MADRID 7 Feb. (EUROPA PRESS) -
Una nueva investigación ha demostrado que las medidas para prevenir las pandemias cuestan el 5% de las vidas que se pierden cada año a causa de las enfermedades infecciosas emergentes. El estudio, publicado en la revista 'Science Advances', ofrece un plan para prevenir futuras pandemias en el segundo aniversario del COVID-19, que pasa por una mejor vigilancia, gestión de la fauna y la caza, y protección de los bosques.
Concretamente, los investigadores proporcionan tres medidas rentables para ayudar a los responsables de la toma de decisiones a prevenir futuras pandemias deteniendo el "contagio" de enfermedades de los animales a los seres humanos: una mejor vigilancia de los patógenos, una mejor gestión del comercio de la fauna silvestre y la caza, y la reducción de la deforestación.
Los costes anuales de estas acciones de "prevención primaria de pandemias" (unos 17.800 millones de euros) representan menos del 5% del valor mínimo estimado de las vidas perdidas por las enfermedades infecciosas emergentes cada año, menos del 10% de los costes económicos, y proporcionan importantes beneficios colaterales.
La investigación, realizada por 20 expertos, ha sido dirigida por el doctor Aaron Bernstein, director del Centro de Clima, Salud y Medio Ambiente Global de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, que apunta que, "si COVID-19 nos ha enseñado algo, es que las pruebas, los tratamientos y las vacunas pueden evitar muertes, pero no detienen la propagación de los virus en todo el mundo y puede que nunca eviten la aparición de nuevos patógenos".
"De cara al futuro, no podemos confiar en absoluto en que las estrategias posteriores a la propagación nos protejan por sí solas --advierte--. Gastar sólo cinco centavos de dólar puede ayudar a prevenir el próximo tsunami de vidas perdidas por las pandemias, adoptando medidas rentables que impidan que la ola llegue a surgir, en lugar de pagar billones para recoger los pedazos".
En la actualidad, se espera que 3,3 millones de personas mueran cada año a causa de enfermedades virales zoonóticas. El valor estimado de estas vidas perdidas es, como mínimo, de 350.000 millones de dólares (unos 311.000 millones de dólares), con 212.000 millones (188.000 millones de euros) adicionales en pérdidas económicas directas. Esta cantidad se basa en las vidas perdidas por cada nueva zoonosis vírica -enfermedades que se "contagian" a los humanos- desde 1918 que han matado al menos a 10 personas.
Según los autores, cuando los responsables políticos y las organizaciones multilaterales debaten sobre los riesgos de pandemia, rara vez se aborda la prevención del contagio en su origen, a pesar del papel fundamental que desempeñan los contagios en la propagación de las infecciones emergentes.
Para ello, el documento recomienda revisar las "fases de aparición de enfermedades infecciosas" de la Organización Mundial de la Salud para incluir una fase específica de propagación. Además, acuñan un nuevo paradigma -la "prevención primaria de pandemias"- para definir las acciones que eliminan las nuevas enfermedades antes de que se propaguen, en lugar de las acciones que abordan los brotes de enfermedades después de que se produzcan.
"Los recursos destinados a reducir la deforestación son una inversión para prevenir futuras epidemias, pero también para mitigar las amenazas actuales, como el paludismo y las enfermedades respiratorias asociadas a la quema del bosque --afirma Marcia Castro, profesora Andelot de demografía y directora del Departamento de Salud Global y Población de la Escuela Chan de Harvard--. Realizar estas inversiones en prevención aporta beneficios a la salud humana, al medio ambiente y al desarrollo económico".
Además de prevenir las pandemias suprimiendo la aparición de patógenos nuevos y conocidos, las acciones incluidas en el documento ayudan a evitar las emisiones de dióxido de carbono, a conservar los suministros de agua, a proteger los derechos de los pueblos indígenas y a conservar la biodiversidad.
También evitan los daños indirectos no incluidos en las estimaciones de costes, como los daños psicológicos derivados de la pérdida de puestos de trabajo, la pérdida de familiares o el aislamiento social, el retraso de los tratamientos médicos y la pérdida o el retraso de la educación.
Las acciones y recomendaciones de prevención primaria incluyen una mejor vigilancia de los agentes patógenos que pueden pasar de los animales a las personas. En este sentido, apuntan que debería desarrollarse un proyecto global de descubrimiento de virus para determinar dónde deben centrarse geográficamente las actividades de prevención. Esta biblioteca puede ayudar a identificar rápidamente los patógenos cuando surgen y acelerar nuestra capacidad para desarrollar pruebas y vacunas rápidamente y desplegarlas ampliamente.
Asimismo, señalan que se necesitan más veterinarios bien formados, sobre todo en los focos de contagio, para vigilar las enfermedades emergentes y prevenir el contagio de la fauna salvaje o el ganado a las personas.
Las medidas se completan con una mejor gestión del comercio de la fauna salvaje y de la caza, ya que un control y una vigilancia inadecuados del comercio de animales salvajes permiten la aparición de enfermedades zoonóticas.
Señalan que para reducir el comercio de riesgo es necesario aumentar el presupuesto y el personal de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), la Organización Mundial de Sanidad Animal y los organismos nacionales encargados de vigilar la importación de animales para que lleven a cabo la investigación, la vigilancia y la aplicación de la ley.
Por otra parte, recuerdan que la deforestación, sobre todo en los trópicos, hace que las personas entren en contacto con los animales cuando se adentran en los bosques para dedicarlos a la agricultura o la madera, construir carreteras o trabajar en las minas. Crea bordes de bosque que facilitan el contacto entre las personas y los reservorios virales.
Añaden que mitigar la deforestación amazónica es una piedra angular de la prevención primaria de la pandemia. Los bosques más pequeños también son importantes fuentes de patógenos emergentes debido a su proximidad a los asentamientos densamente poblados. Vincular las medidas de conservación a las inversiones en el fortalecimiento del sistema sanitario puede servir de apoyo a las comunidades que viven en los bosques y sus alrededores.
Finalmente, la agricultura debe ser reformada para minimizar, o idealmente revertir, la conversión de tierras, y la demanda de alimentos menos sostenibles también debe ser reducida.
En 2021, un grupo de trabajo dirigido por el doctor Bernstein descubrió que la propagación de patógenos con el potencial de causar pandemias se produce a partir de las operaciones ganaderas; la caza y el comercio de animales salvajes; el cambio de uso del suelo y la destrucción de los bosques tropicales; la expansión de las tierras agrícolas, especialmente cerca de los asentamientos humanos; y la urbanización rápida y no planificada.
El cambio climático también está reduciendo los hábitats y empujando a los animales terrestres y marinos a desplazarse a nuevos lugares, creando oportunidades para que los patógenos entren en nuevos huéspedes.