MADRID 9 Mar. (EUROPA PRESS) -
Los investigadores afirman en un nuevo informe que los retos del tratamiento de la COVID larga se ven amplificados por una cuestión fundamental, que es que no se sabe concretamente qué es la COVID larga ni cómo diagnosticarla formalmente, un problema que se ve agravado por los limitados datos de investigación de calidad y consistencia variables.
Los primeros informes auguran un difícil reto con la COVID prolongada, que los investigadores denominan Secuelas Post-Agudas de la Infección por SARS-CoV-2 (PASC, por sus siglas en inglés). Algunos pacientes con casos anteriores de COVID-19 aguda han seguido informando de problemas de salud nuevos o persistentes que afectan a casi todos los sistemas orgánicos.
En un artículo publicado en la revista 'Annals of Internal Medicine', los investigadores de UCLA Health y de la Facultad de Medicina David Geffen de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA), junto con un colega de la Universidad de Washington, señalan que, si bien las PASC han sido aprobadas para su inclusión y protección dentro de la Ley de Estadounidenses con Discapacidades, que tiene estrictos requisitos de papeleo médico y legal, hay pocos datos de estudio o consenso médico sobre lo que constituye una COVID larga.
"El primer reto a la hora de estudiar cualquier enfermedad es saber cómo diagnosticarla, y aunque hemos observado graves consecuencias médicas derivadas de la COVID-19, aún no disponemos de criterios de diagnóstico definitivos", reconoce la doctora Lauren E. Wisk, investigadora de la División de Medicina Interna e Investigación de Servicios de Salud de la Facultad de Medicina David Geffen de la UCLA y de la Facultad de Salud Pública Fielding de la UCLA, primera autora del artículo.
"Creemos que a medida que surjan más datos de alta calidad, la lista actual de síntomas se afinará mejor, y el momento y la duración de los síntomas se harán más claros --añade. Hasta ahora, sin embargo, estos aspectos han permanecido esquivos".
"Necesitamos datos e información de alta calidad que respalden un diagnóstico preciso antes de que los pacientes puedan recibir una atención de apoyo adecuada y una terapia eficaz y específica para la enfermedad --subraya Joann G. Elmore, profesora de la Escuela de Medicina David Geffen de la UCLA y de la Escuela de Salud Pública Fielding de la UCLA, autora principal del artículo--. La comunidad de investigación científica tendrá que ser capaz de proporcionar datos que ayuden a la comunidad médica a distinguir los largos síntomas de la COVID de los de otras enfermedades".
Aunque se están llevando a cabo múltiples estudios, los autores afirman que es casi imposible realizar comparaciones útiles entre ellos sin aplicar criterios uniformes. También señalan que los investigadores deben enfrentarse a problemas de confusión en el diseño de los estudios que pueden sesgar los resultados, como los sesgos que pueden derivarse del recuerdo del propio paciente y de la interpretación de los síntomas por parte de los médicos.
"Debido a la naturaleza dinámica del propio virus y a la tecnología disponible para analizar, monitorizar y tratar la infección, pueden existir variaciones sustanciales en la presentación clínica aparente de las PASC --escriben los autores--. Ahora más que nunca, debemos implementar evaluaciones longitudinales sólidas y estandarizadas de la salud y el bienestar en todos los sistemas y entornos, incluida la evaluación premórbida, para facilitar el seguimiento en tiempo real de las tendencias".
Además del sesgo de recuerdo y vigilancia, el sesgo de selección del estudio y el acceso a la atención sanitaria podrían producir resultados engañosos, según el artículo.
"Las personas que ya eran vulnerables a las disparidades socioeconómicas y raciales o étnicas -personas que suelen tener un acceso limitado a la atención sanitaria- han soportado de forma desproporcionada la carga de la pandemia de COVID-19. Ahora, las desigualdades en el desarrollo, la presentación y la documentación de la COVID-19 de larga duración también pueden acentuarse", advierte Wisk.
Los autores ofrecen posibles soluciones para garantizar la equidad en el estudio y el tratamiento futuros, y en primer lugar instan a la comunidad médica a reunirse en torno a una definición de caso que pueda aplicarse de forma coherente.
Además, recomiendan que los investigadores apliquen medidas sólidas y estandarizadas de los posibles factores de riesgo y resultados; que tengan en cuenta el riesgo de sesgo al diseñar los estudios; que tomen medidas para facilitar las comparaciones entre estudios; y que "sean juiciosos en la aplicación de esta evidencia en evolución, ya que todos nos esforzamos por proporcionar una atención eficaz y eficiente que reduzca las desigualdades anteriores".