MADRID 17 Ene. (EUROPA PRESS) -
Un estudio con la participación de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ha demostrado que el Homo erectus podía adaptarse hace ya un millón de años a diferentes nichos ecológicos, incluyendo ambientes desérticos extremadamente áridos, sin cobertura vegetal y con episodios recurrentes de incendios naturales. Hasta ahora, se habría atribuido esta capacidad exclusivamente a especies más recientes, como el Homo sapiens.
El estudio, publicado en la revista Communications Earth and Environment, se ha basado análisis de materiales y datos obtenidos de nuevas excavaciones en el yacimiento de Engaji Nanyori, anteriormente conocido como Juma's Korongo, situado en la garganta Oldupai de Tanzania.
Estas investigaciones, realizadas desde una perspectiva transdisciplinar, incluyeron dataciones, análisis tecnológicos, marcadores moleculares, análisis isotópicos, geoquímica, tafonomía, taxonomía y técnicas de reconstrucción paleoambiental, como el análisis de pólenes y fitolitos.
Los resultados han confirmado la existencia de un ambiente desértico e hiperárido, con episodios reiterados de sequía, un hábitat tradicionalmente considerado marginal para el ser humano.
Aún así, el Homo erectus logró sobrevivir utilizando los cursos fluviales, como ríos y meandros de baja energía, donde desarrollaba sus actividades cotidianas, tal como lo demuestran las herramientas líticas y los restos de fauna procesada y consumida por estos homínidos.
Según ha indicado la UAM en un comunicado, el estudio también ha evidenciado la clara asociación entre los restos de animales consumidos y las herramientas utilizadas, "en un excelente estado de conservación".
En esta secuencia se identificaron cuatro niveles arqueológicos, que revelan estrategias de continuidad tecnológica y un alto grado de procesamiento de la fauna por parte del Homo erectus, con poca intervención de los grandes carnívoros.
La investigación ha sido elaborada por un equipo internacional de investigadores, liderado por el doctor Julio Mercader de la Universidad de Calgary (Canadá), en el que colabora la investigadora María Soto, de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).