Por qué algunos niños y adolescentes se portan tan mal y su relación (o no) con el TDAH

Archivo - Madre estresada sentada en el sofá mientras sus hijos corren por la sala de estar. Hijo e hija hiperactivos. Hermanos activos persiguiéndose unos a otros en la casa.  TDAH
Archivo - Madre estresada sentada en el sofá mientras sus hijos corren por la sala de estar. Hijo e hija hiperactivos. Hermanos activos persiguiéndose unos a otros en la casa. TDAH - PEOPLEIMAGES/ ISTOCK - Archivo
Publicado: viernes, 23 febrero 2024 8:38

   MADRID, 23 Feb. (EDIZIONES) -

   ¿A quién no le ha pasado alguna vez que un niño tras pasar al lado de una persona calva o con obesidad grite, 'mamá, ese señor está muy calvo o está muy gordo'? Son varias las situaciones en las que nuestros hijos nos llevarían a meter la cabeza bajo tierra y por ejemplo se portan fatal ante un encuentro importante o en un sitio muy concurrido. Básicamente la razón es porque son niños, y tiene su base científica.

   Al mismo tiempo, Saúl Martínez-Horta, doctor en Medicina y especialista en neuropsicología clínica del servicio de Neurología del Hospital Sant Pau de Barcelona, resalta en una entrevista con Infosalus situaciones tan frecuentes en los menores como las explosiones de ira transitorias, más frecuentes de lo que nos gustaría, y que están desencadenadas por hechos tan banales como el cambiar un canal de la televisión, por ejemplo, o tras no atender a algunas de sus peticiones.

   Dice que, desde pequeños, y durante su adolescencia, irán apareciendo una serie de conductas que se pueden ir haciendo más complejas con el tiempo y que básicamente comparten un nexo común: la temeridad o el riesgo, y que por ejemplo les llevan a esos saltos desde las alturas sin conocimiento, el lanzamiento de piedras, o al tocamiento de enchufes por decir sólo algunos.

   Sostiene que con la transición a la adolescencia no necesariamente se produce una mejoría en este sentido, sino que cambian los riesgos a asumir en algunas ocasiones, de modo que aparecerán las fracturas, los cortes, o los fuertes traumatismos por ir en bici o en moto de manera temeraria, o bien las mentiras para realizar lo prohibido, la ingesta de alcohol y de otras sustancias, así como la aparición de los amigos problemáticos, o el meterse en serios problemas, por ejemplo.

AÚN NO HA MADURADO SU CEREBRO

¿Cómo se explica esto? Señala Martínez-Horta que el cerebro humano, a diferencia de otros animales, ha desarrollado una serie de procesos que dependen del lóbulo frontal: "Las funciones que de él se desprenden nos permiten la capacidad de autorregularnos, por ejemplo. Un ser humano puede ajustar su conducta a las reglas o exigencias del entorno. Puedo tener mucha hambre, pero es la primera cena con la familia de mi novia y me comporto; o le soltaría un insulto a alguien que me ha hecho algo malo, pero no es el momento y me aguanto".

   Además, este experto mantiene que las funciones frontales no sólo definen los procesos neurocognitivos más complejos que conocemos, sino que además son las funciones que más tiempo tardan en desplegar con plena eficiencia a lo largo del neurodesarrollo.

   Subraya así que podemos ajustar nuestra conducta a unas reglas y lo hacemos gracias a que tenemos una función frontal desarrollada. Pero ésta, según afirma, no se desarrolla plenamente hasta aproximadamente los 25-30 años. "El lóbulo frontal y todas las conexiones que mantiene con distintas regiones cerebrales no alcanzan la plena madurez hasta la llegada de la edad adulta. Esto explica que los niños exhiban unas conductas en el marco de la normalidad que típicamente podemos considerar conductas propias de un síndrome hipofrontal; algo así como lo que vemos en pacientes con daño cerebral a nivel frontal, como consecuencia del daño, y lo vemos en niños también, y como consecuencia de que aún no han madurado estos procesos", comenta.

   No es una enfermedad, tal y como recalca, sino lo previsible a lo largo del desarrollo: "En esencia son conductas propias de cómo se está desarrollando de manera natural el cerebro humano, y de cuánto tiempo tardamos en llegar a desarrollar las estructuras y funciones que más tarde hemos desarrollado como especie humana".

   De este modo, indica por ejemplo que, como buen síndrome frontal que caracteriza a la infancia y a la adolescencia, los procesos dedicados a estimar riesgos, a mentalizarse acerca de lo que piensa o siente el otro, el controlar las emociones e inhibirse, o el tomar decisiones se encuentran profundamente infradesarrollados.

CUANDO APARECE EL TDAH

   Es verdad que el desarrollo puede seguir trayectorias variables, todo depende de cada niño, reconoce este experto del Hospital Sant Pau, al tiempo que manifiesta que también puede haber cuadros del neurodesarrollo frecuentes, como el TDAH, que se caracterizan por ese problema de autorregulación a nivel frontal, y aún se manifiestan muchas más esas conductas disruptivas en ellos.

   "De ahí que hay que matizar cuándo hablamos de problema o no. Es decir, hay una parte relativa de las conductas de los niños que forman parte de la normalidad en el neurodesarrollo de los menores, y una línea que cuando se cruza y cuando aparecen otros síntomas nos permite orientar que esto que sucede tiene una etiqueta, como el trastorno por déficit de atención o hiperactividad. Pero no siempre el que un niño exhiba este tipo de conductas significa que tiene un problema como el TDAH", destaca.

Insiste así este neuropsicólogo en que estas conductas disruptivas son normales muchas veces, son parte del neurodesarrollo del menor, y de los aprendizajes que experimentan y que, no tienen por qué reflejar una enfermedad o un trastorno.

EL TDAH NO ES UN INVENTO DE LAS FARMACÉUTICAS

   Aquí niega rotundamente la creencia tan extendida de que el TDAH lo han creado las farmacéuticas, cuando esto no es así: "El TDAH no es un invento de las farmacéuticas. Es un síndrome del neurodesarrollo que es cierto que por las características clínicas. Hay una clara tendencia al sobrediagnóstico, pero esto no es porque haya presión por las farmacéuticas, sino porque que hay profesionales que saben más o menos, y que se pueden equivocar".

   Pero el TDAH como realidad clínica en un espectro muy amplio de trastornos del neurodesarrollo claramente existe, según defiende, y precisamente la forma en cómo responden las personas con TDAH a determinados tratamientos farmacológicos, o a determinadas drogas cuando las usan de forma recreacional ejemplifican muy bien que existe una neurobiología de lo que es el trastorno, aclara. "Una de las peores cosas que se ha hecho en lo relativo al TDAH haya sido ponerle ese nombre", reconoce en '¿Dónde están las llaves. Neuropsicología de la vida cotidiana'? (Planeta), su último libro y por el que nos ha concedido esta entrevista.

   Sostiene que bajo esta denominación da la impresión de que los elementos centrales del TDAH son las dificultades atencionales y la hiperactividad motora cuando, en realidad, estas manifestaciones son secundarias a procesos más primarios que definen la esencia de este trastorno.

   "Forma parte de la más absoluta normalidad el que un niño pueda tener algunas dificultades en el ámbito académico, algunos malos comportamientos, que existan cosas que no le interesen lo más mínimo o que sea un 'culo inquieto'. Pero es que el TDAH no es esto", reitera el especialista.

   Hablamos de un conjunto de manifestaciones que comienzan en la infancia, tal y como apunta, y que en un 50% de los casos persisten en la edad adulta, se presentan de manera prolongada en el tiempo, y causan un impacto negativo en varias esferas de su vida personal. "En rasgos generales se acompañan de dificultades en el mantenimiento de la atención, mostrando una clara tendencia a la distracción, y a la hiperactividad motora", sentencia Martínez-Horta.