MADRID 13 Feb. (EUROPA PRESS) -
Investigadores del Instituto Francis Crick (Reino Unido) han descubierto que algunas células de cáncer de pulmón particularmente agresivas pueden desarrollar su propia red eléctrica, como la que se observa en el sistema nervioso del cuerpo.
En una investigación publicada en 'Nature', el equipo de Crick buscó actividad eléctrica en muestras de cáncer de pulmón de células pequeñas (CPCP) humanos y de ratones, con el objetivo de determinar si dicha actividad puede sustentar la agresividad de este tipo de cáncer.
Utilizando técnicas de neurociencia, descubrieron que las células de CPCP se habían "desconectado de la red". Eran capaces de generar su propia actividad eléctrica, construyendo su propia red eléctrica dentro del tumor y volviéndose independientes del suministro eléctrico principal del cuerpo, incluidos los nervios que rodean el tumor.
Dado que disparar señales eléctricas requiere mucha energía, los investigadores investigaron cómo se generaba dicha energía. Con el tiempo, el equipo observó cambios importantes en la expresión genética a medida que avanzaba el cáncer, lo que provocó que algunas células perdieran su identidad de células neuroendocrinas (NE) y se convirtieran en células cancerosas no neuroendocrinas (no NE).
También observaron que, en conjunto, estas células cancerosas colaboraban para promover el desarrollo del tumor. Los genes que permiten la comunicación eléctrica se activaron en las células NE y los genes relacionados con la producción de un entorno propicio se activaron en las células no NE.
Los investigadores observaron que las células NE y no NE mostraban una relación similar a la de las neuronas y la astroglia (las células eléctricas del cerebro y las células vecinas que las sustentan). Al igual que los procesos observados en el cerebro, las células no NE transportaban lactato, una fuente de energía alternativa y eficiente para las células NE, para ayudar a impulsar su actividad eléctrica. El bloqueo de la bomba de lactato disminuyó la actividad eléctrica de las células NE, lo que demuestra que esta relación es importante para que el tumor se sustente a sí mismo.
A pesar de tener los mismos cambios cancerígenos en su ADN, los investigadores observaron en los ratones que las células no NE no se propagaban ni generaban tumores en otras partes del cuerpo. Por lo tanto, para determinar el impacto de la actividad eléctrica en las células NE, el equipo utilizó una toxina del pez globo llamada tetrodotoxina (TTX), que suprime la actividad eléctrica. Observaron que la TTX no mataba las células NE en una placa, pero reducía su potencial para formar tumores a largo plazo, sin efecto sobre las células no NE.
Por último, el equipo analizó los marcadores moleculares de aumento de la actividad eléctrica en una cohorte de personas con CPCP y descubrió que estos marcadores estaban elevados en las células cancerosas en comparación con las células sanas adyacentes. También observaron que a medida que el cáncer progresaba, las células no NE mostraban marcadores que sugerían que estaban bombeando cada vez más lactato. Estos cambios en el patrón de alimentación de las células NE son distintos de la mayoría de los otros tipos de cáncer que no pueden construir su propia red eléctrica.
En conjunto, estos resultados sugieren que la actividad eléctrica de las células NE impulsa la capacidad del tumor de crecer y propagarse, una de las principales causas de muerte por cáncer en los pacientes. Los próximos pasos del equipo de investigación son estudiar el impacto de la actividad eléctrica en otros tipos de cáncer e investigar si apuntar a esta propiedad en el cáncer de pulmón de células pequeñas podría revelar nuevas opciones de tratamiento.