¿Son realmente eficaces los termómetros infrarrojos para detectar infecciones de COVID-19?

Toma de temperatura en Asunción, Paraguay, por el coronavirus
Toma de temperatura en Asunción, Paraguay, por el coronavirus - 2020 GETTY IMAGES / LUIS VERA - Archivo


MADRID, 27 Dic. (EUROPA PRESS) -

Si bien la fiebre es uno de los síntomas más comunes para las personas que se enferman de COVID-19, tomar la temperatura es un medio deficiente para detectar quién está infectado con el virus y, lo que es más importante, quién podría ser contagioso, según advierten investigadores de Johns Hopkins Medicine y de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland (Etados Unidos).

En su trabajo, publicado en la revista 'Open Forum Infectious Diseases', describen por qué el control de la temperatura, que se realiza principalmente con un termómetro de infrarrojos sin contacto, no funciona como una estrategia eficaz para frenar la propagación de COVID-19.

En marzo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), considerados un referente a nivel internacional, publicaron directrices en las que la evaluación de la temperatura desempeñaba un papel integral para controlar la transmisión. Según las directrices, la fiebre se define como una temperatura, tomada con uno de estos termómetros cerca de la frente, mayor o igual a 38 grados centígrados para los lugares que no son de atención médica y mayor o igual a 37,8 grados centígrados para los de atención médica.

"Las lecturas obtenidas con los termómetros están influenciadas por numerosas variables humanas, ambientales y de equipo, que pueden afectar su exactitud, reproducibilidad y relación con la medida más cercana a lo que podría llamarse 'temperatura corporal': la temperatura del núcleo, o la temperatura de la sangre en la vena pulmonar. Sin embargo, la única manera de tomar la temperatura central de forma fiable requiere la cateterización de la arteria pulmonar, que no es ni segura ni práctica como prueba de detección", explica uno de los autores del estudio, William Wright.

En su editorial, estos investigadores proporcionan estadísticas que demuestran que estos termómetros fracasan como prueba de detección de la infección por SARS-CoV-2. "A partir del 23 de febrero, más de 46.000 viajeros fueron examinados con estos termómetros en los aeropuertos de EE.UU., y solo una persona fue identificada como portadora del SARS-CoV-2. En un segundo ejemplo, el personal de los CDC y los funcionarios de aduanas de EE.UU. examinaron a aproximadamente 268.000 viajeros hasta el 21 de abril de 2020, encontrando sólo 14 personas con el virus", señala Wright.

A partir de un informe del CDC de noviembre, estos investigadores proporcionan más pruebas a su preocupación por las pruebas de temperatura para el COVID-19. El informe afirma que entre aproximadamente 766.000 viajeros examinados durante el período comprendido entre el 17 de enero y el 13 de septiembre, solo una persona de cada 85.000, o aproximadamente el 0,001 por ciento, dio positivo en el SARS-CoV-2. Además, solo 47 de las 278 personas (17%) de ese grupo con síntomas similares al SARS-CoV-2 tuvieron una temperatura medida que cumplía con los criterios de los CDC para la fiebre.

Otro problema con estos termómetros, según Wright, es que pueden dar lecturas engañosas a lo largo del curso de la fiebre que dificultan la determinación de si alguien tiene fiebre o no. "Durante el período en que la fiebre aumenta, se produce un aumento de la temperatura central que hace que los vasos sanguíneos cercanos a la superficie de la piel se contraigan y reduzcan la cantidad de calor que liberan. Y durante un descenso de la fiebre, ocurre lo contrario. Así que, basar una detección de fiebre en las medidas del termómetro, que miden el calor que irradia la frente, puede estar totalmente fuera de lugar", explica.

Los investigadores concluyen su editorial diciendo que estos y otros factores que afectan a la detección térmica con los termómetros sin contacto deben ser abordados para desarrollar mejores programas para distinguir a las personas infectadas con SARS-CoV-2 de las que no lo están.

Entre las estrategias de mejora que sugieren están la reducción de la temperatura de corte utilizada para identificar a las personas infectadas sintomáticas, especialmente cuando se examinan personas de edad o inmunodeprimidas; las pruebas de grupo para permitir la vigilancia y el seguimiento en tiempo real del virus en una situación más manejable; los termómetros "inteligentes", es decir, termómetros portátiles combinados con dispositivos de GPS como teléfonos inteligentes; y la vigilancia de las alcantarillas para detectar el SARS-CoV-2.