MADRID, 21 Ene. (EUROPA PRESS) -
Un estudio de la Universidad de Arkansas (Estados Unidos) sugiere que el ejercicio, incluso si no se adopta hasta las etapas más tardías de la vida, puede retrasar los efectos del envejecimiento.
A estas alturas, los beneficios del ejercicio han quedado bien documentados, como el aumento de la fuerza de los huesos y los músculos, la mejora de la movilidad y la resistencia, y la disminución del riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes e hipertensión.
Este trabajo, publicado en la revista científica 'Aging Cell', indica además que el deporte puede mantenerte más joven. No sólo para parecer más joven, sino para serlo de verdad, a nivel epigenético.
Aunque el artículo está repleto de datos y refleja el uso de varias herramientas de análisis, el experimento que generó los datos fue relativamente sencillo. Los ratones de laboratorio que se acercaban al final de su vida natural, a los 22 meses, tuvieron acceso a una rueda de ejercicio con peso.
Por lo general, los ratones no necesitan ninguna coacción para correr y lo hacen voluntariamente. Los ratones más viejos corren entre seis y ocho kilómetros al día, sobre todo a rachas, mientras que los más jóvenes pueden correr hasta 10-12 kilómetros. La rueda lastrada les aseguraba la musculatura. Aunque no hay una analogía directa con la mayoría de las rutinas de ejercicio de los humanos, los investigadores lo comparan con "un soldado que lleva una pesada mochila muchos kilómetros".
Cuando se estudió a los ratones después de dos meses de carrera progresiva con rueda lastrada, se determinó que tenían la edad epigenética de ratones ocho semanas más jóvenes que los ratones sedentarios de la misma edad: 24 meses.
Aunque la cepa específica de los ratones y sus condiciones de alojamiento pueden influir en la duración de la vida, "históricamente, empiezan a disminuir a partir de los 24 meses a un ritmo significativo". No hace falta decir que, cuando la vida se mide en meses, ocho semanas más (aproximadamente el 10% de esa vida) es una ganancia notable.
METILACIÓN, MI QUERIDO WATSON
La ciencia que hay detrás de esto, aunque complicada, depende en gran medida de un proceso biológico conocido como metilación del ADN. Un reciente artículo de The New York Times sobre el trabajo del líder de este estudio, Kevin Murach, acerca de la memoria muscular describe la metilación "como un proceso en el que grupos de átomos, llamados grupos metilo, se adhieren al exterior de los genes como minúsculos percebes, haciendo que los genes sean más o menos propensos a activarse y producir determinadas proteínas".
A medida que el cuerpo envejece, tiende a aumentar la metilación del ADN, o incluso la hipermetilación, en los sitios promotores de los genes del músculo.
"Los cambios en la metilación del ADN a lo largo de la vida tienden a producirse de forma algo sistemática, hasta el punto de que se puede observar el ADN de alguien a partir de una determinada muestra de tejido y predecir con bastante exactitud su edad cronológica", detalla Murach. Por ello, los investigadores pueden utilizar uno de los diversos "relojes de metilación" para determinar la edad de una muestra de ADN.
Aunque el artículo refuerza los argumentos a favor del ejercicio, aún queda mucho por aprender. Aunque la conexión entre la metilación y el envejecimiento está clara, la conexión entre la metilación y la función muscular está menos clara.
Murach aún no está preparado para afirmar que la inversión de la metilación con el ejercicio sea la causa de la mejora de la salud muscular. "No es eso lo que se pretendía con el estudio", detalla. Sin embargo, tiene la intención de realizar futuros estudios para determinar si "los cambios en la metilación dan lugar a una alteración de la función muscular."