MADRID, 9 Abr. (EUROPA PRESS) -
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Monash, en Australia, ha comprobado que el consumo habitual de alimentos cocinados o procesados a altas temperaturas, incluidos los asados, las patatas fritas y los productos de panadería, hace que un componente del sistema inmunitario innato se vuelva hiperactivo, lesionando los riñones.
Sus experimentos con ratas han establecido que ciertos compuestos, que se forman cuando los alimentos son tratados térmicamente durante su producción, aumentan el riesgo de enfermedades como la enfermedad renal crónica, revelando un mecanismo por el cual las dietas ricas en alimentos ultraprocesados perjudican nuestra salud.
A medida que las sociedades han aumentado su consumo de alimentos procesados en las últimas décadas, también han aumentado las enfermedades microvasculares, con una enfermedad renal crónica que afecta a casi el 14% de la población general.
Los productos finales de glicación avanzada (AGE), que se generan a partir de mezclas de aminoácidos y azúcares reductores cuando los alimentos se tratan térmicamente para potenciar su sabor y aroma, se reconocen cada vez más como componentes causantes de enfermedades en los alimentos procesados.
Sin embargo, aún no está claro en qué medida el consumo a largo plazo de alimentos procesados influye en la permeabilidad intestinal (lo que podría permitir la entrada de bacterias y toxinas en el torrente sanguíneo) y en los trastornos microvasculares.
Para entender mejor los efectos de una dieta tratada térmicamente, Matthew Snelson y sus colegas de la Universidad de Monash alimentaron a ratas con comida para roedores procesada térmicamente o sin hornear durante 24 semanas, y descubrieron que las ratas alimentadas con la dieta tratada térmicamente experimentaron una fuga de albúmina (una proteína que ayuda a mantener el líquido en el torrente sanguíneo) cinco veces mayor en su orina que las de control, lo que indica daño renal.
Las ratas alimentadas con la dieta tratada con calor también mostraron signos adicionales de enfermedad renal crónica temprana, incluyendo un aumento de la fibrosis tubulointersticial y cambios en un mechón de capilares que participan en la filtración de la sangre.
Para comprobar si los AGE eran los culpables de estos cambios, administraron un fármaco que contiene el inhibidor de la vía de los AGE, el cloruro de alagebrium, a las ratas alimentadas con la dieta especial, observando mejoras en sus lesiones renales y problemas de salud relacionados.
Para comprender mejor los mecanismos a través de los cuales las dietas tratadas con calor causan la enfermedad renal, los autores analizaron las proteínas en el suero de las ratas. Los autores observaron la presencia de una proteína, denominada componente del complemento C3, exclusivamente en las ratas alimentadas con la dieta tratada térmicamente.
Esta proteína forma parte del sistema inmunitario innato del complemento, una sofisticada red de proteínas que se activa ante patógenos invasores o lesiones tisulares.
"Podemos hacer formulaciones alimentarias alternativas o alimentos funcionales destinados a amortiguar la respuesta debida a la ingesta de alimentos procesados --dice Melinda Coughlan, autora correspondiente del estudio--. Por ejemplo, podemos añadir almidón resistente a los alimentos procesados, lo que favorecería el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino y protegería de la inflamación. No obstante, el consejo dietético sería reducir la ingesta de alimentos muy procesados", advierte.