LONDRES, 30 Ago. (Reuters/EP) -
Investigadores de la Universidad de Basilea, en Suiza, han constatado que el tabaquismo es todavía más peligroso para los pacientes que se han sometido a un trasplante y vuelven a fumar pasada la intervención, ya que tienen una menor esperanza de vida y un mayor riesgo de cáncer y enfermedades cardiovasculares.
En concreto, a partir de una revisión de 73 estudios publicada en la revista 'Circulation' han observado que más del 10 por ciento de los pacientes trasplantados de un órgano sólido vuelven a fumar tras la operación y tienen 1,74 veces más probabilidades de morir durante el período de seguimiento del estudio.
Estos pacientes deben recibir un tratamiento inmunosupresor de por vida tras la intervención para evitar que su cuerpo rechace el órgano, lo que hace que tengan más riesgo de infecciones, cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Esto hace que el impacto del tabaco sea "aún más grande que en quienes nunca han recibido un trasplante", ha reconocido Sabina De Geest, coautora del estudio.
La mayoría de estudios analizados incluían a pacientes trasplantados de riñón, corazón o pulmón, y se analizaron seis posibles factores de riesgo antes y después de la cirugía. En lo que respecto al tabaco, se vio que los hombres eran 30 por ciento más propensos a fumar después del trasplante que las mujeres, al tiempo que los pacientes más jóvenes y delgados también eran más propensos a volver a fumar que el resto.
El problema de este hábito, según el estudio, es que se asoció a un riesgo un 40 por ciento mayor de desarrollar una nueva enfermedad coronaria y tenían 2,58 más probabilidades de desarrollar un tumor maligno, excluyendo los de piel.
La mayoría de directrices internacionales establecen que las personas que se van a someter a un trasplante no deben fumar seis meses antes de un trasplante de corazón o pulmón, al tiempo que también se aconseja dejar de fumar antes de un trasplante de riñón o hígado.
Sin embargo, reconoce la autora del estudio, la evaluación de éste y otros factores de riesgo debe ser continuada y mantenerse también después del trasplante, al menos durante los 10 o 15 años posteriores.