MADRID 12 Sep. (EUROPA PRESS) -
Hay muchos mitos en torno a la hora de comer y a cómo puede influir en el peso corporal o en la salud", como aquel refrán que afirma que hay que "desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo". Exactamente, ¿qué hay de cierto en esa afirmación?
Un nuevo estudio publicado en la revista 'Cell Metabolism', y dirigido por la profesora Alexandra Johnstone, investigadora en el campo del control del apetito en el Instituto Rowett de la Universidad de Aberdeen (Reino Unido), observa que concentrar la mayoría de las calorías al principio del día reduce el hambre pero no afecta a la pérdida de peso.
Es decir, el hecho de que una persona ingiera su comida más copiosa a primera o última hora del día no afecta a la forma en que su cuerpo metaboliza las calorías, si bien quienes comieron su comida más copiosa por la mañana dijeron sentir menos hambre más tarde en el día, lo que podría fomentar una pérdida de peso más fácil en el mundo real.
"Esto ha sido impulsado en gran medida por el campo del ritmo circadiano, pero nosotros, en el campo de la nutrición, nos hemos preguntado cómo podría ser posible y a dónde iría la energía--prosigue--. Decidimos examinar más de cerca cómo interactúa la hora del día con el metabolismo".
En este estudio, los investigadores reclutaron a sujetos sanos con sobrepeso u obesidad para controlar sus dietas y medir sus metabolismos durante un periodo de tiempo; 16 hombres y 14 mujeres completaron el estudio.
A cada participante se le asignó aleatoriamente una dieta cargada por la mañana o una dieta cargada por la noche durante cuatro semanas. Las dietas eran isocalóricas, con un equilibrio del 30% de proteínas, 35% de carbohidratos y 35% de grasas. Tras un periodo de lavado de una semana en el que las calorías estaban equilibradas a lo largo del día, cada participante pasó a la dieta opuesta durante cuatro semanas. De este modo, cada participante actuaba como su propio control del estudio.
A lo largo del estudio, se midió el gasto energético diario total de los sujetos mediante el método del agua doblemente marcada, una técnica basada en isótopos que observa la diferencia entre las tasas de recambio del hidrógeno y el oxígeno del agua corporal en función de la producción de dióxido de carbono. El criterio de valoración principal del estudio fue el equilibrio energético medido por el peso corporal.
En general, los investigadores descubrieron que el gasto energético y la pérdida total de peso eran iguales en las dietas con carga matinal y en las dietas con carga vespertina. Los sujetos perdieron una media de algo más de 3 kg durante cada uno de los períodos de cuatro semanas.
Los puntos finales secundarios fueron el control subjetivo del apetito, el control glucémico y la composición corporal. "Los participantes informaron de que su apetito estaba mejor controlado los días que desayunaban más y que se sentían saciados durante el resto del día --señala Johnstone--. Esto podría ser bastante útil en el entorno del mundo real, frente al entorno de investigación en el que estábamos trabajando".
Johnstone señala que este tipo de experimento podría aplicarse al estudio del ayuno intermitente (también llamado alimentación restringida en el tiempo), para ayudar a determinar el mejor momento del día para que las personas que siguen este tipo de dieta consuman sus calorías.
El grupo tiene previsto ampliar su investigación sobre cómo afecta la hora del día al metabolismo realizando estudios similares al descrito aquí en sujetos que realizan trabajos por turnos. Es posible que estos individuos tengan respuestas metabólicas diferentes debido a la alteración de sus ritmos circadianos, señalan.
"Una cosa que es importante tener en cuenta es que cuando se trata de la sincronización y la dieta, no es probable que haya una dieta que se adapte a todos --concluye Johnstone--. Averiguar esto va a ser el futuro de los estudios sobre dietas, pero es algo muy difícil de medir".