MADRID 1 Mar. (EUROPA PRESS) -
A la hora de recibir asistencia sanitaria, los migrantes y las personas racializadas reciben un menor esfuerzo diagnóstico y han de enfrentarse a mayores trabas administrativas, según lo asegura el Grupo de Trabajo en Determinantes Sociales de la Salud de la Sociedad Española de Epidemiología, que advierte que la discriminación racial tiene un gran impacto en la salud, generando mayor morbilidad y mortalidad prematura entre los colectivos racializados y/o migrantes.
Los expertos advierten de que el racismo en el sistema sanitario constituye una barrera fundamental para conseguir un acceso equitativo a los servicios de salud. Las barreras idiomáticas y administrativas, los estereotipos y las dificultades para reconocer las necesidades de las personas de otras culturas afectan a sus diagnósticos y sus tratamientos.
De acuerdo con la sociedad científica, se puede hablar de situaciones de discriminación cuando un sistema de salud dedica más esfuerzos a atender las necesidades de salud de los colectivos hegemónicos frente a los que sufren discriminación racial. Un ejemplo de ello son las trabas administrativas que se encuentran los migrantes, por ejemplo, con trabajos estacionales, para acceder al sistema de salud.
En este sentido, estudios realizados especialmente en Estados Unidos, muestran que la población racializada tiene más dificultades para contar con seguros sanitarios adecuados y recibe un menor esfuerzo diagnóstico y terapéutico por parte del personal sanitario (incluso si la persona migrante tiene el mismo tipo de seguro de salud que alguien no racializado).
Las manifestaciones racistas también influyen en cómo las personas racializadas perciben y utilizan los servicios sanitarios. Tienen entre dos y tres veces más probabilidades de desconfiar de los sistemas y profesionales de salud, menor satisfacción con la asistencia sanitaria, menor calidad de la atención percibida y peor comunicación y relación con el personal sanitario.
En consecuencia, tienen más necesidades sanitarias no cubiertas y una menor adherencia a la medicación o el tratamiento, y tardan más en acudir a las pruebas diagnósticas. También se les prescriben menos medicamentos y se les deriva menos a la atención especializada, y su dolor se infravalora.
Para abordar las consecuencias del racismo en la salud, la SEE considera imprescindible conocer su alcance y sus consecuencias. Más allá de programas de formación para la mejora de las relaciones interpersonales o de competencias interculturales, se necesitan "estrategias ambiciosas que afecten al conjunto de las políticas, es decir, asumir una mirada comprehensiva del racismo desde su naturaleza estructural y haciendo hincapié en la dimensión institucional, además de la interpersonal y la social".
En este contexto, los expertos apuntan a que es necesario el desarrollo de evidencia científica que permita favorecer y orientar políticas en salud "en pro de la equidad". También "deshomogeneizar la categoría de migrantes o colectivos racializados con un enfoque interseccional que dé cuenta de la diversidad en función de distintos factores, incluido el género, la edad, orientación sexual, situación económica, etc".
Además, la SEE apuesta por poner en marcha procesos más participativos en ciencia y generar espacios para reflexionar sobre los constructos que se utilizan a la hora de realizar un diseño de estudio o programa de salud. Es preciso centrar en los márgenes, partir de la particular brecha histórica e inequidades que afectan a los grupos que sufren discriminación racial en todas las fases de las políticas y acciones en salud.