MADRID 29 Abr. (EUROPA PRESS) -
Un equipo dirigido por científicos de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign, en Estados Unidos, ha seguido el ascenso y descenso del SARS-CoV-2 en la saliva y las fosas nasales de personas recién infectadas por el virus. Se trata del primer estudio en seguir las infecciones agudas por COVID-19 a lo largo del tiempo mediante muestreos repetidos y en comparar los resultados de diferentes metodologías de análisis y sus resultados se publican en la revista 'Nature Microbiology'.
"Captamos la imagen más completa, de alta resolución y cuantitativa, de cómo el SARS-CoV-2 se replica y se disemina en las personas durante la infección natural. No hay otros datos como éste --asegura el profesor de microbiología de la U. de I. Christopher B. Brooke, que dirigió la investigación con la profesora de microbiología y estadística Pamela P. Martínez y la profesora de patobiología Rebecca L. Smith--. El estudio arroja luz sobre varios aspectos de la infección que no se conocían bien y que son importantes tanto para la salud pública como para la biología fundamental".
El estudio surgió de la iniciativa SHIELD: Target, Test, Tell, el programa de respuesta a COVID-19 de la Universidad de Illinois que comenzó a realizar pruebas al personal, los estudiantes y los miembros de la facultad dos veces por semana en otoño de 2020.
Los investigadores se dieron cuenta de que los datos de las pruebas podrían ser un tesoro de información sobre el curso de la infección: por ejemplo, la rapidez con la que se replican las diferentes variantes del SARS-CoV-2 y las diferencias entre los individuos en cuanto a su capacidad para eliminar la infección. El equipo recibió la aprobación de la Junta de Revisión Institucional para llevar a cabo dicho estudio.
Los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos intervinieron para financiar el esfuerzo de comparar las pruebas de PCR, que amplifican y detectan el ARN viral, con las pruebas rápidas de antígenos, que buscan las proteínas asociadas al virus. Esta financiación hizo posible otros aspectos del estudio.
A partir de las 24 horas siguientes a la prueba inicial positiva, el equipo tomó diariamente muestras nasales y de saliva de los adultos que dieron positivo en la prueba de infección por COVID-19. Los 60 participantes en el estudio tenían entre 19 y 73 años. El estudio siguió a cada persona hasta 14 días.
Determinar durante cuánto tiempo los individuos infectados pueden excretar el virus viable -en su saliva o en sus conductos nasales, por ejemplo- es clave para entender cómo se propaga y persiste el virus en una población, señala Brooke. Para ello, el equipo también utilizó ensayos de cultivo viral para medir la diseminación del virus infeccioso en sus muestras.
"El hecho de que se vea una señal de virus mediante la PCR o las pruebas de antígenos no significa que haya realmente un virus vivo que pueda replicarse, diseminarse y transmitirse a otra persona", explica Brooke.
Por su parte, Ruian Ke, colaborador del Laboratorio Nacional de Los Álamos y primer autor del artículo, utilizó una serie de modelos matemáticos para ayudar al equipo a entender cómo los datos pueden reflejar los procesos de infección subyacentes e identificar los factores que influyen en el curso de la infección.
El trabajo reveló que algunos individuos excretaban el virus vivo durante sólo uno o dos días, mientras que otros continuaban excretando el virus hasta nueve días.
"Basándonos en este hallazgo, predecimos que las personas que eliminan el virus durante más de una semana van a tener un riesgo de transmisión mucho mayor que alguien que sólo tiene el virus vivo detectable durante uno o dos días", razona Brooke.
"Este es un hallazgo muy importante --resalta Martínez--. La gente ha observado que la transmisión viral es heterogénea, pero la mayoría atribuye esas diferencias al comportamiento individual. Suponemos que los superdifusores son menos precavidos o están en contacto con más personas. Esto demuestra que la dinámica intrínseca de la infección también desempeña un papel importante".
Los investigadores también descubrieron que las cargas genómicas virales -detectables con la tecnología PCR- alcanzaban su punto máximo mucho antes en las muestras de saliva que en los hisopos nasales.
Esto sugiere "que la saliva puede ser un sitio de muestreo superior para la detección temprana de la infección", escriben los investigadores.
Los científicos no observaron diferencias significativas en la dinámica de infección de las primeras variantes circulantes del virus del SRAS-CoV-2 y la variante alfa. Esto indica que la mayor transmisibilidad de la variante alfa "no puede explicarse por una mayor carga viral o un retraso en la eliminación", escribieron los investigadores.
El equipo no observó ninguna correlación significativa entre los síntomas de las personas y el curso de la infección. Aunque se suele suponer que los que tienen más síntomas tienen más probabilidades de ser infecciosos, esto no siempre es cierto, dijo Brooke. Sin embargo, las implicaciones de esta parte de la investigación pueden verse limitadas por el hecho de que todos los participantes en el estudio eran asintomáticos o tenían síntomas leves y ninguno fue hospitalizado.
"En general, este estudio ayuda a explicar por qué algunas personas son más propensas a transmitir el SARS-CoV-2 que otras", concluye Brooke.