MADRID 24 Abr. (EUROPA PRESS) -
Un reciente estudio realizado por investigadores de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) ha identificado las principales barreras a las que se enfrentan los estudiantes universitarios para cocinar en casa y mantener una dieta saludable en esta etapa vital, entre las que destacan: la falta de motivación intrínseca, la falta de conocimiento y habilidades culinarias, la presión social, la falta de cocinas equipadas y el acceso fácil a comida preparada.
"A pesar de ser una etapa crucial para la construcción de una identidad y la adopción de hábitos dietéticos saludables, los estudiantes universitarios muestran una baja adherencia a una dieta mediterránea", apunta la investigadora de FoodLab, autora principal de este trabajo, Patricia Jurado González.
Los expertos analizaron mediante diferentes métodos de investigación social participativa, como encuestas y técnicas de fotovoz, a 24 jóvenes de entre 18 y 22 años, tanto hombres como mujeres, para evaluar sus percepciones, comportamiento y adherencia a una alimentación saludable y a cocinar en casa. Así, además de la identificación de limitaciones, también se han "mapeado" las principales recetas a las que recurren los universitarios en su día a día y se han evaluado los prejuicios y conceptos que tienen los estudiantes acerca de lo que implica una dieta saludable desde el comienzo de esta etapa formativa.
Según los autores, la principal barrera para cocinar y comer de manera más saludable radica en la falta de motivación intrínseca. "A pesar de que la falta de tiempo se menciona con frecuencia, esta carencia está más vinculada con las prioridades personales", apunta la investigadora del grupo FoodLab de la UOC y directora del máster universitario de Alimentación Saludable y Sostenible, Anna Bach Faig.
Otras barreras son la falta de conocimiento y habilidades culinarias, así como la presión social, la falta de cocinas equipadas en los pisos de estudiantes, el acceso fácil a comida preparada y los precios elevados de la comida saludable. De hecho, la alimentación de los universitarios, uno de los grupos de edad con mayor vulnerabilidad nutricional, se caracteriza por un consumo excesivo de snacks, comida rápida y bebidas azucaradas y un consumo muy bajo de frutas y verduras.
Por otro lado, los estudiantes detallan que no encuentran la motivación necesaria para seguir una alimentación saludable, y, en consecuencia, dan prioridad a los compromisos sociales y académicos en lugar de dedicar tiempo a la preparación de alimentos saludables.
"Esta falta de motivación se ve exacerbada por una falta de autoeficacia culinaria, ya que carecen de los conocimientos y habilidades necesarios para preparar comidas rápidas, accesibles y nutritivas", incide el investigador principal de FoodLab y catedrático de los Estudios de Ciencias de la Salud, Francesc Xavier Medina.
Estas barreras pueden derivar en importantes problemas de salud a largo plazo, dado que el desarrollo de la propia identidad está directamente vinculado a los comportamientos, especialmente en los jóvenes. Es más, este periodo se convierte en un momento crítico para establecer comportamientos dietéticos saludables a largo plazo. "La evidencia científica demuestra que el primer año de universidad es particularmente susceptible al aumento de peso", destaca Medina.
Según los expertos, existe una multiplicidad de causas que explican la mala adherencia de los jóvenes universitarios a una dieta saludable. "Es un problema muy complejo y sistémico, por lo que no puede atribuirse solamente a un factor, aunque hemos constatado que la falta de educación culinaria debido a la pérdida de hábitos en la cocina doméstica es uno de los factores más relevantes", argumenta la investigadora Jurado González.
No obstante, hay que tener en cuenta que en la alimentación durante este periodo también influyen de manera directa el cambio de hábitos sociales en esta etapa, un estilo de vida acelerado, un entorno alimentario con una exposición constante a opciones poco saludables y una fuerte presión social que fomenta el consumo de comida rápida y preparada. "Hay una falta de conciencia y, especialmente, una falta de conciencia sobre qué es un plato equilibrado o cómo debería ser una alimentación saludable", apunta Bach Faig.
En este sentido, entre los prejuicios erróneos alimentarios más comunes percibidos por los jóvenes destacan ideas preconcebidas como "comer saludable es muy costoso", "cocinar un plato saludable requiere mucho tiempo", "cocinar legumbres es muy complicado" y "cocinar verduras que no estén previamente preelaboradas o congeladas, como una berenjena, requiere mucho conocimiento".
De hecho, todos los participantes en este estudio señalaron que su dieta ha empeorado mucho desde que empezaron la universidad, y ninguno incluye verduras en su alimentación de manera regular. Además, también explican que alimentos como el pescado, las legumbres o ciertas verduras son "difíciles de cocinar", por lo que no los incluyen en su dieta. "Todos los estudiantes reportaron que sus comidas diarias se basan en pasta o arroz acompañado de diferentes fuentes proteicas a la plancha como huevos, pollo o atún", explica Jurado González.
Todos estos malos hábitos alimentarios están estrechamente vinculados al estilo de vida, de forma que los resultados de este trabajo podrían aplicarse a otros contextos mediterráneos que compartan una cultura universitaria y un estilo de vida similar. "Es decir, los resultados no se limitarían exclusivamente a la población universitaria; también pueden ser extrapolados con confianza a jóvenes adultos", destacan los autores.
ESTRATEGIAS PARA MEJORAR LA ALIMENTACIÓN
En este contexto, y a partir de los datos obtenidos y los comportamientos constatados, los expertos plantean explorar estrategias específicas para contrarrestar estas malas tendencias con el objetivo de mejorar la salud nutricional de los estudiantes. "Toda esta información se quiere cristalizar en una intervención culinaria basada en la teoría social cognitiva, con el fin de mejorar su autoeficacia culinaria y calidad de la dieta", explica Medina.
De este modo, el impulso de programas educativos a través de redes sociales para fomentar el conocimiento y la autoeficacia culinaria con la participación de los propios estudiantes en su diseño se contempla como una de las estrategias más eficaces y como un elemento diferencial para mejorar esta parcela de la salud en los estudiantes universitarios.
"Además, hay que aprovechar la influencia del entorno social en esta etapa de la vida como un factor clave para la adopción de hábitos alimentarios saludables. Y para ello, capitalizar el rol de las nuevas tecnologías y los role models en este ámbito. Unas tácticas que deben motivar a participar voluntariamente en programas educativos culinarios con el objetivo de propiciar un cambio consciente en sus prácticas dietéticas", concluyen los expertos.