Cáncer de próstata, ¿qué es mejor la terapia IMRT o la de protones?

Archivo - Prostata. - GETTY IMAGES/ISTOCKPHOTO / PALMIHELP - ARCHIVO

MADRID 8 Oct. (EUROPA PRESS) -

Las personas con cáncer de próstata de riesgo bajo e intermedio tratadas con cualquiera de los dos tipos de radioterapia contemporánea (terapia con haz de protones o radioterapia de intensidad modulada [IMRT]) lograron tasas igualmente altas de control del tumor sin diferencias en la calidad de vida informada por los pacientes, según un ensayo clínico de fase III, el primero de su tipo, que compara las dos tecnologías. Los hallazgos del ensayo PARTIQoL se presentan en la Reunión Anual de la Sociedad Estadounidense de Oncología Radioterapéutica (ASTRO) por expertos del Hospital General de Massachusetts (Estados Unidos).

"Probamos dos formas contemporáneas y avanzadas de radiación de haz externo para un cáncer muy común, y demostramos que ambas son tratamientos muy seguros y efectivos que brindan a los pacientes excelentes resultados en términos de calidad de vida y control del cáncer", relata Jason Efstathiou, investigador principal del ensayo y vicepresidente de asuntos académicos y de la facultad en el departamento de oncología radioterápica del Hospital General de Massachusetts.

Los pacientes a los que se les diagnostica cáncer de próstata localizado, en el que el cáncer no se ha propagado fuera de la próstata y puede crecer lentamente, tienen muchas opciones de tratamiento. Alrededor del 70% de los nuevos casos de cáncer de próstata (más de 200.000 personas en los EE. UU. cada año) se diagnostican como enfermedad localizada. Y dado que muchos de estos pacientes sobrevivirán al cáncer y vivirán muchos años después del tratamiento, su calidad de vida se vuelve particularmente importante a la hora de tomar decisiones sobre el tratamiento, según Efstathiou.

La radioterapia de haz externo es una opción común para los pacientes con cáncer de próstata localizado. La mayoría de los tipos de esta terapia utilizan haces de fotones, la misma radiación que se utiliza en dosis más bajas para los rayos X. Los haces de fotones pueden llegar a los tumores en las partes más profundas del cuerpo, pero dispersan fragmentos de radiación en el camino, lo que puede provocar efectos secundarios en el área tratada. La radioterapia de haz externo, por ejemplo, es una forma avanzada de radiación basada en fotones que permite a los oncólogos moldear y modular los haces de radiación para que se adapten a la forma tridimensional de un tumor.

Otra opción de haz externo, la terapia de protones, utiliza protones en lugar de haces de fotones. Estas partículas cargadas matan el cáncer al producir una explosión repentina de energía una vez que se detienen dentro de un tumor. Debido a que esta liberación ocurre directamente en el sitio del tumor, los protones emiten menos radiación a lo largo de su trayectoria y es potencialmente menos probable que dañen el tejido sano circundante. Sin embargo, esta mayor precisión también implica costos significativamente más altos. El equipo especializado y las instalaciones necesarias para la terapia de protones están menos disponibles que los de la IMRT y el tratamiento puede ser sustancialmente más caro.

"Los pacientes tienen ahora muchas opciones para controlar su cáncer de próstata, pero tratar de analizar toda la información para entender las consecuencias para su calidad de vida puede resultar confuso", comenta Efstathiou, quien también es profesor de oncología radioterápica en la Facultad de Medicina de Harvard (Estados Unidos). "Para ayudarlos a tomar estas decisiones, comparamos directamente dos de las formas más avanzadas de radioterapia externa, la IMRT y la terapia con haz de protones".

Entre junio de 2012 y noviembre de 2021, Efstathiou y su equipo asignaron aleatoriamente a 450 pacientes con cáncer de próstata localizado de riesgo bajo o intermedio inscritos en 29 centros de reclutamiento para recibir terapia de protones o IMRT, sin terapia hormonal. La edad media fue de 68 años. Se pidió a los pacientes que informaran por sí mismos sobre sus funciones intestinales, urinarias y sexuales mediante cuestionarios al inicio y en múltiples momentos después del tratamiento; la mediana de seguimiento fue de 60,3 meses.

No se observaron diferencias entre los grupos de IMRT y protones en ninguno de los dominios de calidad de vida en ningún momento, y los pacientes tratados con cualquiera de las técnicas informaron solo pequeñas disminuciones clínicamente no significativas con respecto a los niveles iniciales. Por ejemplo, los pacientes informaron puntuaciones promedio de función intestinal de 93,7 (IMRT) y 93,5 (protones) sobre 100 al inicio; después de dos años, los promedios fueron 91,8 y 91,9, respectivamente, para una disminución de aproximadamente el 2% para cada grupo (p = 0,836). Los grupos tampoco difirieron en la supervivencia libre de progresión. Cinco años después del tratamiento, el 93,7% y el 93,4% de los pacientes tratados con IMRT y protones, respectivamente, no habían experimentado progresión tumoral (p=0,706).

"Podemos utilizar cualquiera de estas herramientas con resultados comparablemente excelentes", afirma Efstathiou. "Ha habido tantos avances en la administración de la radiación contemporánea, como la incorporación de haces escaneados y modulados y la obtención de imágenes en la habitación, que creo que las posibles brechas entre estas tecnologías se han reducido con el tiempo".

Tampoco se observaron diferencias sostenidas en la calidad de vida o la supervivencia entre los grupos en ninguno de los subgrupos predefinidos: enfermedad de riesgo bajo frente a riesgo intermedio, mayores frente a menores de 65 años, uso de espaciador rectal frente a no uso y esquema de fraccionamiento acortado frente a convencional. El doctor Efstathiou matizza que, sin embargo, se siguen realizando análisis sobre este gran conjunto de datos. "Puede haber subgrupos que se beneficien de una tecnología más que de otra, y continuamos activamente los análisis al respecto", agrega, señalando que el estudio solo comparó la eficacia de cada tecnología para pacientes con cáncer de próstata localizado y no en etapas más avanzadas de la enfermedad.

Para Efstathiou la finalización de este ensayo también es una victoria para el campo, que depende de tecnologías avanzadas que pueden ser difíciles de evaluar en un ensayo controlado aleatorio. "Para ofrecer la mejor atención basada en la evidencia es necesario poner a prueba rigurosamente las herramientas que utilizamos para esa atención. Por ejemplo, solemos utilizar ensayos controlados aleatorios para evaluar nuevos medicamentos, pero no necesariamente para nuevas tecnologías", argumenta. "Espero que nuestro trabajo demuestre que los ensayos controlados aleatorios son fundamentales para la evaluación de tecnologías".

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