Pautas para una relación sana entre padres y adolescentes

Padre e hija pasean juntos.
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Actualizado: lunes, 29 junio 2015 18:03

   MADRID, 29 Jun. (INFOSALUS) -

   La adolescencia ya no tiene que ver sólo con la pubertad sino también con lo afectivo y lo social. Ahora puede extenderse a un periodo que va desde los 9 a los 35 años. La forma de actuar de muchas personas que se consideran adultas tiene sentido si la entendemos en clave de adolescencia.

   Según explica a Infosalus Fernando Alberca, educador y autor de 'Guía para ser buenos padres de hijos adolescentes' (Toromítico) y 'Adolescentes, manual de instrucciones' (Espasa), en cuanto a la relación entre padres e hijos, hay que tener en cuenta que interpretamos mal la adolescencia.

   "Ni el niño siente lo que dice, ni se cree tan seguro, no intenta quedar por encima de sus padres, finge esa confianza como un entrenamiento para la emancipación y lo ensaya en casa", apunta Alberca.

   El educador comparte con Infosalus algunos de los aspectos que pueden ayudar a los padres en la relación con sus hijos que van a entrar en la adolescencia o que ya se encuentran inmersos en ella:

   1. 'No entrar en combate'

   La autoconfianza del menor es buena para ir desarrollando su autoestima. El autor señala que el problema se presenta cuando los padres creen que están en una competición de iguales y entonces sí llegan los problemas. "Los padres no son adolescentes y por ello deben mostrarse más serenos y tranquilos", apunta.

   El hijo desde pequeño ya se está marchando de casa, cada día hay que hacerles más independientes porque no sabemos cuándo podremos faltarles. El adolescente emplea la provocación, busca la falta de ajuste o coherencia para decir que somos los que no tenemos paciencia y no le queremos.

   El sigue siendo tan bueno como lo era de pequeño y si grita no tenemos que gritar, si todo le sienta mal tenemos que tener en cuenta que son gestos más que creencias y si la conversación no evoluciona podemos decirles que somos nosotros los que tenemos la responsabilidad sobre lo que sucede y que por eso decidimos.

   2. No excederse en explicaciones

   "Damos demasiadas razones cuando en realidad el menor busca seguridad, cuando intentamos convencerles de algo que le conviene, que diga que 'No' debe alegrarnos ya que igual que lo dice en casa lo dirá fuera entre los amigos, en la escuela, * Lo normal es que siga insistiendo, porque se está preparando para decir que 'No' fuera de casa y si cambiamos de opinión se extrañaría, porque ya no seríamos fiables", explica Alberca.

   Hay que dar una explicación pero no más, porque en estos casos no por decir las cosas más veces va a funcionar. La razón para que obedezcan debe ser convincente y basarse en el instinto paternal y apelar a ello, mejor que dar una razón inventada porque no resulta convincente.

   3. ¿Dónde están los límites de esta autoafirmación?

   Alberca apunta que cada familia tiene sus propios criterios, "somos responsables de nuestra familia y no de la sociedad al completo". Cuando los padres deciden sobre unas normas no son los únicos beneficiados sino que resulta beneficiada toda la familia. Las decisiones que se toman deben contribuir al bienestar de toda la familia y no solo de los padres. Siempre hay que tener en cuenta la opinión del niño y no dañar su dignidad.

   "Acudir a un psicólogo o psiquiatra siempre hace menos falta de lo que parece aunque a veces es necesario para reconfirmar que todo está bien, que es lo normal", apunta el educador, que considera que antes hay que trabajar las relaciones personales en la familia.

   4. Lenguaje más en positivo

   Las soluciones vendrían más rápido, con preparar una lista con las cosas buenas de nuestro hijo y asegurarnos de que se las hemos dicho. Es más importante escuchar que hablar y dar más ejemplo que lecciones y no enjuiciar. Cuando exigimos mucho al niño y adolescente es una forma de decirles que pueden conseguirlo y también es una muestra de cariño.

   Las formas de comunicarnos con ellos son los gestos, transmitir emociones, mostrar atención, serenidad, las grandes enseñanzas son los hechos concretos (cariño, honradez, paciencia, es el ejemplo lo que transmite).

   Si hay enfado, se puede esperar a poner un castigo más tarde y no fruto de nuestra emoción ni enfado. Para prevenir esto hay que emplear la regla del 5 a 1, 5 cosas buenas que hacen bien antes de una a corregir.

   5. El poder del silencio

   "Estar al lado del adolescente callado es estar con él. En los silencios los adolescentes valoran los riesgos de hablar. Si no dejamos que afloren, sus pensamientos nacen en él y en él mueren. Debemos dejar que terminen sus frases y no comportar como si supiéramos lo que nos cuestan y escuchar su visión antes de contar la nuestra", señala Alberca.

   Según señala el autor, uno acierta cuando está callado porque el adolescente tiene inmensas necesidades de hablar y con el silencio le decimos que nos interesa, que no hay riesgo en lo que van a decir.

   6. Los hijos no son una posesión

   Nacen libres e independientes y son diferentes a nosotros. "Si los vemos así, como personas distintas a nosotros a las que ayudar a ser independiente no nos sorprenderán los cambios físicos y nos encantará ver cómo se desatan de nosotros", señala Alberca. Si los padres disfrutan con la adolescencia, les mostramos que nos encantan por existir, que le queremos y que estamos a su disposición.

   7. Valorar lo bueno

   Cuando un niño sabe que e valoran, le gusta oír la opinión de sus padres, se separa poco de los criterios y gustos porque no necesita tanto marcar la diferencia y sólo añade un matiz y se sentirá complacido por compartir criterios. "Cuando un niño duda de que le vean como persona independiente marcará más la diferencia", señala Alberca.

   El educador apunta que hay que hacer que queden bien, valorar lo positivo de ellos. "Lo mejor es hacer una lista con las 15 cosas buenas de tu hijo y asegurarnos de que se las decimos. Muchos padres no están acostumbrados a pensar bien de sus hijos", concluye.