MADRID, 1 Jun. (EUROPA PRESS) -
Un estudio financiado por los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) ha descubierto que las personas con alergias alimentarias tienen menos probabilidades de infectarse con SARS-CoV-2, el virus que causa la COVID-19.
Además, mientras que investigaciones anteriores identificaban la obesidad como un factor de riesgo de COVID-19 grave, el nuevo estudio ha identificado la obesidad y el alto índice de masa corporal (IMC) como asociados también a un mayor riesgo de infección. En cambio, el estudio determinó que el asma no aumenta el riesgo de infección por SARS-CoV-2.
El estudio, publicado en la revista científica 'Journal of Allergy and Clinical Immunology', también descubrió que los niños de 12 años o menos tienen la misma probabilidad de infectarse con el virus que los adolescentes y los adultos, pero el 75 por ciento de las infecciones en niños son asintomáticas. Además, el estudio confirmó que la transmisión del SARS-CoV-2 dentro de los hogares con niños es elevada.
"Los resultados subrayan la importancia de vacunar a los niños y de aplicar otras medidas de salud pública para evitar que se infecten con el SARS-CoV-2, protegiendo así del virus tanto a los niños como a los miembros vulnerables del hogar", ha comentado el doctor Anthony S. Fauci, asesor médico principal de la Casa Blanca y director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (NIAID, por sus siglas en inglés).
El equipo de investigadores realizó un seguimiento de la infección por SARS-CoV-2 en más de 4.000 personas de casi 1.400 hogares que incluían al menos una persona de 21 años o menos. Esta vigilancia se llevó a cabo en 12 ciudades de Estados Unidos entre mayo de 2020 y febrero de 2021, antes del despliegue generalizado de las vacunas contra la COVID-19 entre los trabajadores no sanitarios y antes de la aparición generalizada de variantes.
Aproximadamente la mitad de los niños, adolescentes y adultos participantes tenían alergia a los alimentos, asma, eczema o rinitis alérgica declarados por ellos mismos.
Un cuidador de cada hogar tomaba hisopos nasales de los participantes cada dos semanas para analizar el SARS-CoV-2 y rellenaba encuestas semanales. Si un miembro de la familia presentaba síntomas compatibles con la COVID-19, se tomaban más hisopos nasales. También se recogían muestras de sangre periódicamente y después de la primera enfermedad declarada por la familia, si la había.
Cuando se inició el estudio, las pruebas preliminares de otras investigaciones sugerían que tener una enfermedad alérgica podría reducir la susceptibilidad de una persona a la infección por el SARS-CoV-2.
Los investigadores descubrieron que tener una alergia alimentaria autodeclarada y diagnosticada por un médico reducía el riesgo de infección a la mitad, pero el asma y las otras enfermedades alérgicas controladas (eczema y rinitis alérgica) no se asociaban con un menor riesgo de infección. Sin embargo, los participantes que declararon tener alergia a los alimentos eran alérgicos a tres veces más alérgenos que los participantes que no declararon tener alergia a los alimentos.
Dado que todas estas afecciones eran autodeclaradas, el equipo del estudio analizó los niveles de anticuerpos específicos de la inmunoglobulina E (IgE), que desempeñan un papel clave en las enfermedades alérgicas, en la sangre recogida de un subconjunto de participantes.
Según los investigadores, la correspondencia entre la alergia alimentaria autodeclarada y las mediciones de IgE específicas de los alérgenos alimentarios apoya la exactitud de la alergia alimentaria autodeclarada entre los participantes.
Los investigadores especulan que la inflamación de tipo 2, característica de las afecciones alérgicas, puede reducir los niveles de una proteína denominada receptor ACE2 en la superficie de las células de las vías respiratorias.
El SARS-CoV-2 utiliza este receptor para entrar en las células, por lo que su escasez podría limitar la capacidad del virus para infectarlas. Las diferencias en los comportamientos de riesgo entre las personas con alergia a los alimentos, como comer en restaurantes con menos frecuencia, también podrían explicar el menor riesgo de infección de este grupo.
Sin embargo, mediante evaluaciones quincenales, el equipo del estudio descubrió que los hogares con participantes alérgicos a los alimentos tenían niveles de exposición comunitaria sólo ligeramente inferiores a los de otros hogares.
Estudios anteriores han demostrado que la obesidad es un factor de riesgo de COVID-19 grave. En el estudio, los investigadores encontraron una relación fuerte y lineal entre el IMC y el riesgo de infección por el SARS-CoV-2. Cada aumento de 10 puntos en el percentil del IMC aumentaba el riesgo de infección en un 9 por ciento.
Los participantes con sobrepeso u obesidad tenían un riesgo de infección un 41 por ciento mayor que los que no lo tenían. Se necesitan más investigaciones para explicar estos resultados. A este respecto, los análisis previstos de la expresión génica en las células recogidas de los hisopos nasales de los participantes antes y después de la infección por el SARS-CoV-2 pueden proporcionar pistas sobre el entorno inflamatorio asociado a la infección, que puede cambiar a medida que aumenta el IMC.
Los investigadores descubrieron que los niños, adolescentes y adultos del estudio tenían alrededor de un 14 por ciento de probabilidades de infectarse por el SARS-CoV-2 durante el periodo de vigilancia de seis meses. Las infecciones fueron asintomáticas en el 75 por ciento de los niños, el 59 por ciento de los adolescentes y el 38 por ciento de los adultos. En el 58 por ciento de los hogares participantes en los que una persona se infectó, el SARS-CoV-2 se transmitió a varios miembros del hogar.
La cantidad de SARS-CoV-2 encontrada en los hisopos nasales, es decir, la carga viral, varió ampliamente entre los participantes del estudio en todos los grupos de edad. El rango de carga viral entre los niños infectados era comparable al de los adolescentes y adultos.
Dada la tasa de infección asintomática en los niños, los investigadores apuntan que "es posible" que una mayor proporción de niños infectados con cargas virales elevadas sea asintomática en comparación con los adultos infectados con cargas virales elevadas.
Así, los investigadores llegaron a la conclusión de que los niños pequeños pueden ser transmisores muy eficientes del SARS-CoV-2 dentro del hogar debido a su elevada tasa de infección asintomática, su carga viral potencialmente alta y su estrecha interacción física con los miembros de la familia.