MADRID, 22 Ago. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio dirigido por la Universidad de Glasgow (Reino Unido) y publicado en 'PLOS Biology' sugiere que pequeños cambios genéticos pueden hacer que las dietas malas sean buenas y las buenas, malas, lo que subraya la importancia de comprender cómo la genética humana puede moldear la respuesta a la comida.
La investigación se ha llevado a cabo a través del estudio de las moscas al descubrir que esas comparten características genéticas clave con los humanos que los científicos han podido aprovechar para comprender mejor cómo afecta la dieta a la salud.
En el estudio descubrieron que las diferencias genéticas en diminutos compartimentos del interior de las células de la mosca pueden influir en el modo en que los distintos alimentos afectan a la salud de los insectos. Las células humanas tienen los mismos compartimentos con una genética similar, por lo que los investigadores creen que los mismos mecanismos pueden determinar si una dieta es buena o mala para la salud humana.
La comida no solo alimenta al cuerpo, sino que afecta a todos los aspectos de la salud. Sin embargo, como cada persona puede responder de forma muy distinta a los mismos alimentos, una dieta buena para un individuo puede ser menos buena para otro. Para entender por qué, investigadores de la Universidad de Glasgow, la Universidad de Monash (Australia) y la Universidad Tecnológica de Dresde (Alemania) estudiaron el efecto de dos dietas distintas en la salud de la mosca de la fruta.
Los investigadores descubrieron que, en algunos aspectos de la salud, la genética influía tanto en la dieta que puede que no exista una dieta buena para todo el mundo. Por el contrario, los resultados sugieren que podría ser más beneficioso encontrar la dieta individual adecuada.
La variación entre individuos está codificada genéticamente, en el AND. Aunque la mayor parte del AND se encuentra en el núcleo de la célula, una pequeña cantidad también se encuentra en la "central energética de la célula", las mitocondrias, que desempeñan un papel clave en el procesamiento de nutrientes.
Tanto el ADN mitocondrial como el nuclear pueden variar de un individuo a otro y los investigadores se han dando cuenta de que no se puede entender el impacto de la variación de uno sin el otro. La interacción entre ambos crea un efecto llamado variación mitonuclear, que puede ser la clave de por qué los individuos responden de forma diferente a los mismos alimentos.
Aunque las moscas y los humanos son muy diferentes en apariencia, a nivel celular, genético y metabólico son muy similares, y los científicos pueden entender estos procesos más rápidamente en las moscas que en los humanos. En este caso, estudiar la variación mitonuclear y las respuestas a distintos alimentos en las moscas tiene importantes implicaciones para las repercusiones de la dieta humana en la salud.
El equipo generó una variación mitocondrial en las moscas y las alimentó con alimentos ricos en proteínas o en grasas, para modelar las opciones dietéticas habituales en las personas. A continuación midieron la reproducción -una de las mejores medidas de la salud general de las moscas- y descubrieron que las distintas combinaciones de AND mitocondrial y AND nuclear alteraban drásticamente los efectos sobre la salud de los distintos alimentos. En algunos casos, se trataba de una cuestión de vida o muerte: pequeños cambios genéticos mitocondriales significaban que un cambio en la dieta era beneficioso para algunos, pero letal para otros.
Así, el equipo descubrió incluso que la variación en las respuestas a los distintos alimentos podía transmitirse de padres a hijos, aunque éstos no comieran alimentos diferentes.
"Para saber cómo personalizar la nutrición, primero tenemos que entender la biología de por qué varían las respuestas individuales. En las moscas de la fruta descubrimos que una interacción a tres bandas entre la dieta, el AND mitocondrial y el AND nuclear tenía un gran efecto sobre la salud", afirma el doctor Adam Dobson, de la Universidad de Glasgow, que dirigió el estudio.
El doctor Dobson añade que "la mayor sorpresa fue lo drásticos que eran algunos de estos efectos". "Las diferencias genéticas en las moscas que estudiamos eran capaces de cambiar por completo el efecto de cambiar la dieta, de beneficioso a tóxico o incluso letal. Esto sugiere que, si queremos mejorar la salud humana mediante la personalización de la dieta, quizá tengamos que entender cómo funcionan conjuntamente las mitocondrias y otras partes de la célula", concluye.