MADRID 4 Jun. (EUROPA PRESS) -
Una nueva investigación demuestra que, al matar las bacterias intestinales esenciales, los antibióticos hacen estragos en la motivación y la resistencia de los atletas. El estudio, realizado sobre ratones y dirigido por la Universidad de California (UC Riverside) sugiere que el microbioma es un factor importante que separa a los atletas de los teleadictos, según publican sus autores en la revista 'Behavioural Processes'.
Otros estudios han examinado la forma en que el ejercicio afecta al microbioma, pero este estudio es uno de los pocos que examinan lo contrario: cómo las bacterias intestinales también afectan a los comportamientos de ejercicio voluntario. El ejercicio voluntario implica tanto la motivación como la capacidad deportiva.
"Creíamos que la colección de bacterias intestinales de un animal, su microbioma, afectaría a los procesos digestivos y a la función muscular, así como a la motivación para diversos comportamientos, incluido el ejercicio --comenta Theodore Garland, fisiólogo evolutivo de la UCR en cuyo laboratorio se realizó la investigación--. Nuestro estudio refuerza esta creencia".
Los investigadores confirmaron a través de muestras fecales que, tras 10 días de antibióticos, las bacterias intestinales se redujeron en dos grupos de ratones: unos criados para correr mucho y otros que no.
Ninguno de los dos grupos de ratones mostró signos de comportamiento enfermizo por el tratamiento con antibióticos. Así, cuando la carrera en rueda de los ratones atléticos se redujo en un 21%, los investigadores estaban seguros de que el daño del microbioma era el responsable. Además, los ratones que corrían mucho no recuperaron su comportamiento al correr ni siquiera 12 días después de que se interrumpiera el tratamiento con antibióticos.
El comportamiento de los ratones normales no se vio significativamente afectado ni durante el tratamiento ni después. "Un deportista ocasional con una lesión menor no se vería muy afectado. Pero en un atleta de clase mundial, un pequeño contratiempo puede ser mucho más magnificado --subraya Monica McNamara, estudiante de doctorado de biología evolutiva de la UCR y primera autora del trabajo--. Por eso queríamos comparar los dos tipos de ratones". La eliminación del microbioma intestinal normal podría compararse con una lesión".
Una de las formas en que el microbioma podría afectar al ejercicio en los ratones o en los humanos es a través de su capacidad para transformar los carbohidratos en sustancias químicas que viajan por el cuerpo y afectan al rendimiento muscular.
"Los productos finales metabólicos de las bacterias del intestino pueden reabsorberse y utilizarse como combustible --explica Garland--. Menos bacterias buenas significa menos combustible disponible".
De cara al futuro, los investigadores quieren identificar las bacterias específicas responsables del aumento del rendimiento deportivo. "Si podemos identificar los microbios adecuados, existe la posibilidad de utilizarlos como terapia para ayudar a la gente media a hacer más ejercicio", apunta Garland.
Se sabe que la falta de ejercicio es un importante factor de riesgo para aspectos de la salud mental, incluida la depresión, así como de la salud física, como el síndrome metabólico, la diabetes, la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y la osteoporosis. Muchos en la comunidad de la salud pública querrían promover el ejercicio, pero pocos han encontrado la manera de hacerlo con éxito.
"Aunque estamos estudiando ratones, su fisiología es muy similar a la de los humanos. Cuanto más aprendamos de ellos, más posibilidades tendremos de mejorar nuestra propia salud", afirma Garland.
Ciertos alimentos también pueden aumentar las bacterias intestinales deseables. Mientras se desarrolla la investigación sobre los "probióticos", Garland recomienda a los interesados en promover la salud en general que mantengan una dieta equilibrada, además de hacer ejercicio con regularidad.
"Sabemos por estudios anteriores que la dieta occidental, rica en grasas y azúcares, puede tener un efecto negativo en la biodiversidad del intestino y probablemente, por extensión, en la capacidad atlética y posiblemente incluso en la motivación para hacer ejercicio", concluye Garland.