MADRID, 27 Nov. (EDIZIONES) -
Se cree que la intolerancia a la fructosa está presente en 4 de cada 10 españoles, aunque se desconoce la frecuencia exacta del problema. Pero no queda ahí la cosa porque, los expertos coinciden en que es, además, una patología que está infradiagnosticada e infratratada.
La doctora Laura Suárez López, del servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitario Severo Ochoa de Leganés (Madrid) explica en una entrevista con Infosalus que, concretamente, la fructosa es un azúcar simple que está presente de forma natural en nuestra dieta habitual, pero que también se puede producir a partir del maíz.
Se trata de un monosacárido que se absorbe a nivel intestinal a través de unos transportadores llamados GLUT, concretamente a través de GLUT-5 (específicos de la fructosa) y GLUT-2 (compartidos con la glucosa y galactosa), detalla.
CUANDO NO ES ABSORBIDA EN EL INTESTINO LLEGA LA INTOLERANCIA
Cuando la fructosa no es absorbida a nivel intestinal alcanza el colon, donde es fermentada por las bacterias anaeróbicas produciendo una serie de gases, detalla esta experta. Cuando existe la intolerancia se produce una liberación de gases como el hidrógeno, el dióxido de carbono, y el metano, así como de ácidos grasos de cadena corta, y de agua. Al mismo tiempo, se producen síntomas gastrointestinales como la distensión abdominal (hinchazón), el dolor, así como deposiciones líquidas, que es lo que denominamos intolerancia, aclara la doctora.
Así, entre los principales síntomas de la intolerancia a la fructosa se suelen describir diarrea, dolor abdominal cólico, hinchazón, distensión o abombamiento, así como gases, meteorismo, o bien borborigmos (ruido intestinal) y diarrea con abundante gas (diarrea explosiva), tal y como apunta la digestóloga.
Concretamente, esta especialista del Hospital Severo Ochoa de Madrid detalla que en nuestra dieta la fructosa se encuentra:
En forma de fructosa libre presente en las frutas (manzana, frutas pasas, pera, ciruela, cereza, melocotón, higos, dátiles y el albaricoque, por ejemplo); o en verduras como el brócoli, la calabaza, la cebolla, el repollo, la coliflor, la zanahoria, el tomate, los espárragos, o el puerro; así como en otras muchas hortalizas, y en la miel.
En forma de disacárido (sacarosa o azúcar).
En fructanos, un polímero de fructosa presente en algunos vegetales y trigo.
En forma de jarabe de maíz con alto contenido de fructosa (JMAF), propio de refrescos,
galletas, o bollería, entre otros productos.
POSIBLES CAUSAS DE LA INTOLERANCIA A LA FRUCTOSA
Partiendo de la idea de que la capacidad de absorción de la fructosa es limitada en individuos sanos, la doctora Suárez indica que se pueden manifestar síntomas de malabsorción cuando se supera el umbral de absorción de fructosa con la ingesta, sin tener ello un significado patológico.
El grado de malabsorción, como el grado de intolerancia es variable de unos individuos a otros. Por ejemplo, los pacientes con síndrome de intestino irritable, que tienen una sensibilidad intestinal aumentada, suelen tener síntomas de mayor intensidad, aunque su grado de malabsorción no sea muy alto, añade.
Además, esta experta del Hospital Universitario Severo Ochoa de Leganés distingue dos tipos de intolerancia a la fructosa: un tipo primario (genético) de intolerancia a la fructosa, secundario a una disminución de la enzima transportadora de la fructosa y que se desarrolla a lo largo de la vida; y otra intolerancia a la fructosa secundaria, que suele ser transitoria, y consecuencia del daño intestinal que se ha podido producir tras una gastroenteritis, la enfermedad inflamatoria intestinal, la enteritis por radiación, la enfermedad celíaca, o por ejemplo, por la toma de antibióticos.
EL TRATAMIENTO DE LA INTOLERANCIA A LA FRUCTOSA
En este contexto, la doctora Suárez mantiene que el método habitual para diagnosticar la intolerancia/malabsorción de la fructosa suele ser a través de un diálogo y encuesta nutricional con los pacientes; si bien remarca que la forma más objetiva y cada vez más empleada por los profesionales sanitarios de demostrar una malabsorción de la fructosa es a través del test de hidrógeno en el aire espirado, o prueba de aliento: Permite confirmar la sospecha clínica, es coste-efectivo, y generalmente accesible.
Esta experta del servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitario Severo Ochoa de Leganés apunta a su vez que el tratamiento consiste en realizar una dieta baja o libre en fructosa durante al menos 4-6 semanas (en una primera fase de eliminación).
Posteriormente, dice que se debe valorar la reintroducción progresiva de la fructosa (fase de reintroducción), donde los pacientes pueden incluso tolerar de 10 a 15 gramos de fructosa al día, y una vez completado el tratamiento.
Además, sabemos que lo que más intolerancia (síntomas) produce es el exceso de fructosa en un alimento determinado, y sobre todo la combinación de fructosa con sorbitol, ya que dificulta la absorción. La sacarosa y los alimentos que contienen además de fructosa otros azúcares suelen tolerarse mejor, aprecia.
CUIDADO CON MERMELADAS Y CON EL MEMBRILLO
Por tanto, defiende la doctora Suárez, si conocemos aquellos alimentos que más intolerancia producen (como son las frutas como la manzana, las frutas pasas, la pera, la ciruela, la cereza, el melocotón, los higos, los dátiles, y el albaricoque) se puede reducir su consumo y, en consecuencia, también se reducirá la sintomatología.
Aquí advierte esta digestóloga que el consumo de mermeladas, sobre todo las preparadas con fructosa, así como la carne de membrillo, tienen un alto contenido en fructosa, por lo que se desaconseja su toma en estos casos. También los refrescos, los chocolates, la bollería, los jarabes, los chicles, o las gominolas sin azúcar suelen también tener elevadas concentraciones de fructosa/sorbitol, concluye.