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MADRID, 31 Mar. (Infosalus/EP) -
Si desde la comunidad médica se vetan cada vez más los productos procesados por su aporte elevado de grasas saturadas, azúcares y sal, la industria alimentaria tiene otro frente abierto entre los científicos, que apuntan a un alto contenido en componentes químicos en la fabricación del envasado de estos productos. Sin embargo, el uso del plástico se extiende mucho más allá de los alimentos hasta el aseo personal o el material de oficina.
Este febrero, un artículo firmado por científicos medioambientales advertía en la revista 'Journal of Epidemiology and Community Health' que los productos químicos sintéticos utilizados en el embalaje, el almacenamiento y el procesamiento de los alimentos podrían ser perjudiciales para la salud humana a largo plazo.
Los especialistas señalaban que asciende hasta 4.000 el número total de sustancias químicas conocidas que se utilizan intencionadamente en los materiales que están en contacto con alimentos. Entre ellas, el formaldehido, un causante de cáncer pero que se utiliza legalmente a niveles muy bajos por ejemplo en botellas de plástico de bebidas gaseosas y en vajillas de melamina. Otros productos químicos que también están en estos materiales y que se sabe que interrumpen la producción de hormonas son bisfenol A, tributilestaño, triclosán y los ftalatos.
Según los autores de este artículo, los posibles cambios celulares causados por todos estos componentes y, en particular, los que tienen la capacidad de alterar las hormonas ni siquiera se están considerando en los análisis toxicológicos de rutina, lo que plantea "serias dudas sobre la adecuación de los procedimientos químicos".
No obstante, los firmantes admitían entonces que establecer una causa y efecto como resultado de la exposición permanente y, en gran medida, invisible a estos componentes no será tarea fácil dado que no hay poblaciones no expuestas con las que comparar y no es probable que haya grandes diferencias en los niveles de exposición entre los individuos y a través de ciertos grupos de población.
Ftalatos y fertilidad
A inicios de marzo los resultados de un estudio de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos apuntaban que las mujeres cuyos compañeros varones tienen altas concentraciones de tres formas comunes de ftalatos, componentes químicos que se encuentran en una gran variedad de productos de consumo, tardan más en quedarse embarazadas que aquellas mujeres cuyas parejas no presentan estos altos niveles de concentración de los químicos.
Los investigadores evaluaron las concentraciones de ftalatos y bisfenol A (BPA) en parejas que intentaban conseguir un embarazo. Los ftalatos, en ocasiones denominados 'plastificantes', se utilizan en la fabricación de plásticos para hacerlos más flexibles.
Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos señalan que los ftalatos se emplean en cientos de productos como fragancias, champús, lacas de uñas o láminas y hojas de plástico. En la mayoría de los casos, las personas se exponen a los ftalatos al comer y beber alimentos que han estado en contacto con envases y productos que contienen los componentes. El BPA se utiliza para realizar algunos tipos de envases de plástico, en el revestimiento protector de las latas de comida y en otros productos.
Los autores del estudio, publicado en la edición digital de la revista 'Fertility and Sterility', midieron las concentraciones en la orina de BPA y 14 componentes de ftalatos en parejas que intentaban concebir. El embarazo tardó más tiempo en conseguirse en las parejas en las que los varones tenían mayores concentraciones de ftalatos de monometilo, mono-butilo y monobenzilo. La exposición a BPA no se asoció ni en hombres ni mujeres con las tasas de embarazo.
Los autores señalan que estudios anteriores habían descubierto que los hombres con altas concentraciones de ftalato de monometilo tenían anomalías en su semen y que los varones con altas concentraciones de ftalato mono-n-butilo tenían menor motilidad espermática y una menor cantidad de esperma.
El ftalato dimetilo se utiliza en la fabricación de propulsores de cohetes y productos de consumo como repelentes de insectos y plásticos; el ftalato de mono-n-butilo se utiliza como aditivo en productos de cuidado personal como lacas de uñas y cosméticos, tintas de inyección, recubrimientos farmacéuticos e insecticidas; por su parte, el ftalato mono-n-benzilo se emplea en productos como adhesivos, azulejos de vinilo, impermeabilizantes, productos de cuidado de los coches y algunos productos de cuidado personal.
A los resultados de este trabajo, realizado en 501 parejas de Michigan y Texas entre 2005 y 2009 que intentaban concebir sin buscar tratamiento, se suman los de otros estudios citados por los autores que descubrieron altas concentraciones de BPA y otros ftalatos entre parejas que buscaron ayuda para tratar su infertilidad.
Uno de estos estudios descubrió que los hombres con altos niveles de BPA tenían menores niveles de testosterona y en otro trabajo estas altas concentraciones de BPA se asociaban con indicadores de la infertilidad como menor cantidad de óvulos, menores tasas de implantación de óvulos fertilizados y menores tasas de embarazo.
BPA y funcionamiento celular
La Unión Europea acordó en 2011 prohibir el uso de BPA en la fabricación de biberones por sus posibles efectos perjudiciales sobre la salud de los niños pero aún no existe normativa europea en lo que se refiere a su uso en otros productos de consumo.
La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, según sus siglas en inglés) rebajó en enero hasta en 10 veces la cantidad diaria de este componente que se considera tolerable para el ser humano tras realizar un exhaustivo análisis de la literatura científica existente. Con esta revisión se ha abierto además un periodo de consultas a lo largo de 2014 para llegar a una conclusión final sobre el bisfenol A.
La dosis tolerada según los expertos europeos pasa de 0,05 miligramos diarios por kilogramo de peso corporal a 0,005 mg aunque la EFSA señala que los riesgos para los consumidores son muy bajos. Según señalan, los estudios han demostrado que la exposición humana al bisfenol A en la actualidad está entre tres y cinco veces por debajo de este umbral.
Sin embargo, los científicos continúan añadiendo nuevos datos a este corpus revisado por los europeos y apuntan a los efectos del bisfenol A sobre el funcionamiento en las células humanas. Los resultados de un trabajo del Centro Oncológico de Cincinnati (Estados Unidos) muestran que la interrupción de un ciclo de duplicación celular a través de la exposición a dosis bajas de BPA puede causar el desarrollo de cáncer en la próstata.
El estudio, publicado a inicios de marzo en la revista 'Plos One', aporta la primera evidencia científica de que los niveles de BPA en la orina pueden ayudar a predecir el cáncer de próstata.
"Los estudios en humanos que vinculan la exposición al BPA al riesgo de cáncer son limitados. Nuestro estudio examinó la asociación entre los niveles de BPA en orina y el cáncer de próstata y evaluó los efectos del BPA en el inicio de anomalías en el centrosoma, como un mecanismo subyacente en la promoción de la formación del cáncer de próstata", explica la investigadora principal de este estudio, Shuk-mei Ho.
En enero ya se había publicado en la revista 'Journal of Medicinal Chemistry' que el bisfenol A deteriora la función de proteínas clave para los procesos de crecimiento en las células.
Hasta ahora se sabía que el bisfenol A produce un efecto perjudicial cuando se une a receptores de hormonas, pero la investigación del grupo de investigadores de las universidades alemanas de Bochum y Wuppertal demuestra que la sustancia afecta también a las llamadas pequeñas 'GTPasas', enzimas que se producen de forma activa e inactiva dentro de las células.