MADRID, 7 Dic. (EUROPA PRESS) -
Científicos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) han identificado un fármaco no patentado que puede reutilizarse para prevenir el COVID-19 y que puede ser capaz de proteger contra futuras variantes del virus, en una investigación que incluye una combinación única de mini-órganos, órganos de donantes, estudios en animales y pacientes.
La investigación, publicada en la revista 'Nature', ha demostrado que un fármaco existente utilizado para tratar un tipo de enfermedad hepática es capaz de "bloquear" la puerta por la que el SARS-CoV-2 entra en las células, un receptor en la superficie celular conocido como ACE2. Dado que este fármaco se dirige a las células huésped y no al virus, debería proteger contra futuras nuevas variantes del virus, así como contra otros coronavirus que pudieran surgir.
Si se confirma en ensayos clínicos de mayor envergadura, podría ser un fármaco vital para proteger a aquellas personas para las que las vacunas son ineficaces o inaccesibles, así como a los individuos con mayor riesgo de infección.
El doctor Fotios Sampaziotis, del Instituto de Células Madre Wellcome-MRC de la Universidad de Cambridge y el Hospital de Addenbrooke, recuerda que "las vacunas nos protegen reforzando nuestro sistema inmunitario para que pueda reconocer el virus y eliminarlo, o al menos debilitarlo. Pero las vacunas no funcionan para todo el mundo -por ejemplo, los pacientes con un sistema inmunitario débil- y no todo el mundo tiene acceso a ellas. Además, el virus puede mutar a nuevas variantes resistentes a las vacunas", advierte.
"Nos interesa encontrar formas alternativas de protegernos de la infección por el SARS-CoV-2 que no dependan del sistema inmunitario y puedan complementar la vacunación --añade--. Hemos descubierto una forma de cerrar la puerta al virus, evitando que entre en nuestras células en primer lugar y protegiéndonos de la infección".
El doctor Sampaziotis había trabajado anteriormente con organoides de miniductos biliares para estudiar enfermedades de las vías biliares. Los organoides son grupos de células que pueden crecer y proliferar en cultivo, adoptando una estructura tridimensional que tiene las mismas funciones que la parte del órgano que se estudia.
Con ellos, los investigadores descubrieron -de forma bastante casual- que una molécula conocida como FXR, presente en grandes cantidades en estos organoides de los conductos biliares, regula directamente la "puerta" viral ACE2, abriéndola y cerrándola de forma efectiva. A continuación, demostraron que el ácido ursodesoxicólico (UDCA), un fármaco sin patente utilizado para tratar una forma de enfermedad hepática conocida como colangitis biliar primaria, "desactiva" el FXR y cierra la puerta de entrada de la ECA2.
En este nuevo estudio, su equipo demostró que podía utilizar el mismo enfoque para cerrar la puerta ACE2 en los mini-pulmones y mini-intestinos -que representan los dos objetivos principales del SARS-CoV-2- y prevenir la infección viral.
El siguiente paso fue demostrar que el fármaco podía prevenir la infección no sólo en células cultivadas en laboratorio, sino también en organismos vivos. Para ello, el doctor Sampaziotis y su coautor profesor Ludovic Vallier, del Instituto de Salud de Berlín en Charité, se asociaron con el profesor Andrew Owen, de la Universidad de Liverpool, para demostrar que el fármaco prevenía la infección en hámsters expuestos al virus, que se utilizan como modelo de referencia para las pruebas preclínicas de fármacos contra el SARS-CoV-2. Los hámsters tratados con UDCA estaban protegidos de la variante delta del virus, que era nueva en ese momento y era parcialmente resistente a las vacunas existentes.
"Aunque necesitaremos ensayos aleatorios debidamente controlados para confirmar estos resultados, los datos aportan pruebas convincentes de que el UDCA podría funcionar como fármaco para proteger contra el COVID-19 y complementar los programas de vacunación, especialmente en grupos de población vulnerables --prosigue--. Como se dirige directamente al receptor ACE2, esperamos que pueda ser más resistente a los cambios resultantes de la evolución del pico del SARS-CoV-2, que dan lugar a la rápida aparición de nuevas variantes".
A continuación, los investigadores colaboraron con el profesor Andrew Fisher, de la Universidad de Newcastle, y con el profesor Chris Watson, del hospital de Addenbrooke, para comprobar si los resultados obtenidos en los hámsters eran válidos en los pulmones humanos expuestos al virus.
El equipo tomó un par de pulmones donados no aptos para el trasplante, los mantuvo respirando fuera del cuerpo con un ventilador y utilizó una bomba para hacer circular un fluido similar a la sangre a través de ellos para mantener los órganos en funcionamiento mientras se podían estudiar. Uno de los pulmones recibió el fármaco, pero ambos fueron expuestos al SARS-CoV-2. Efectivamente, el pulmón que recibió el fármaco no se infectó, mientras que el otro pulmón sí.
El profesor Fisher destaca que "este es uno de los primeros estudios en los que se comprueba el efecto de un fármaco en un órgano humano completo mientras se perfunde. Esto podría ser importante para el trasplante de órganos --subraya--: dados los riesgos de transmisión del COVID-19 a través de los órganos trasplantados, podría abrir la posibilidad de tratar los órganos con fármacos para eliminar el virus antes del trasplante".
Para pasar a los voluntarios humanos, el equipo de Cambridge colaboró con el profesor Ansgar Lohse, del Centro Médico Universitario de Hamburgo-Eppendorf (Alemania). "Reclutamos a ocho voluntarios sanos para que recibieran el fármaco-- explica--. Cuando hicimos un frotis de la nariz de estos voluntarios encontramos niveles más bajos de ACE2, lo que sugiere que el virus tendría menos oportunidades de introducirse e infectar sus células nasales, la principal puerta de entrada del virus".
Aunque no fue posible llevar a cabo un ensayo clínico a gran escala, los investigadores examinaron los datos sobre los resultados de COVID-19 de dos cohortes independientes de pacientes, comparando a los individuos que ya estaban tomando UDCA para sus afecciones hepáticas con los pacientes que no recibían el fármaco. Descubrieron que los pacientes que recibían AUDC tenían menos probabilidades de desarrollar una COVID-19 grave y de ser hospitalizados.
La primera autora y candidata al doctorado, Teresa Brevini, de la Universidad de Cambridge, asegura que "este estudio único dio la oportunidad de hacer ciencia realmente traslacional, utilizando un hallazgo de laboratorio para abordar directamente una necesidad clínica".
"Utilizando casi todos los enfoques a nuestro alcance, demostramos que un fármaco existente cierra la puerta al virus y puede protegernos del COVID-19 --prosigue--. Y lo que es más importante, como este fármaco funciona en nuestras células, no se ve afectado por las mutaciones del virus y debería ser eficaz incluso cuando surjan nuevas variantes".
El doctor Sampaziotis afirma que el fármaco podría ser una forma asequible y eficaz de proteger a aquellos para quienes la vacuna contra el COVID-19 es ineficaz o inaccesible. "Hemos utilizado el UDCA en la clínica durante muchos años, por lo que sabemos que es seguro y muy bien tolerado, lo que hace que su administración a personas con alto riesgo de COVID-19 sea sencilla", apunta.
"Este comprimido cuesta poco, puede producirse en grandes cantidades rápidamente y almacenarse o enviarse con facilidad, lo que facilita su despliegue rápido durante los brotes, especialmente contra las variantes resistentes a las vacunas, cuando podría ser la única línea de protección a la espera de que se desarrollen nuevas vacunas --añade--. Somos optimistas en cuanto a que este medicamento podría convertirse en un arma importante en nuestra lucha contra el COVID-19".