MADRID, 10 May. (EUROPA PRESS) -
La tuberculosis (TB) sigue cobrándose más de un millón de vidas cada año y el problema se agrava a medida que el 'Mycobacterium tuberculosis', el patógeno que causa la tuberculosis, sigue desarrollando resistencia a los antibióticos utilizados para tratar la enfermedad. Ahora, han identificado marcadores genéticos poco comunes que podrían mejorar la detección temprana de las cepas resistentes a los medicamentos de la enfermedad, ayudando a prevenir su propagación, según publican en la revista 'Antimicrobial Agents and Chemotherapy'.
Para comprobar si una persona tiene una cepa de tuberculosis que ya no responde al tratamiento estándar, los médicos cultivan muestras de mucosidad de las vías respiratorias y las bombardean con antibióticos.
"Pero como la tuberculosis crece tan lentamente, eso lleva semanas --explica el profesor de salud pública de la Universidad Estatal de San Diego (Estados Unidos), Faramarz Valafar--. En esas semanas ese paciente va por ahí propagando la tuberculosis que podría ser resistente a los antibióticos".
Señala que las herramientas de diagnóstico molecular son mucho más rápidas. Éstas analizan los marcadores genéticos comunes de resistencia a los fármacos y permiten un tratamiento más oportuno, pero las cepas de tuberculosis con mecanismos de resistencia poco comunes siguen eludiendo la detección molecular.
"No tienen los marcadores genéticos comunes, pero son resistentes --explica Valafar, lo que lleva a los médicos a concluir erróneamente que los fármacos estándar contra la tuberculosis matarán la bacteria--. Y así el paciente recibe la medicación equivocada y sigue infectando a otros durante semanas -a veces meses- antes de darse cuenta de que esos medicamentos no están funcionando. Así que realmente queremos prevenir eso".
Los investigadores obtuvieron muestras de 'M. tuberculosis de siete países diferentes donde la resistencia a los antibióticos es común. El cultivo de las muestras reveló que algunas eran efectivamente resistentes a los fármacos, aunque los diagnósticos moleculares no las habían detectado.
"Primero confirmamos que no tenían los marcadores conocidos y luego empezamos a buscar qué otras mutaciones aparecen exclusivamente en estos aislados resistentes inexplicables", explica Derek Conkle-Gutiérrez, estudiante de doctorado en el laboratorio de Valafar, que dirigió la búsqueda de mutaciones genéticas raras asociadas a la resistencia.
Los investigadores identificaron un conjunto de mutaciones genéticas raras que pueden ayudar a bloquear el fármaco común de la tuberculosis, la kanamicina, para que no interfiera con la capacidad del patógeno de sintetizar las proteínas que necesita, haciéndolo inofensivo para el patógeno. Otro conjunto de mutaciones podría hacer lo mismo con el fármaco antituberculoso capreomicina.
"Este manuscrito identifica marcadores potenciales; queda por delante el trabajo de confirmación para la selección de marcadores para la próxima generación de plataformas de diagnóstico molecular más completas", afirma Valafar.
Y añade que, dada la evolución de la resistencia a los antibióticos, los diagnósticos moleculares deberán actualizarse con frecuencia y adaptarse a las distintas regiones del mundo en las que la resistencia a los antibióticos en la tuberculosis es habitual.
"La práctica de ir y buscar realmente estos casos inexplicables, traerlos y secuenciarlos, es un proyecto grande y costoso, pero es necesario hacerlo para encontrar estos casos raros para que no se escapen y se propaguen, causando más resistencia a los antibióticos que simplemente no se detecta", subraya Conkle-Gutiérrez.
Como aprendieron los investigadores durante el siglo XX, el uso generalizado de antibióticos que salvan vidas puede haber transformado la medicina, pero los patógenos bacterianos, como el 'M. tuberculosis', desarrollaron rápidamente resistencia a ellos.
Esto se debe a que las cepas de bacterias que sobreviven al ataque de estos potentes fármacos albergan mutaciones que les permiten persistir y multiplicarse en número. Y se ve agravado por el uso de antibióticos en el ganado y para infecciones no bacterianas en los seres humanos, como las causadas por virus.
Se calcula que aproximadamente una cuarta parte de la población mundial está infectada por la tuberculosis, que tiene dos fases: latente y activa. La mayoría de las personas permanecen en la fase latente porque el sistema inmunitario del organismo mantiene la carga bacteriana bajo control. Permanecen sin síntomas y no son contagiosas. Alrededor del 10% de esas infecciones se convierten en tuberculosis activa. Los pacientes experimentan entonces síntomas y pueden contagiar la enfermedad a otras personas.
"Es una preocupación de salud pública muy importante también para Estados Unidos --apunta Valafar--. El temor es que otras infecciones pulmonares como el COVID puedan sobrecargar el sistema inmunitario y provocar que la TB pase a su fase activa. Si esto ocurre, la TB se convertirá en un problema mayor también en el mundo occidental. Ya lo hemos visto en las coinfecciones del VIH. Aunque el VIH no es una enfermedad pulmonar, como debilita el sistema inmunitario, provoca la activación de la tuberculosis. La mayoría de los pacientes con VIH mueren de tuberculosis y no de VIH".
En definitiva, indican que se necesita urgentemente una vacuna eficaz contra la tuberculosis. Hasta entonces, la mejora del diagnóstico molecular para la detección de la resistencia a los antibióticos es importante para controlar la morbilidad. Con este fin, el laboratorio de Valafar ha recibido recientemente una subvención para secuenciar directamente la tuberculosis resistente a los medicamentos a partir de tejido pulmonar infectado.
"Y eso realmente romperá algunas barreras a las que se ha enfrentado la comunidad investigadora de la tuberculosis", concluye.