SEVILLA 9 Ago. (EUROPA PRESS) -
La Consejería de Salud y Consumo, a través de la Dirección General de Salud Pública y Ordenación Farmacéutica, confirma un caso de fiebre hemorrágica Crimea-Congo (FHCC) tras recibir los análisis del Centro Nacional de Microbiología. Se trata de un varón de 46 años vecino de Sevilla, que refiere síntomas desde el 31 de julio y que continúa clínicamente estable e ingresado en la Unidad de Aislamiento de Alto Nivel del Hospital Universitario Virgen del Rocío de la capital hispalense.
Desde este pasado jueves ya se iniciaron las actuaciones pertinentes para la identificación de posibles contactos y, en su caso, seguimiento si fuera necesario, así como las relacionadas con el vector transmisor de la enfermedad, según ha detallado la Junta en un comunicado.
La FHCC la produce un virus transmitido por la picadura de una garrapata infectada, las del género Hyalomma son las más eficientes, o por contacto con la sangre y los tejidos de ganado infectado. Por otra parte, la transmisión del virus de persona a persona no es frecuente, siendo necesario un contacto directo con fluidos o secreciones de pacientes sintomáticos.
Andalucía cuenta desde 2016 con un protocolo de vigilancia de esta enfermedad que establece las medidas de salud pública a llevar a cabo tanto de asistencia a pacientes positivos tanto como cuando son probables, estableciendo la fórmula para atenderlos dentro del sistema sanitario.
Asimismo en abril de este año, el Consejo de Gobierno andaluz aprobó el Plan Estratégico Andaluz para la Vigilancia y Control de Vectores Artrópodos con Incidencia en Salud (PEVA) cuyo objetivo es unificar e implementar en Andalucía medidas de carácter integral y horizontal para la vigilancia y prevención de las enfermedades trasmitidas por vectores, como las garrapatas, presentes o con potencial de estarlo en nuestro territorio.
Los síntomas habituales son fiebre de instauración brusca, dolor de cabeza, mialgias y mareos y la duración es de unos cuatro o cinco días. También pueden aparecer otros síntomas como diarrea, náuseas o vómitos, así como hiperemia (enrojecimiento) de cara, cuello o tórax, congestión ocular o conjuntivitis.
La duración del periodo de incubación depende del modo de contagio del virus y de la carga viral. Después de la picadura de la garrapata, la fase de incubación es generalmente de uno a tres días, con un máximo de nueve días. El periodo de incubación tras el contacto con sangre o tejidos infectados es normalmente de cinco o seis días, con un máximo documentado de 13 días.
Salud y Consumo ha hecho un llamamiento a la calma y ha recordado a la ciudadanía medidas de autoprotección respecto a la transmisión por medio de garrapatas y las formas de protección personal para evitar sus picaduras. Así, se recomienda vestir con camisas de manga larga y pantalones largos para minimizar las zonas del cuerpo expuestas, reducir el tiempo de permanencia en los espacios potencialmente infectados de garrapatas y caminar si es posible por la zona central de los caminos para evitar el contacto con la vegetación, donde pueden hospedarse las garrapatas. También se recomienda evitar sentarse directamente en el suelo en las zonas con vegetación.
Al finalizar la salida al campo, la Junta aconseja revisar bien todo el cuerpo para detectar la presencia de alguna garrapata. Es importante prestar atención a las axilas, ingles, cabello, ombligo, zona posterior de las orejas y alrededor de la cintura, donde suelen engancharse. Resulta muy útil que unas personas revisen a otras o utilizar un espejo para revisar zonas del cuerpo menos visibles.
Si pese a todas las medidas anteriores se produce la picadura de una garrapata, esta se deberá eliminar lo antes posible siguiendo las siguientes recomendaciones: se debe prestar atención o cubrirse las manos cuando se eliminen las garrapatas; no se deben usar aceites u otros líquidos sobre la garrapata, puede ser contraproducente al provocar descarga de fluidos por estrés; realizar una extracción adecuada de toda garrapata fijada, siempre mediante tracción con una pinza de borde romo.
Se debe sujetar con una pinza de boca estrecha a la garrapata, agarrándola por la cabeza, tan cerca de la parte bucal como sea posible, ya que si se fija y exprime el cuerpo puede inyectar sus fluidos en el interior de la herida. Se ejercerá una tracción, de forma progresiva y continua, nunca bruscamente, en la misma dirección de su implantación, hasta conseguir su extracción.
Si durante la extracción una parte de la garrapata no se desprende, se actuará como si de un cuerpo extraño se tratase con el resto que pudiera quedar, extirpándolo con un bisturí o la punta de una aguja. Después de retirarla, hay que lavarse las manos y la zona donde estaba prendida la garrapata.
Una vez extraída la garrapata, si sigue viva, debe garantizar su eliminación segura (sumergirla en alcohol, meterla en una bolsa/contenedor hermético que se desechará, eliminarla por el inodoro). Nunca se aplastará con los dedos, ya que puede ser fuente de contaminación (por los patógenos que pudiera albergar).