MADRID, 5 Jun. (EUROPA PRESS) -
El estrés cambia nuestros hábitos alimenticios, pero el mecanismo puede no ser puramente psicológico, como sugiere una investigación en ratones publicada este martes en 'Cell Metabolism'. El estudio reveló que las madres de ratones estresadas eran más propensas a dar a luz a cachorros que mostrarían un comportamiento de comer compulsivamente más tarde en la vida.
Las hembras de ratón de madres estresadas compartieron las etiquetas epigenéticas en su ADN, pero estos marcadores epigenéticos sólo marcaron diferencia cuando los investigadores pusieron a la descendencia en una situación estresante. Además, los autores fueron capaces de prevenir su ingesta compulsiva poniendo a los ratones jóvenes en una dieta con niveles "equilibrados" de nutrientes como vitamina B12 y folato.
Estudios previos han encontrado un vínculo epidemiológico entre la alimentación compulsiva y los eventos traumáticos o estresantes durante la primera infancia, pero desentrañar la biología detrás de esa correlación ha resultado difícil. "Aquí establecimos un modelo en el que podemos demostrar realmente que el estrés en la vida temprana eleva la probabilidad de comerse compulsivamente en las mujeres", dice el coautor Alon Chen, neurobiólogo del Instituto Weizmann de Israel y el Instituto Max Planck de Psiquiatría de Munich, Alemania.
"La segunda cosa que es realmente interesante es que el estrés prenatal está causando una firma epigenética en el cerebro del embrión", añade Mariana Schroeder, investigadora postdoctoral que dirigió este estudio. Para probar el impacto del estrés prenatal, el equipó diseñó genéticamente una línea de ratones, donde el circuito cerebral responsable de liberar el cortisol y otras hormonas del estrés podría manipularse.
Muchos sistemas diferentes dentro del cerebro contribuyen al "estrés", pero los investigadores querían ser capaces de centrarse en un circuito neuroendocrino específico --llamado el sistema de liberación de corticotropina (CRF, por sus siglas en inglés)-- para ver si tenía efecto. En los seres humanos, los altos niveles de actividad del CRF se han relacionado con un aumento de la ansiedad, supresión del apetito e inflamación, todo lo cual puede tener un efecto a largo plazo.
Cuando estos ratones hembra se quedaron embarazadas, los investigadores activaron el sistema CRF durante su "tercer trimestre" con el fin de llevar el circuito de tensión a altos niveles. Su objetivo era simular el estrés CRF crónico aisladamente, pero ser manipulados por los seres humanos, por lo general, hace que todos los circuitos de estrés del ratón se pongan en marcha, por lo que desarrollaron una técnica de desencadenamiento del CRF con una intervención mínima.
"En realidad no manejamos a los ratones, simplemente cambiamos el agua que incluía el desencadenante genético en el tercer trimestre", dice Chen. El manejo de los ratones suele ser una fuente de estrés. Así, encontraron que las hembras de estos ratones tensionados exhibieron marcadores epigenéticos en el tejido de su hipotálamo, pero esto por sí solo no fue suficiente para provocar atracones.
INTERVENCIONES DIETÉTICAS NO INVASIVAS PUEDEN EVITAR LOS ATRACONES
La tendencia de los cachorros de ratón a la ingesta compulsiva sólo surgió cuando fueron colocados en una situación estresante donde los investigadores restringieron su acceso a los alimentos. Los ratones con una dieta de "acceso limitado" podían comer tanta comida gratificante como quisieran, pero sólo tenían acceso a la comida durante dos horas tres veces por semana, lo que llevó a algunos ratones a tomar cantidades excesivamente grandes de comida muy rápidamente durante estos tiempos.
Curiosamente, los 10 ratones hembra que fueron sometidos al escenario de alimentación restringida mostraron un fenotipo de comer compulsivamente. Los investigadores utilizaron un número igual de descendientes femeninos de las madres estresadas que no fueron sometidas al horario restringido de alimentación como control. Si las mismas vías están involucradas en los trastornos alimentarios humanos, podría explicar en parte por qué las mujeres diagnosticadas con trastornos alimentarios superan en número a sus homólogos masculinos.
Los productos químicos que las células usan para marcar epigenéticamente los genes proceden de fuentes alimentarias. En este caso, el marcador epigenético fue un marcador de metilación y la célula se agarra a grupos metilo de vitaminas como B12 y folato para el marcado epigenético, por lo que los investigadores decidieron probar qué sucedería si ajustaban los niveles de metilos de vitaminas en la dieta de los ratones.
Los ratones genéticamente predispuestos en la dieta equilibrada en metilos no muestran el comportamiento de comer compulsivamente, sugiriendo que las intervenciones dietéticas no invasivas pueden ser capaces de prevenir los atracones. Sin embargo, los investigadores enfatizan que se trata de un estudio pre-clínico en ratones y no se sabe cómo sería una dieta equilibrada con metilo para seres humanos o si incluso tendría algún efecto sobre los trastornos alimentarios humanos.
Chen espera que este trabajo ayude a los investigadores a entender la neurobiología detrás de los trastornos alimentarios. "El público en general es menos consciente del hecho de que estamos tratando con un mecanismo muy biológico que cambia a una persona. La gente dice que sólo está en el cerebro. Y sí, está en el cerebro. Implica cambios en los genes, el epigenoma y los circuitos cerebrales", dice Chen.
"Todo esto subraya la importancia de evitar situaciones estresantes lo más posible durante el embarazo. Todos sabemos esto, pero la gente lo ignora por varias razones sociales o económicas. El precio que pagamos más adelante en la vida, ya se trate de trastornos psiquiátricos, síndromes metabólicos o enfermedades relacionadas con el corazón, está fuertemente afectado por la forma en que el cerebro se programó temprano en la vida", concluye.