MADRID, 25 Ago. (EDIZIONES) -
Las emociones y sentimientos son inherentes al ser humano y cuando nos invaden se producen alteraciones neurológicas y neuroquímicas de función cerebral. El amor tiene claros fundamentos biológicos que resultan ser los responsables de las conductas que el amor promueve.
“El cerebro no es igual con o sin amor. El cerebro enamorado es diferente. En una situación de amor se produce una elevación de adrenalina, un aumento de dopamina y una disminución de serotonina”, afirma en una entrevista con Infosalus el médico especialista en clínica médica y cardiólogo el argentino Daniel López Rosetti, con motivo de la publicación de ‘Emoción y sentimientos’ (Ariel).
Así, señala que el cerebro es capaz de cambiar de estructura gracias a su poder de plasticidad, que le permite formar diferentes y nuevas conexiones neuronales. “Un cambio en el cableado neuronal que privilegia la mayor interconexión entre ciertas neuronas y la modificación en otros, un cambio físico visible, anatómico. Esto es lo que sucede en un proceso de aprendizaje, y la sociabilización y la conducta también son procesos de aprendizaje que determinan cambios cerebrales. Como el amor. Con el amor el cerebro cambia”, argumenta el médico especialista.
Según indica, el amor de pareja, como ventaja evolutiva, consolida una relación recíproca de mutuo interés y cuidado, e incluye en su génesis y sostenimiento el deseo sexual. “El sentimiento más antiguo es el amor. Fue el que determinó que macho y hembra estén más juntos para que las crías puedan sobrevivir”, explica el doctor López Rosetti.
ÁREAS DEL CEREBRO QUE SE ACTIVAN CON EL AMOR
Por otro lado, señala que existen áreas cerebrales que se activan sólo ante el estímulo del amor, como en el caso de la ínsula o quinto lóbulo cerebral, que está comprobado que recoge funciones relacionadas con el amor, aunque también con el odio. “Amor y odio conviven en el mismo área cerebral”, advierte, y por eso también recuerda el famoso dicho de que ‘del amor al odio hay un paso’, y esto es así porque coexisten ambos en el mismo lóbulo cerebral.
Así, resalta que los métodos actuales de estudio por medio de neuroimágenes permiten distinguir las áreas cerebrales que se accionan ante el deseo y ante el amor, qué áreas son de actividad común, y también la secuencia temporal en la activación.
“Cuando se promueve a una persona a que haga referencia al ser que ama, los escáneres cerebrales revelan que se activa específicamente la parte anterior del lóbulo de la ínsula. El sentimiento de amor es un reflejo de la activación de esta área de nuestro cerebro. En cambio, el deseo sexual se localiza en la parte posterior del lóbulo de la ínsula. Como vemos, en esta región cerebral habitan ambas funciones. La atracción sexual es base y cimiento del amor y el amor contiene en su seno el deseo. Como ‘ínsula’ significa ‘isla’ podríamos decir que en una isla del cerebro conviven el amor y el deseo”, añade López Rosetti.
A su vez, indica que cuando se activan las áreas cerebrales involucradas en el deseo sexual se produce como contrapartida una disminución de la activación de aquellas otras áreas cerebrales responsables del razonamiento crítico, ubicadas en los lóbulos frontales, los responsables del pensamiento. “Esto justifica la afirmación popular de que ‘el enamorado no razona’”, cree el cardiólogo.
Según estudios científicos, añade que otras áreas cerebrales que intervienen en la excitación sexual, registradas mediante el estudio de resonancia magnética funcional son: el hipotálamo, la ínsula, el estriado ventral, el hipocampo, áreas del sistema límbico, la corteza cingulada anterior, áreas específicas del lóbulo occipital y del lóbulo temporal, la circunvolución frontal media, la circunvolución temporal superior, la circunvolución precentral, la conjunción temporoparietal, el lóbulo parietal y inferior y la corteza somatosensorial.
“Estas áreas también se activan cuando percibimos emocionalmente que lo hacen en la pareja: cuando una persona nota activación emocional sexual en otra, también experimenta una activación de sus propias áreas cerebrales que evocan esa emoción de excitación sexual, una suerte de activación sexual recíproca”, indica.