MADRID 17 Nov. (EUROPA PRESS) -
El trabajo conjunto de anatomopatólogos y hematólogos ayuda a establecer un diagnóstico "más riguroso" de los linfomas y las leucemias, según han asegurado expertos reunidos en las jornadas anuales 'Lymphoma/Leukemia, diagnosis for targeted therapy 2022', organizadas por la Fundación Jiménez Díaz.
Las neoplasias hematológicas son todas las enfermedades que afectan a los precursores que residen en la médula ósea, que son los que dan lugar en condiciones normales a las distintas células maduras de la sangre, los glóbulos rojos o hematíes, los blancos o leucocitos y las plaquetas.
Dentro de estas, los linfomas y las diferentes clases de leucemias son las patologías más conocidas a nivel general y en las que se reconocen formas de comportamiento crónico y otras de carácter muy agresivo, siendo en conjunto un grupo de neoplasias muy diversas en cuanto a su origen celular y su comportamiento clínico.
En los últimos años se ha registrado un importante avance en la fase de diagnóstico de las neoplasias hematológicas gracias a la descripción de sus alteraciones genéticas, que permiten realizarlo con mayor precisión, lo que posibilita a su vez conocer el pronóstico y, en muchos casos, adaptar el tratamiento del paciente.
"De ahí la importancia de la patología molecular como herramienta de diagnóstico", ha dicho la jefa del Servicio de Hematología y Hemoterapia del hospital madrileño, Pilar Llamas Sillero. En el mismo sentido, se ha pronunciado el especialista del Servicio de Anatomía Patológica de la Fundación Jiménez Díaz, Miguel Ángel Piris, quien ha comentado que la patología molecular ayuda, tanto en las neoplasias mieloides como en las linfoides, a establecer un diagnóstico más riguroso.
De hecho, el Comité Asesor Clínico (CAC) para neoplasias hematológicas acepta la existencia de al menos 120 tumores distintos derivados de células hematopoyéticas y variantes definidas mediante diagnóstico molecular.
Asimismo, para la jefa del Servicio de Hematología y Hemoterapia del centro hospitalario, el principal reto en este ámbito es, sin duda, la individualización de la terapia. A su juicio, cada paciente y cada enfermedad deben ser tratados de manera individualizada, por lo que es esencial la adecuada selección de la terapia y procedimiento a seguir.
"Para definir con exactitud ante qué paciente nos encontramos, hay que valorarle de forma sistemática y periódica. Para conocer mejor la biología de la enfermedad en cuestión, es necesario el desarrollo de técnicas diagnósticas cada vez más sensibles (test genéticos y moleculares) y, a la vez, perfeccionar las clasificaciones que nos permitan establecer correlaciones pronósticas fiables", ha argumentado.
Por otra parte, prosigue la doctora, hay pacientes que no responden correctamente, o como deberían, a los tratamientos, por lo que se requiere el desarrollo de nuevos mecanismos de acción y mejores esquemas de mantenimiento para prolongar la supervivencia, principalmente basados en la inmunoterapia y la terapia celular. "Se trata de utilizar elementos del sistema inmunitario para que se conviertan en aliados frente a las células tumorales", ha añadido.
Es el caso de los anticuerpos biespecíficos o las células CAR-T, que se emplean ya en patologías como el linfoma y la leucemia linfoblástica aguda, y cuyo auge está aumentando el número de patologías para las que podrán emplearse en el futuro. "En esta línea, también se tiende a "la utilización de los biomarcadores, la determinación de moléculas y factores solubles que permitan identificar qué tipo de respuesta va a tener el paciente a una terapia determinada o predecir una recaída y así poder adelantarse a la misma", ha zanjado la doctora.