MADRID, 3 Jun. (EUROPA PRESS) -
La depresión es un problema importante de salud pública con costes económicos y sociales altos. Hay un rápido aumento en la depresión desde la niñez a la edad adulta y un factor que contribuye podría ser la intimidación por los compañeros, pero el vínculo entre el acoso escolar y la depresión en la edad adulta todavía no está claro debido a las limitaciones en la investigación anterior.
INTIMIDACIÓN Y DEPRESIÓN, ¿CÓMO ESTÁN RELACIONADAS?
LA INTIMIDACIÓN EN LA ADOLESCENCIA ESTÁ FUERTEMENTE CON LA DEPRESIÓN
La intimidación en la adolescencia está fuertemente asociada con la depresión más adelante en la vida, según sugiere un nuevo estudio publicado en 'The British Medical Journal' esta semana. Un equipo de científicos, dirigido por Lucy Bowes, de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, llevó a cabo uno de los mayores estudios sobre la asociación entre la intimidación por los compañeros en la adolescencia y la depresión en la edad adulta temprana.
Los autores de este trabajo realizaron un estudio observacional longitudinal que examinó la relación entre el acoso a los 13 años y la depresión a los 18 años. En concreto, analizaron los datos de intimidación y depresión de 3.898 participantes del 'Estudio Longitudinal Avon de Padres e Hijos' (ALSPAC, por sus siglas en inglés), una cohorte de nacimiento basada en la comunidad de Reino Unido.
ESTUDIO SOBRE 'BULLYING' E INTIMIDACIÓN
Los participantes contestaron a un cuestionario a los 13 años acerca de la intimidación y a los 18 años completaron una evaluación que identifica a las personas que cumplen con los criterios acordados a nivel internacional para la enfermedad depresiva.
De los 683 adolescentes que dijeron haber sufrido acoso frecuente en más de una vez a la semana a los 13 años, el 14,8 por ciento de ellos estaban deprimidos a los 18 años. Entre los 1.446 adolescentes que habían sido víctimas de alguna intimidación entre 1 y 3 veces alrededor de seis meses a los 13 años, el 7,1 por ciento estaban deprimidos a los 18 años.
Sólo el 5,5 por ciento de los adolescentes que no experimentaron acoso estaban deprimidos a los 18 años. Alrededor de 10,1 por ciento de los adolescentes intimidados con frecuencia sufrió depresión durante más de dos años, en comparación con el 4,1 por ciento del grupo con jóvenes que no habían sido objeto de 'bullying' durante su infancia.
En total, 2.668 participantes tenían datos sobre acoso y depresión, así como otros factores que pueden haber causado la depresión, como intimidación previa en la infancia, problemas mentales y de comportamiento, composición familiar y acontecimientos vitales estresantes.
SIN DIFERENCIAS DE GÉNERO
Cuando se tuvieron en cuenta estos factores, los adolescentes acosados con frecuencia todavía tenían alrededor del doble de probabilidades de depresión en comparación con aquellos que no sufrieron intimidación. Esta asociación fue la misma para hombres y mujeres.
El tipo más común de intimidación eran insultos, que sufrieron el 36 por ciento, mientras que al 23 por ciento le habían cogido sus pertenencias. La mayoría de los adolescentes no se lo dicen a un profesor (entre el 41 y el 74 por ciento) o a uno de los padres (24-51 por ciento), pero hasta el 75 por ciento le cuenta a un adulto su intimidación física, como ser golpeado o agredido.
Si esto fuera una relación causal, hasta el 30 por ciento de la depresión en la edad adulta temprana podría atribuirse a la intimidación en la adolescencia, explican los autores, añadiendo que el acoso podría hacer una contribución sustancial a la carga global de la depresión.
Aunque se trata de un estudio observacional y no hay conclusiones definitivas que se puedan extraer sobre causa y efecto, estos científicos dicen que las intervenciones para reducir la intimidación en las escuelas podría ayudar a disminuir la depresión en su vida posterior.
La depresión supone en la actualidad uno de los principales retos para la salud pública, y es que entre el 8 y el 15 por ciento de la población sufre algún episodio de esta enfermedad a lo largo de su vida, y se estima que en 2030 sea la primera causa de discapacidad en el mundo, debido a su fuerte impacto a nivel individual, familiar, social y laboral.