MADRID 18 Feb. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio de investigadores de la Escuela de Medicina Warren Alpert de la Universidad de Brown y del Hospital General Brigham de Massachusetts (Estados Unidos) revela una clara relación entre los ritmos circadianos, el peso y los hábitos alimentarios en los adolescentes; concretamente descubrió que los adolescentes cuyo peso se clasificaba como "con sobrepeso" u "obeso" consumían más calorías a última hora del día en comparación con los participantes con un peso saludable.
Los resultados se publican en las 'Actas de la Academia Nacional de Ciencias'. El estudio surge tras analizar la última evidencia que afirma que las causas de la obesidad son complejas y están influidas por muchos factores. Si bien las investigaciones han destacado las conexiones entre el sueño, los patrones de alimentación y el aumento de peso, los científicos siguen sin estar seguros del papel del sistema circadiano (el reloj biológico) en la configuración de los patrones de alimentación.
Los resultados de este nuevo trabajo demuestran que los ritmos circadianos juegan un papel importante a la hora de explicar la ingesta calórica posterior en individuos con riesgo de obesidad, comenta la investigadora principal Mary Carskadon, profesora de psiquiatría y comportamiento humano en la facultad de medicina de Brown.
"La importancia del desarrollo de los adolescentes para preparar el terreno para una vida saludable pone de relieve la necesidad de comprender el papel que desempeñan los procesos de sueño/vigilia y de sincronización circadiana en la conducta alimentaria", incide Carskadon, que también dirige el Laboratorio de Investigación del Sueño del Hospital Bradley. "El conocimiento adquirido aquí abre una puerta a posibles intervenciones que pueden mejorar la salud de los adolescentes en el futuro".
El sistema circadiano está compuesto por billones de "relojes" presentes en prácticamente todos los órganos, tejidos y células, que preparan la biología y el comportamiento para adaptarse a las demandas cambiantes a lo largo del ciclo día/noche. Se sabe que la influencia del sistema circadiano difiere entre las personas debido a una combinación de factores genéticos, conductuales y ambientales.
Estudios anteriores han analizado la conducta alimentaria y de sueño utilizando medidas del hambre declarada por los propios participantes y otras variables, relata el autor del estudio David Barker, profesor asociado de psiquiatría y comportamiento humano (investigación) en Brown.
Algunos factores que distinguen a este estudio fueron la medición meticulosa de los alimentos antes y después de las comidas y el hecho de que se controlaron las influencias ambientales y conductuales mientras los participantes permanecieron en el laboratorio.
En el estudio, que se llevó a cabo en el Laboratorio de Investigación del Sueño del Hospital Bradley, participaron cincuenta y un voluntarios de entre 12 y 18 años. Los participantes se dividieron en tres grupos según su índice de masa corporal. Se les asignó un ciclo de sueño y vigilia de 28 horas (un poco más largo que un día típico de 24 horas) y permanecieron en un entorno controlado de luz tenue mientras estaban despiertos y en completa oscuridad durante el sueño.
Los participantes permanecieron en el mismo espacio durante todo el estudio, que duró 11 días y 10 noches. Para controlar las influencias externas sobre el ritmo circadiano, los investigadores eliminaron todas las señales externas de tiempo del entorno del laboratorio, incluidos los relojes y el acceso a la luz natural.
Los participantes tuvieron seis oportunidades de comer en horarios fijos durante el episodio de vigilia, con un menú estandarizado y podían consumir tanta comida como quisieran durante la comida. Los investigadores hicieron un seguimiento de los alimentos consumidos, así como de la ingesta calórica. Durante el día, fueron monitoreados por estudiantes en prácticas de investigación de la Universidad de Brown y otras instituciones, quienes les ofrecieron oportunidades de participar en una variedad de actividades, como hacer manualidades, mirar películas (con las luces de la pantalla atenuadas) y jugar juegos sociales.
Los resultados mostraron que los cambios en el sistema circadiano a lo largo del día y la noche influyeron significativamente en el consumo de alimentos. En los tres grupos, la ingesta de alimentos alcanzó su punto máximo a última hora de la tarde y a primera hora de la noche y fue menor por la mañana, incluso después de tener en cuenta factores ambientales y de comportamiento, lo que demuestra que el reloj biológico del cuerpo afecta directamente la cantidad de alimentos que comen las personas en diferentes momentos del día.
Los adolescentes de los grupos de obesidad y sobrepeso consumieron significativamente más calorías en el horario circadiano vespertino en comparación con los del grupo de peso saludable. Los investigadores no encontraron diferencias significativas en el tiempo total de sueño entre los grupos o dentro de ellos en todos los ciclos de sueño.
Según el autor del estudio, Frank Scheer, director del Programa de Cronobiología Médica del Hospital Brigham and Women's, ya se sabía que el sistema circadiano afecta al hambre y al metabolismo. Lo que no estaba claro, era si el sistema circadiano, cuando se aísla de las influencias de los ciclos ambientales y de comportamiento, incluidos los ciclos de luz, sueño y actividad, influye directamente en el consumo de alimentos. "Este estudio es el primero en demostrar que la ingesta de alimentos en sí está regulada por nuestro reloj corporal interno", asegura Scheer.
No obstante, se necesitan estudios futuros para determinar si afectar el control circadiano de la ingesta de alimentos contribuye a los cambios de peso, si los cambios de peso impactan el control circadiano de la ingesta de alimentos o una combinación de ambos. Aún así, Carskadon insiste en que hallazgos como los del estudio podrían informar a los médicos que aconsejan a los adolescentes sobre formas de controlar su peso.
"Por ejemplo, la influencia del ritmo circadiano podría verse influenciada por la exclusión de la luz al final del día y el aumento de la luz brillante por la mañana, especialmente al hacer ejercicio", reflexiona Carskadon. "Eso podría ayudar a mejorar los ritmos y también a crear hábitos saludables".
Con futuras investigaciones, el equipo pretende obtener una comprensión más profunda de las interacciones entre el sistema circadiano, la dieta y el metabolismo, así como los mecanismos subyacentes a estas relaciones y las implicaciones para el desarrollo de intervenciones dietéticas cronometradas para mejorar la salud.