MADRID, 24 Oct. (EUROPA PRESS) -
La falta o el exceso de sensibilidad hacia sonidos, sabores u otras percepciones sensoriales da lugar a reacciones o comportamientos que pueden enmascararse erróneamente bajo trastornos de conducta, advierten desde el Centro Infantil de Atención Temprana (CAIT) del hospital San Juan de Dios de Sevilla, donde alertan que el comportamiento de un niño puede venir motivado por la manera en la que recibe esta información.
La falta o el exceso de sensibilidad (hipo o hipersensibilidad) a la hora de procesar la información procedente del entorno pueden desencadenar en una respuesta inadecuada por parte del niño. "Es decir, el modo en que el niño decodifica los estímulos sensoriales externos afecta a su interpretación y, por tanto, a su comportamiento", destacan desde el centro que organiza el curso 'Integración sensorial' para padres y profesionales de la atención temprana.
La información del entorno llega a través de los sentidos y, como explica la coordinadora del CAIT San Juan de Dios, Rocío Carrasco, hay niños cuya recepción sobre sí mismo, táctil, cinética o vestibular (sobre la orientación espacial a través del oído) se produce con distorsión, esto es, no procesan correctamente esa información.
"Trabajamos con niños con hipersensibilidad a los sonidos agudos que, en clase, momentos antes de escuchar la sirena del recreo, tienen un comportamiento de agitación anormal. Si aún no tienen un diagnóstico, muchas veces se etiqueta como trastorno de conducta, cuando no lo es, solo es una hipersensibilidad sensorial que ha de trabajarse con el niño para que procese adecuadamente y tenga un respuesta adaptativa", añade la coordinadora.
Así, recuerdan que el hecho de que un niño rehuya el contacto físico o que, por el contrario, lo busque incesantemente, puede proceder de una hipo o hipersensibilidad táctil. "En el primer caso, habría que trabajar el acercamiento a través de abrazos, caricias, etc; y la independencia y los espacios propios en el segundo caso; pero siempre adaptando la estimulación a sus necesidades", añaden.
Otro ejemplo en la recepción de los sentidos es el de niños a los que les causa sensación de asco la textura de ciertos alimentos, e incluso llegan al vómito. "En ciertas ocasiones, no estamos ante un caso de intolerancia, sino ante un trastorno sensorial, el niño no procesa correctamente una determinada textura, ya sea gelatinosa, sólida, etc", explica la coordinadora del CAIT.
Por otro lado, hay que recordar que la hipo o hipersensibilidad con respecto a la recepción de los estímulos e informaciones del entorno puede darse en niños que no padecen ningún tipo de trastornos. De hecho, muchos adultos son hipersensibles, por ejemplo al sonido, y no tienen un diagnóstico, pero reconocen irritarse cuando perciben algún sonido agudo y constante, como el de una alarma de un coche.
Con frecuencia, muchos pequeños con trastornos de diversa índole, tienen dificultades para procesar las señales del entorno. La coordinadora del CAIT San Juan de Dios apunta que con la metodología de la integración sensorial que se ha expuesto en el curso, los profesionales logran una atención más integral aún, "ya que podemos detectar estos síntomas, diferenciarlos del trastorno del niño y trabajar la autorregulación con ellos, es decir, que su respuesta sea adaptada al tipo de información que recibe y al modo en que la procesa".