MADRID, 15 Dic. (EDIZIONES) -
España fue azotada con otra gran pandemia hace un siglo. Concretamente, entre 1918 y 1919. Se la conoce como la 'gripe española', aunque realmente afectara a todo el planeta. Se le llama 'española' porque el primer sitio en el que se notificó públicamente fue en España, pero es que el resto del mundo estaba sumido en la Primera Guerra Mundial, e imperó una importante censura al respecto.
María Isabel Porras Gallo es doctora en Medicina y catedrática de Historia de la Ciencia de la Facultad de Medicina de Ciudad Real de la Universidad de Castilla-La Mancha. Antes de dedicarse al estudio de la Historia de la Medicina trabajó casi una década como especialista de Atención Primaria, según cuenta en una entrevista con Infosalus.
Acaba de publicar el libro 'La gripe española 1918-1919' (Catarata), un interesante manual en el que recoge varias pinceladas de la anterior gran pandemia que azotó a nuestro país, qué es lo que se hizo entonces, qué es lo que se aprendió, y cómo quedó España tras superarla.
Cuenta que en nuestro país fallecieron unas 270.000 personas entre 1918-1919 a causa de esta epidemia de gripe, y en el mundo se calcula que mínimo unos 50 millones, "aunque hay quienes hablan del doble", confiesa. En concreto, precisa que hubo tres oleadas en España: "La primera en la primavera de 1918; la segunda ola en el otoño de ese año, y la tercera en la primavera del 1919, pero depende de localidades y de zonas; de manera que en junio de 1919 se entiende que ya acabó todo".
Dice que es en torno a San Isidro (15 mayo) cuando surgió en España y el Inspector general de Sanidad de entonces lo comunicó a la Oficina Internacional de Higiene Pública, la OMS de entonces, momento en el que en la prensa se le calificó como 'gripe española'.
Esta pandemia de gripe de hace 100 años afectó sobre todo a mayores de 20-45 años, es decir, a adultos jóvenes y además sanos, según precisa la doctora en Medicina, para indica que es en esta franja de edad "donde se produjo una mayor mortalidad, con un impacto negativo en embarazadas y recién paridas, una franja de edad en la que impactó mucho porque no se esperaba".
Es más, cree que pudo haber una reacción similar a la que también provoca ahora la COVID-19: "Las descripciones de la reacción de esas personas jóvenes nos hizo pensar que se produjo esa tormenta de citoquinas y eso contribuyó a que esas neumonías fueran peores y de mayor mortalidad".
Curiosamente, dice que no se conocía su causa y se pensaba que era una bacteria y no fue hasta 1933, años después de superarla, cuando se consiguió aislar el primer virus de la gripe. La Medicina del momento preparó tratamientos a partir de sueros y una vacuna específica, pero al no tratarse del germen que se pensaba, falló. "A pesar de ello se usaron en el tratamiento sueros contra los gérmenes que se fueron aislando como el neumococo, y el antidiftérico se probó para estimular defensas con el organismo. Lo mismo pasó con las vacunas en todo el mundo, sencillas contra un solo germen o mixtas donde se incluían varios gérmenes, como el bacilo de Pfeiffer", agrega.
¿SE EMPLEÓ LA MASCARILLA?
El tratamiento básico fue sintomático, según aclara Porras, y los sueros se aplicaron en el segundo brote. Las vacunas que se prepararon estuvieron listas hacia octubre de 1918 y también cuando se aplicaron estaba ya el segundo brote avanzado. "Y de profilaxis en España no se empleó mascarilla, pero sí en los países anglosajones. En Francia hubo debate, pero en España nada. Sí hubo confinamientos, pero en general las medidas que se tomaron fueron tarde, y en pleno segundo brote, el más intenso. Por ejemplo, se cerraron centros educativos públicos, pero no los privados, ni tampoco los centros de diversión como cafeterías, teatros, o se clausuraron ceremonias religiosas", resalta.
El movimiento de trabajadores temporeros dentro del país y yendo a Francia a hacer vendimia y otras tareas agrícolas favoreció la segunda oleada, según añade la doctora. "Venían de sus distintos lugares de origen, en buena parte rurales, y se tenían que concentrar por ejemplo Madrid. Tanto en el primer brote como en el segundo, la gripe fue más prevalente en la población militar más que en la civil", subraya.
Además, en el segundo brote, apunta que ante la imposibilidad de aislarlos en los cuarteles madrileños, decidieron las autoridades militares mandar a los que estaban bien a sus lugares de origen, pero el problema es que muchos enfermaron durante la vuelta a casa, o murieron en el traslado, mientras que otros enfermaron al llegar a sus localidades de origen y llevaron la enfermedad a los pueblos, haciendo que el impacto fuera mayor.
Paralelismos hubo también en cuanto a las condiciones previas que se daban en ese momento y ahora. Porras indica que en 1918 España se encontraba bajo una importante crisis económica social y política, aunque lo era a nivel mundial ligada a la revolución de los soviet y a la Primera Guerra Mundial.
En la actual pandemia ha impactado fuertemente en países con poblaciones que han padecido el impacto de la crisis económica de 2008, como España, y se ve en la falta de personal sanitario, de dotación de EPIS y respiradores, y también en ese efecto de la globalización de que China sea la que fabrica de todo.
LA RESPUESTA DE LOS SANITARIOS, Y FARMACÉUTICOS
Por otro lado, en su libro la experta en Historia de la Ciencia dedica varios capítulos a la respuesta de los sanitarios y farmacéuticos frente a la pandemia. "Los médicos se contagiaron y tuvieron que trabajar en malas condiciones, como en la actualidad. Tuvieron que trabajar más ambos colectivos, responder a esas mayores necesidades que generó la pandemia, como ha sucedido ahora", añade.
Aprovecharon también la situación para hacer investigación, y por ejemplo destaca a farmacéuticos como César Chicote, director del Laboratorio bacteriológico de Madrid. Pero fundamentalmente, en su opinión, lo positivo de la pandemia de hace un siglo fue que les sirvió para reorganizarse como colectivo y plantear las deficiencias del sistema sanitario y socioeconómico de entonces.
Sobre si España salió reforzada entonces como país tras esa pandemia, Porras lamenta que "se aprendió un poco solo", siendo la parte positiva ese debate sobre la situación sanitaria y socioeconómica del país, que vino de la mano de los médicos implicados en la política de entonces, porque algunos fueron ministros de la gobernación.
"Se pidieron muchos cambios y ninguno de los grandes proyectos se aprobó. Se dicto en cambio un decreto con pequeñas medidas, pero sobre todo quedó el debate y se fue reactivando una vez acabada la pandemia en los primeros años 20, donde se diseñó un completo plan nacional de reforma sanitaria, pero que no se llevó a cabo, aunque sí propició que sobre el 1923-1924 se firmara un convenio con la Fundación Rockefeller y se crease la Escuela General de Sanidad para formación de sanitarios, y en 1925 se inaugurase el Hospital nacional de enfermedades infecciosas, donde está ahora ubicado el Instituto de Salud Carlos III", según relata.
En última instancia, la doctora en Medicina reconoce que hace un siglo también se percibió el retraso en la toma de medidas para atajar la pandemia, y existió ese debate entre salvar la economía o la salud de las personas.