MADRID, 27 Ene. (INFOSALUS) -
Los alimentos funcionales pueden formar parte de la alimentación de cualquier persona pero están especialmente indicados en aquellas con necesidades nutricionales especiales (embarazadas y niños), con estados carenciales, intolerancias a determinados alimentos, mayores y quienes padezcan enfermedades cardiovasculares, gastrointestinales u osteoporosis.
Según explican en el sitio web de la Guía de Alimentación y Salud de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), existen alimentos funcionales naturales y modificados. Los naturales son alimentos que contienen propiedades beneficiosas por sí mismos, sin necesidad de que se realice ninguna modificación, como avena, tomates, brócoli, aceite de oliva, yogures o pescado.
Sin embargo, los alimentos funcionales modificados pueden ser muy variados como aquellos a los que se les incorpora algún ingrediente (omega 3 o jalea real); alimentos en los que se sustituye unos componentes por otros (azúcar por edulcorantes); alimentos a los que se elimina algún componente (desnatados, sin sal o sin gluten); aquellos a los que se les aumenta la concentración de un componente (calcio, vitaminas o ácido fólico); u otros a los que se les altera la biodisponibilidad de algún componente (yogures con esteroles vegetales).
Las características que según señalan desde el portal de la UNED, un proyecto dirigido por las profesoras de Nutrición y Dietética Coral Calvo y Consuelo Boticario, debe cumplir un alimento funcional son las siguientes:
* Debe producir un efecto fisiológico beneficioso sobre el estado de salud físico o mental y/o reducir el riesgo de enfermedad.
* Sus propiedades beneficiosas deben estar demostradas mediante una sólida y verdadera base científica.
* El componente alimentario responsable de sus efectos fisiológicos debe ser caracterizado por sus propiedades físicas y químicas, así como identificado y cuantificado por los métodos analíticos posibles.
* El compuesto citado tendrá que haber sido evaluado en poblaciones humanas en relación con su absorción, distribución, metabolismo, excreción y metabolismo de acción.
* Debe ser efectivo en todos los miembros de una población (edad, constitución genética, etc.).
* Debe mantener las características propias de un alimento: no puede presentarse como píldoras, cápsulas, comprimidos, polvos, etc. y debe poder ser integrado en la alimentación habitual del individuo.
* Las cantidades del consumo necesarias para manifestar sus efectos beneficiosos tienen que ser las habituales en un patrón normal de alimentación.
Además, de la completa información que despliega la UNED en esta Guía de Alimentación y Salud, se pueden extraer estas 5 cuestiones básicas sobre los alimentos funcionales:
1. Su origen nos lleva hasta Japón
Los alimentos funcionales tienen su origen en Japón en la década de los años 30, donde el doctor Minoru Shirota realizó una investigación sobre leche fermentada con fines preventivos en las enfermedades gastrointestinales. Fue en 1984 en este mismo país cuando se inventó el concepto de alimentos funcionales por científicos que estudiaban la relación entre nutrición, satisfacción sensorial y “fortificación”, como elementos para favorecer aspectos específicos para la salud.
En Europa los alimentos funcionales se introdujeron hacia la década de los 90 como consecuencia de un nuevo estilo de vida asociado a la vida laboral, un aumento del poder adquisitivo y la innovación en la industria alimentaria.
2. Un 50% de la población no sigue un estilo de vida saludable
Los cambios en los estilos de vida como la falta de tiempo para cocinar, el ritmo de vida actual, la falta de actividad física y la gran disponibilidad de alimentos ofertados han puesto de manifiesto desequilibrios alimentarios produciendo un aumento de ciertas enfermedades, entre las que destacan las cardiovasculares como primera causa de muerte y de hospitalización en España. La Organización Mundial de la Salud estima que un 50% de las personas no cumple con las recomendaciones de los expertos respecto a hábitos de vida y alimentación.
La búsqueda de nuevos alimentos y/o componentes alimentarios que aseguren el estado de salud y reduzcan el riesgo de padecer ciertas enfermedades se convierte así en un reto para la ciencia de la nutrición.
3. Una labor que une a científicos y empresarios
En los alimentos funcionales se integran dos puntos muy importantes y muy distintos. Por un lado tenemos la ciencia de la nutrición, encargada de investigar y probar los nuevos compuestos y/o alimentos que se van desarrollando y por otro lado la industria, productores y distribuidores del alimento que va a llegar finalmente hasta nuestras manos, los consumidores.
4. Oferta cada vez mayor
Actualmente en España se comercializan algo más de 200 tipos diferentes de alimentos funcionales. La industria de alimentos funcionales tiene un ritmo de crecimiento del 14%, según datos de Nielsen.
5. Legislación sobre alimentos funcionales
Sus condiciones de higiene y seguridad están reguladas como cualquier otro alimento. En el caso de nuevos alimentos y nuevos ingredientes alimentarios están regulados bajo una normativa específica. La legislación española y europea contempla que cuando se realicen afirmaciones relativas a que un producto está enriquecido con algún nutriente, el etiquetado debe indicar el aporte real del producto en ese componente.
La Unión Europea determina que la información que se incorpora a los envases y a la publicidad no puede atribuir propiedades preventivas, de tratamiento o curación de una enfermedad.
El organismo europeo ‘Functional Food Science in Europe’ (FUFOSE) va a regular la información dirigida al consumidor sobre los efectos beneficiosos que este tipo de alimentos ejercen para la nutrición y la prevención de enfermedades. La UE exigirá que esta información que llega a los consumidores sobre los alimentos funcionales esté probada científicamente.