MADRID, 7 Mar. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio de la Universidad de Tulane (Estados Unidos), en el que se comparan las seis dietas más populares en cuanto a calidad nutricional e impacto medioambiental, ha revelado que las dietas ceto y paleo, tal y como las consumen los adultos estadounidenses, se encuentran entre las más bajas en cuanto a calidad nutricional global y entre las más altas en cuanto a emisiones de carbono.
Se calcula que la dieta ceto, que da prioridad a un alto contenido en grasas y un bajo contenido en carbohidratos, genera casi 3 kg de dióxido de carbono por cada 1.000 calorías consumidas. La dieta paleo, que evita los cereales y las legumbres en favor de las carnes, los frutos secos y las verduras, recibió la siguiente puntuación más baja en cuanto a calidad de la dieta y también tuvo una huella de carbono elevada, con 2,6 kg de dióxido de carbono por cada 1.000 calorías.
El estudio, publicado en 'The American Journal of Clinical Nutrition', recopiló puntuaciones de calidad de la dieta a partir de datos de más de 16.000 dietas de adultos recogidos por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). A las dietas individuales se les asignaron valores en puntos basados en el Índice Federal de Alimentación Saludable y se calcularon las puntuaciones medias de quienes seguían cada tipo de dieta.
El autor principal del estudio, Diego Rose, catedrático y director del programa de nutrición de la Facultad de Salud Pública y Medicina Tropical de la Universidad de Tulane, señala que, si bien los investigadores han examinado el impacto nutricional de las dietas keto y paleo, éste es el primer estudio que mide la huella de carbono de cada dieta, tal y como la consumen los adultos estadounidenses, y la compara con otras dietas comunes.
"Sospechábamos el impacto negativo sobre el clima porque se centran en la carne, pero nadie había comparado realmente todas estas dietas -ya que son elegidas por los individuos, en lugar de prescritas por expertos- entre sí utilizando un marco común", reconoce Rose.
En el otro extremo del espectro, la dieta vegana es la que menos afecta al clima: genera 0,7 kg de dióxido de carbono por cada 1.000 calorías consumidas, menos de la cuarta parte que la dieta ceto. A la dieta vegana le siguieron las vegetariana y la pescatariana en cuanto a impacto.
La dieta pescatariana obtuvo la puntuación más alta en calidad nutricional de las dietas analizadas, seguida de las dietas vegetariana y vegana.
La dieta omnívora --la más común, representada por el 86% de los participantes en la encuesta-- se situó en el medio del pelotón tanto en calidad como en sostenibilidad. Según los resultados, si un tercio de las personas que siguen una dieta omnívora empezaran a seguir una dieta vegetariana, de media un día cualquiera, equivaldría a eliminar 340 millones de kilómetros recorridos por vehículos de pasajeros.
Sin embargo, cuando los que seguían dietas omnívoras optaban por la dieta mediterránea, basada en plantas, o por la dieta DASH, que limitaba el consumo de carne grasa, mejoraban tanto la huella de carbono como la calidad nutricional.
"El cambio climático es sin duda uno de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo, y mucha gente está interesada en adoptar una dieta basada en plantas --afirma Rose--. Según nuestros resultados, eso reduciría su huella y sería saludable en general. Nuestra investigación también muestra que hay una forma de mejorar la salud y la huella sin renunciar por completo a la carne".
Según un estudio de 2021 respaldado por las Naciones Unidas, el 34% de las emisiones de gases de efecto invernadero proceden del sistema alimentario. La mayor parte de esas emisiones proceden de la producción de alimentos, siendo la carne de vacuno responsable de entre 8 y 10 veces más emisiones que la producción de pollo y de más de 20 veces más emisiones que la producción de frutos secos y legumbres.
Aunque se han estudiado ampliamente las repercusiones medioambientales de alimentos concretos, Rose afirma que este estudio era importante porque "tiene en cuenta cómo los individuos seleccionan dietas populares compuestas por una amplia variedad de alimentos".
De cara al futuro, Rose sigue planteándose cómo fomentar hábitos alimentarios mejores para las personas y el planeta. "Creo que la siguiente pregunta es cómo afectarían las distintas políticas a los resultados y cómo podrían hacernos avanzar hacia dietas más sanas y respetuosas con el medio ambiente", concluye.