MADRID, 30 Ago. (EUROPA PRESS) -
Un equipo de la Universidad de Ginebra (UNIGE), en Suiza, en colaboración con el Hospital Parini y la Universidad del Valle de Aosta, ambos en Italia, ha comprobado que observó que cuando la madre habla a su bebé prematuro en el momento en el que se le somete a una intervención médica, los signos de expresión de dolor del bebé disminuían y su nivel de oxitocina -la hormona que interviene en el apego y que también está relacionada con el estrés- aumentan significativamente, lo que podría atestiguar una mejor gestión del dolor.
Estos resultados, que se publican en la revista 'Scientific Reports', demuestran la importancia de la presencia de los padres con los bebés prematuros, que están sometidos a un intenso estrés desde el nacimiento, una presencia que tiene un impacto real en su bienestar y desarrollo.
En cuanto nacen antes de las 37 semanas de gestación, los bebés prematuros son separados de sus padres y colocados en una incubadora, a menudo en cuidados intensivos. Tienen que someterse a intervenciones médicas diarias, necesarias para mantenerlos vivos (intubación, toma de muestras de sangre, sonda de alimentación, etc.), que tienen un impacto potencial en su desarrollo y en el manejo del dolor.
Desafortunadamente no siempre es posible aliviarlos con analgésicos farmacéuticos, ya que los efectos secundarios a corto y largo plazo sobre su desarrollo neurológico pueden ser importantes. Existen otras formas de aliviar al bebé, como el envoltorio, la contención, las soluciones azucaradas o la succión no nutritiva con tetina.
Sin embargo, desde hace varios años, los estudios demuestran que la presencia de la madre o el padre tiene un verdadero efecto tranquilizador en el niño, sobre todo a través de las modulaciones emocionales de la voz.
Por ello, el equipo de Didier Grandjean, profesor titular de la Sección de Psicología de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación (FPSE) y del Centro Suizo de Ciencias Afectivas (CISA) de la UNIGE, se ha interesado por el contacto vocal precoz entre la madre y el bebé prematuro, por el impacto de la voz de la madre en la gestión del dolor resultante de las prácticas rutinarias necesarias para el seguimiento de los bebés, y por los mecanismos psicológicos y cerebrales que estarían implicados.
Para comprobar esta hipótesis, los científicos hicieron un seguimiento de 20 bebés prematuros en el Hospital Parini de Italia y pidieron a la madre que estuviera presente durante el análisis de sangre diario, que se realiza extrayendo unas gotas de sangre del talón.
"Centramos este estudio en la voz materna, porque en los primeros días de vida es más difícil que el padre esté presente, debido a las condiciones de trabajo que no siempre permiten días libres", dice la doctora Manuela Filippa, investigadora del grupo de Didier Grandjean y primera autora del estudio.
El estudio se realizó en tres fases a lo largo de tres días, lo que permitió la comparación: una primera inyección se realizó sin la presencia de la madre, una segunda con la madre hablando al bebé y una tercera con la madre cantando al bebé. El orden de estas condiciones cambiaba aleatoriamente.
"Para el estudio, la madre empezó a hablar o cantar cinco minutos antes de la inyección, durante la inyección y después del procedimiento", dice el investigador de Ginebra. También se midió la intensidad de la voz, para que cubriera el ruido circundante, ya que los cuidados intensivos suelen ser ruidosos debido a las ventilaciones y otros dispositivos médicos.
En primer lugar, el equipo de investigación observó si el dolor del bebé disminuía en presencia de la madre. Para ello, utilizaron el Perfil de Dolor del Bebé Prematuro (PIPP), que establece una parrilla de codificación entre 0 y 21 para las expresiones faciales y los parámetros fisiológicos (latidos del corazón, oxigenación) que atestiguan los sentimientos de dolor del bebé.
"Para codificar el comportamiento de los bebés prematuros, filmamos cada prueba de sangre y juzgamos los vídeos "a ciegas", por personal formado, sin sonido, para no saber si la madre estaba presente o no", señala Didier Grandjean.
Los resultados son significativos: el PIPP es de 4,5 cuando la madre está ausente y baja a 3 cuando la madre le habla al bebé. "Cuando la madre canta, el PIPP es de 3,8. Esta diferencia con la voz hablada puede explicarse por el hecho de que la madre adapta menos sus entonaciones vocales a lo que percibe en su bebé cuando canta, porque está en cierto modo constreñida por la estructura melódica, lo que no ocurre cuando habla", subraya el profesor de Ginebra.
Los científicos analizaron entonces qué cambia en el bebé cuando oye hablar a su madre. "Rápidamente nos fijamos en la oxitocina, la llamada hormona del apego, que estudios anteriores ya habían relacionado con el estrés, la separación de las figuras de apego y el dolor", explica la doctora Manuela Filippa.
Utilizando una muestra de saliva indolora antes de que la madre hablara o cantara y después del pinchazo en el talón, el equipo de investigación descubrió que los niveles de oxitocina aumentaban de 0,8 picogramos por mililitro a 1,4 cuando la madre hablaba. "En términos de oxitocina, se trata de un aumento significativo", afirma.
Estos resultados demuestran el impacto positivo de la presencia de la madre cuando los bebés prematuros se someten a procedimientos médicos dolorosos. "Demostramos aquí la importancia de reunir a padres e hijos, especialmente en el delicado contexto de los cuidados intensivos", subraya Manuela Filippa.
"Además, los padres desempeñan aquí un papel protector y pueden actuar y sentirse implicados en ayudar a su hijo a estar lo mejor posible, lo que refuerza los vínculos de apego esenciales que se dan por descontados en un parto a término", concluye Didier Grandjean.