MADRID, 15 Sep. (EUROPA PRESS) -
Un estudio publicado por científicos de la Fundación Champalimaud, en Portugal, arroja luz el cáncer de páncreas y representa un importante paso adelante en la lucha contra ella ya que sus hallazgos no solo mejoran el seguimiento de la respuesta al tratamiento en los pacientes, sino que también pueden extender su calidad de vida, según publican en la revista
Con una tasa de supervivencia a cinco años de sólo el 9%, la incidencia del tipo más común, el adenocarcinoma ductal pancreático (PDAC), está creciendo y se prevé que sea la segunda causa de muerte por cáncer en 2030. La cirugía sigue siendo el tratamiento más eficaz, pero para el 70-80% de los pacientes no es una opción viable. Comprender el cáncer de páncreas a nivel celular y subcelular es esencial para desarrollar terapias que permitan ganar tiempo a los pacientes.
Una forma de prolongar la supervivencia es optimizar la estrategia de tratamiento y cambiar rápidamente de estrategia si el tratamiento no es eficaz. Los tratamientos pueden incluir una combinación de radiación y quimioterapia.
En la actualidad, la evaluación de la respuesta de los pacientes con CPD a este tratamiento suele basarse en la obtención de imágenes y en la medición de los niveles séricos de biomarcadores del cáncer. Sin embargo, ambos métodos presentan inconvenientes. Las imágenes (TAC, RMN) no pueden detectar los tumores pequeños ni diferenciar los benignos de los malignos, mientras que el marcador de PDAC mejor establecido no está presente en el 5-20% de los pacientes con PDAC y puede dar resultados poco fiables.
El nuevo estudio supone un cambio potencial en la forma de evaluar la respuesta al tratamiento en los pacientes con PDAC. Bruno Costa-Silva, investigador principal y autor principal del estudio, exploró por primera vez en 2008 el potencial de las llamadas "vesículas extracelulares" (VE) en la lucha contra el cáncer.
"Las VE son sacos diminutos liberados por las células. Son como minicélulas, con una membrana lipídica, material genético, proteínas y azúcares --explica--. Durante mucho tiempo se las consideró 'bolsas de basura', llenas de productos de desecho que las células querían tirar. Pero ahora está claro que también transfieren mensajes entre las células".
Dado que las plantas y las bacterias también liberan estas pequeñas vesículas, las VE pueden ser una de las formas más poderosas de comunicación en los organismos vivos. Las producen prácticamente todas las células, incluidas las cancerosas. De hecho, los estudios demuestran que las VE secretadas por células malignas y no malignas pueden contribuir de forma significativa a la progresión del tumor.
En estudios anteriores, Costa-Silva descubrió que las VE en la sangre pueden servir para detectar, predecir y localizar las metástasis del cáncer de páncreas. Sin embargo, hasta la fecha, los investigadores han utilizado mediciones puntuales de las VE en los pacientes para el pronóstico o el diagnóstico.
"El nuestro es el primer estudio que demuestra que observando cómo cambian las VE en los pacientes con cáncer de páncreas a lo largo del tiempo, podemos saber cómo están respondiendo a la terapia", afirma Costa-Silva.
Cuando Nuno Couto, oncólogo de la Fundación Champalimaud y autor principal del estudio, empezó a investigar el potencial de las VE para monitorizar la respuesta al tratamiento, el equipo encontró un resultado sorprendente.
"Al principio, pensamos que era un artefacto --recuerda Couto--, pero pronto quedó claro que las EVs de los pacientes de PDAC tenían niveles significativamente más altos de una proteína específica en comparación con las EVs de los controles sanos". Esa proteína era la inmunoglobulina G (IgG), un tipo de molécula que forma parte de nuestro sistema de defensa y que encuentra y mata a los patógenos extraños y a las células cancerosas.
"El siguiente paso fue el más difícil --admite Couto--. Para ver cómo cambian los niveles de estas VE positivas a la IgG en los pacientes durante el curso del tratamiento, tuvimos que recoger entre 20 y 30 muestras de sangre del mismo paciente durante muchos meses. Sin la ayuda de los pacientes, las enfermeras, los clínicos y los patólogos del Centro Clínico Champalimaud, este estudio simplemente no habría sido posible", reconoce.
Utilizando un método especial desarrollado por el laboratorio de Costa-Silva para medir rápidamente las poblaciones de EVs en pequeñas muestras de sangre, el equipo descubrió que las EVs IgG-positivas aumentan durante la progresión de la enfermedad y disminuyen en respuesta a la terapia.
Como resultado, estas EVs representan un nuevo biomarcador que amplía el repertorio de herramientas disponibles para evaluar el estado del tumor, especialmente para los muchos pacientes que no expresan el biomarcador estándar actual, y para quienes la imagen es el único indicador de respuesta al tratamiento.
"Nos entusiasmó ver una correlación tan estrecha entre estas vesículas y la respuesta al tratamiento --asegura Costa-Silva--. Ahora disponemos de una herramienta más fiable para evaluar, y mejorar, la eficacia de los tratamientos del PDAC, y para reducir los efectos secundarios innecesarios y perjudiciales de los que no son eficaces".
"Este hallazgo me hizo cambiar la dirección de mi laboratorio --explica Costa-Silva--. Es imposible ver estos resultados y no pensar en la inmunología, o en las implicaciones más amplias para la señalización celular".
Los investigadores descubrieron que las IgG se unen a las VE en los pacientes con PDAC a través de un antígeno cancerígeno bien conocido. Sospechan que las VE que expresan este antígeno son liberadas por el propio cáncer, de modo que las IgG se unen a las VE en lugar de a su objetivo previsto: las células tumorales. De este modo, el tumor sería capaz de evadir el arsenal del sistema inmunitario, lanzando EVs para interceptar los misiles de IgG.
"Si los cánceres muy agresivos, como el PDAC, utilizan las VE para desarmar al sistema inmunitario, podemos desarrollar nuevas terapias para atacar las VE derivadas del tumor y hacer que estos cánceres sean menos resistentes al tratamiento", señala Costa-Silva. Su equipo está investigando ahora si las proteínas expresadas por las VE en otros tipos de cáncer también interactúan con moléculas del sistema inmunitario.
En palabras de Costa-Silva, "se trata realmente de fisiología celular. Los cánceres pueden utilizar las VE para alterar la inmunidad, pero las VE también desempeñan funciones críticas en entornos no cancerosos. Una vez liberadas por una célula, las proteínas de la superficie de las VE interactúan con otras proteínas y regulan su capacidad para interactuar con objetivos celulares, provocando una cascada de efectos en otras células".
"Estamos muy interesados en saber más sobre estas interacciones posteriores a la secreción y cómo las VE funcionan como reguladoras de la señalización celular --asegura--. Todavía hay mucho que no sabemos sobre cómo se comunican las células entre sí".
"Si logramos entender el lenguaje de las células y descifrar cómo las VE regulan la actividad de las moléculas implicadas en los procesos fisiológicos y patológicos, podremos aprovechar ese conocimiento para abordar una amplia gama de problemas, desde las enfermedades autoinmunes hasta los trastornos relacionados con el envejecimiento. Esto es sólo el principio", concluye.