MADRID, 25 May. (EDIZIONES) -
El concepto general que tenemos todos de la dieta es de restricción o de prohibición, y que todo es negativo. Tengo que comer menos o pasar hambre; algo que se aleja y mucho de lo que es una dieta en realidad, que es un hábito o una costumbre alimentaria.
Ese concepto que tenemos de dieta nos influye inconscientemente a la hora de hacer un proceso de cambio hacia una alimentación saludable, y siempre que no se trabaje ese concepto de cambio. Es muy posible que restrinja de forma inconsciente cosas. Tiene un efecto emocional en nosotros porque si hacemos restricciones y prohibiciones dará lugar a que tras varias dietas restrictivas se genere un mayor efecto rebote, más dificultad para perder peso, y a nivel conductual más deseo por ese alimento prohibido, asegura en una entrevista con Infosalus, la dietista-nutricionista y doctora en Bioquímica, Griselda Herrero.
De hecho, destaca que si tu te dices constantemente que no puedes comer pasta, dulces, o lo que sea, el cerebro genera un mayor deseo y apetencia por dicho alimento, según afirma Herrero, que es coautora junto a la psicóloga Cristina Andrades de Psiconutrición (Arcopress).
Es más, augura que probablemente una dieta restrictiva se lleve muy bien durante el primer mes, pero después no se resista si no se ha producido ese cambio en nuestra mente, algo que generará frustración.
Durante un mes he hecho el sacrificio y ahora no soy capaz de dejar de comerlo, no soy capaz, soy una torpe, no tengo fuerza de voluntad. Es una cuestión de que no estamos haciendo el enfoque adecuado del proceso, y no de fuerza de voluntad o de que no seamos capaces de lograrlo. Esto puede llevar a situaciones de atracones, incluso a patologías relacionadas con trastornos de la conducta, advierte Herrero.
UN CAMBIO DE CHIP
Por eso, defiende que hay que ser capaz de mantener los hábitos en el tiempo, que acaben formando parte de tu día a día para ti. En este punto, recuerda que la mejor dieta que puede seguir una persona siempre será aquella que pueda mantener en el tiempo, y siempre cumpliendo con las necesidades y recomendaciones básicas de una alimentación saludable, pero sin que condicione su vida, es decir, que no se deje de salir a cenar por esa dieta, que se sea capaz de llevarla a cabo sin ningún tipo de problema.
Por todo ello, Herrero alerta de que el principal efecto de las dietas restrictivas es su efecto emocional y sobre el peso. La bajada rápida del peso y las prohibiciones asociadas a la restricción pueden desencadenar en posibles atracones o en comer compulsivo e impulsivo, o bien iniciar de nuevo un ciclo de restricción. Este ciclo produce unos altibajos en el peso que, a medio y largo plazo, van a dificultar cada vez más la pérdida de peso y a generar un efecto rebote, además de poder desencadenar conductas alimentarias inadecuadas, advierte la especialista.
Con ello, subraya que se estima que el 90-95% de personas que realizan dietas para bajar peso recuperan el peso perdido, o incluso más, en un plazo máximo de 5 años. La principal causa de este hecho es que no se generan cambios en el largo plazo. La clave del éxito está en crear hábitos de vida (alimentarios, físicos, emocionales, entre otros), que se puedan mantener en el tiempo. Y para ello es fundamental realizar cambios de forma progresiva y lentamente, para que podamos adaptarnos poco a poco y se puedan instaurar los nuevos hábitos.
Así con todo, Herrero y Andrades enumeran en su libro los que, a su juicio, representan los 10 principales errores que hacen que las dietas restrictivas fracasen:
1.- El concepto de dieta. Hay que desterrar el concepto y tratar de asumir que esa palabra supone un cambio de hábitos.
2.- Restricción y ayuno. Las dietas hipocalóricas muchas veces están bien pautadas, pero las hacemos más estrictas, comiendo menos cantidad, saltándonos comidas, dejando días sin ninguna ingesta, algo que a la larga no ayudará a perder el peso.
3.- No acudir a profesionales. Así olvidamos que cada persona tiene una características y necesidades diferentes.
4.- No pensar en cambiar de hábitos. La dieta no debe concebirse como algo transitorio y negativo.
5.- Compensar. Pensar en ello es totalmente opuesto a pensar en salud, no sólo por sus consecuencias a nivel fisiológico, sino también a nivel emocional (frustración, exigencias, culpabilidad por ejemplo).
6.- Malas conductas. Pasar hambre es el peor indicativo de estar haciendo bien un proceso de pérdida de peso. Otras conductas inadecuadas serían prohibirse alimentos, saltarse comidas, no hacer vida social para evitar comer, por ejemplo.
7.- Creer en los milagros. Ni los batidos, ni las pastillas quemagrasas, ni la dieta definitiva de moda hará un milagro.
8.- Tener metas irreales. Si te planteas perder peso hazlo con cabeza y no se puede pretender, por ejemplo, perder 20 kilos en un mes, sobre todo si has tardado años en aumentar de peso.
9.- Falta de motivación. A menudo no existe una motivación real o propia para perder peso, y lo hacemos porque nos lo ha dicho el médico, o la pareja o ante un evento cercano. La motivación, aunque cambie, debe mantenerse a lo largo del proceso, que es largo y complejo.
10.- Excusas. Nos las ponemos para abandonar el proceso de pérdida de peso, y sólo generan frustración y mayor ansiedad en muchos casos, lo cual juega en contra del objetivo.