de marcha de 6 minutos (6MWT).

"Se utilizaron estas pruebas, ya que todas son herramientas validadas y aceptadas por el Consorcio Internacional para la Medición de Resultados de Salud para evaluar la fatiga, las dificultades respiratorias y las molestias en el pecho --explica Shah--. Se han utilizado en ensayos clínicos para evaluar la carga de la enfermedad y se asocian con beneficios de morbilidad y mortalidad".

El análisis encontró mejoras estadísticamente significativas en todas las herramientas de prueba validadas, de modo que el estado de salud mejoró, los niveles de fatiga y la dificultad respiratoria disminuyeron y la capacidad de caminar aumentó.

Los investigadores descubrieron que el cambio con respecto a la línea de base de los pacientes con COVID largo sólo era significativo para todos los criterios de valoración y que no había diferencias evidentes entre los pacientes con COVID largo sin EAC en comparación con los que tenían EAC.

Según los investigadores, se justifica la realización de estudios más amplios con un grupo de control simulado para validar aún más estos resultados.