MADRID 19 Abr. (EUROPA PRESS) -
Las directrices médicas destinadas a reducir el riesgo de enfermedades cardíacas se centran en los niveles de colesterol en la sangre, incluyendo las lipoproteínas de baja densidad (LDL), etiquetadas como "colesterol malo", y las lipoproteínas de alta densidad (HDL), etiquetadas como "buenas". Ahora, un nuevo estudio, publicado en la revista 'Alzheimer's & Dementia: The Journal of the Alzheimer's Association', sugiere una importante conexión entre las partículas de colesterol bueno en el líquido cefalorraquídeo y la salud del cerebro también.
Investigadores de la Facultad de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California (USC), en Estados Unidos, tomaron muestras de líquido cefalorraquídeo de personas de 60 años o más y midieron la cantidad de pequeñas partículas de HDL en cada muestra. El equipo descubrió que un mayor número de estas partículas en el líquido se asocia con dos indicadores clave de que las partículas podrían tener un efecto protector contra la enfermedad de Alzheimer.
Un indicador es un mejor rendimiento en las pruebas cognitivas. El otro indicador son los mayores niveles circulantes en el líquido cefalorraquídeo de un péptido concreto -como una proteína, pero más pequeña- llamado beta amiloide 42. Aunque ese péptido contribuye a la enfermedad de Alzheimer cuando se pliega mal y se aglutina en las neuronas, una mayor concentración que circula por el cerebro y la columna vertebral está relacionada con un menor riesgo de padecer la enfermedad.
"Este estudio representa la primera vez que se contabilizan las pequeñas partículas de HDL en el cerebro --destaca el doctor Hussein Yassine, profesor asociado de medicina y neurología en la Facultad de Medicina Keck de la USC--. Pueden estar implicadas en la eliminación y excreción de los péptidos que forman las placas amiloides que vemos en la enfermedad de Alzheimer, por lo que especulamos que podría haber un papel para estas pequeñas partículas de HDL en la prevención".
Los investigadores reclutaron a 180 participantes sanos con una edad media de casi 77 años y analizaron muestras de su plasma sanguíneo y líquido cefalorraquídeo.
Utilizando una técnica sensible conocida como movilidad iónica, desarrollada originalmente por el coautor del estudio, el doctor Ronald Krauss, de la Universidad de California en San Francisco, los investigadores pudieron identificar, contar y medir el tamaño de las partículas individuales de HDL. Un subconjunto de 141 participantes también completó una batería de pruebas cognitivas.
De los participantes que realizaron las pruebas cognitivas, los que tenían niveles más altos de partículas pequeñas de HDL en su líquido cefalorraquídeo obtuvieron mejores resultados, independientemente de su edad, sexo, educación o de si eran portadores o no del gen APOE4, que los pone en mayor riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer.
La correlación era aún mayor entre los que no tenían deterioro cognitivo. Las pruebas sugieren que estas partículas de HDL pueden ser clave para encontrar tratamientos que funcionen en las primeras fases del proceso de la enfermedad, mucho antes de que se produzca el deterioro cognitivo.
"Lo que descubrimos aquí es que antes de la aparición del deterioro cognitivo, estos aceites -estas pequeñas partículas de HDL- están lubricando el sistema y manteniéndolo sano --explica--. Hay un momento en el que se puede intervenir con ejercicio, fármacos o cualquier otra cosa para mantener sanas las células cerebrales. Todavía tenemos que entender los mecanismos que promueven la producción de estas partículas, para poder fabricar fármacos que aumenten las pequeñas HDL en el cerebro".
Yassine y su equipo se vieron abocados a estudiar las partículas de HDL en el cerebro por las muchas formas en que mantienen el cerebro sano. Ayudan a formar las vainas que aíslan el cerebro y las células nerviosas para que puedan comunicarse rápidamente entre sí, y desempeñan un papel en el crecimiento y la reparación de las neuronas. También parecen ayudar a prevenir la inflamación de la barrera entre el cerebro y el sistema sanguíneo, que puede provocar un deterioro cognitivo.
Pero a diferencia de la mayoría de las HDL en la sangre, las partículas de HDL en el cerebro son más pequeñas y necesitan una proteína llamada apolipoproteína E, o ApoE, para hacer todo ese trabajo. El factor de riesgo más fuerte de la enfermedad de Alzheimer, el gen APOE4, es una mutación o variante del gen APOE que codifica esa misma proteína.
Yassine y sus colegas ya tienen en marcha estudios con microscopía electrónica -que puede captar imágenes hasta el nivel molecular- para comprender mejor la estructura y la función de la ApoE HDL. También esperan estudiar la ApoE HDL y el riesgo de Alzheimer a lo largo del tiempo en grupos más amplios de participantes, con la vista puesta en dilucidar factores como los efectos de los medicamentos y de enfermedades como la diabetes.
"La gente se está dando cuenta de que hay algo más en la enfermedad de Alzheimer de inicio tardío --comenta Yassine--. Quizá sea igualmente interesante ver cómo los lípidos interactúan con el amiloide o cómo los nuevos tratamientos pueden centrarse no sólo en el amiloide o la tau, sino también en las grasas y la ApoE".