MADRID 13 Dic. (EUROPA PRESS) -
Atacar dos objetivos al mismo tiempo puede ser la clave para detener la propagación de los cánceres agresivos, según una nueva investigación de la Universidad de East Anglia y el Instituto Quadram, ambos en Reino Unido, según publican sus autores en la revista 'Cancer Research Communications'.
Los investigadores descubrieron que se podía detener el crecimiento de tumores en ratones actuando simultáneamente sobre dos interruptores de señalización que desencadenan el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos.
El estudio apunta a nuevos enfoques para el tratamiento del cáncer en humanos. Sin un suministro de sangre que les proporcione oxígeno y nutrientes, los tumores no consiguen crecer más de unos pocos milímetros. Para crecer, liberan proteínas de señalización que impulsan a las células a formar vasos sanguíneos, un proceso conocido como angiogénesis.
La alteración de estas proteínas de señalización y de los receptores de la superficie celular que las reconocen se ha identificado anteriormente como una estrategia potencial para frenar el crecimiento tumoral, pero actualmente los beneficios clínicos de tales intervenciones han mostrado un éxito limitado a menos que se complementen con quimioterapia.
En parte, esto se debe a que los investigadores aún desconocen los mecanismos exactos por los que se controla la angiogénesis, tanto en un estado sano como en el cáncer. En 1970 se descubrió el primero de un grupo de proteínas de señalización denominadas factores de crecimiento endotelial vascular (VEGF), pero no fue hasta finales de la década de 1990 cuando se identificó una familia de correceptores de VEGF: la neuropilina-1 y 2. La neuropilina-1 y la neuropilina-2 son las proteínas de señalización más importantes.
Los correceptores son proteínas que se sitúan en la superficie celular, donde reconocen y se unen a proteínas de señalización. La neuropilina-1 y 2 se unen a los VEGF, además de a una plétora de otras proteínas, desencadenando una cascada de señales dentro de la célula para activar la angiogénesis. Detener este proceso en el cáncer podría impedir que los tumores desarrollen la compleja organización de vasos sanguíneos que necesitan para crecer.
Los investigadores han tratado de conseguirlo utilizando modelos celulares y animales de cáncer para identificar compuestos que bloqueen las interacciones de la neuropilina con el VEGF. De hecho, ya se ha demostrado que algunos candidatos prometedores dirigidos contra la neuropilina-1 ralentizan la progresión del cáncer de mama en ratones.
Sin embargo, hasta la fecha los estudios dirigidos simultáneamente a la neuropilina 1 y 2 han sido limitados. El doctor Christopher Benwell, investigador postdoctoral que trabaja con el equipo del doctor Stephen Robinson en el Instituto Quadram, trató de completar esa falta de conocimiento estudiando ratones en los que se habían suprimido los genes de la neuropilina-1 y 2, o ambos combinados.
Los investigadores descubrieron que, en múltiples modelos de cáncer, la eliminación de las neuropilinas 1 y 2 inhibía gravemente la angiogénesis tumoral, el crecimiento del cáncer y la metástasis, es decir, su propagación a otras localizaciones secundarias. Y lo que es más importante, la magnitud del efecto era mucho mayor que cuando se actuaba sobre uno de los receptores por separado.
"Estamos entusiasmados con estos resultados y hemos empezado a profundizar en las formas en que pueden manipularse estos receptores para controlar la angiogénesis en distintos estados patológicos", afirma el doctor Christopher Benwell.
Otros estudios en células cultivadas sugirieron cómo funciona esta protección. Cuando se atacan ambos receptores de neuropilina, la célula destruye rápidamente el receptor de VEGF, lo que interrumpe la respuesta angiogénica en su origen.
"Esperamos que esta investigación sirva de inspiración para que otros se planteen la posibilidad de atacar varias proteínas para lograr una respuesta sinérgica contra el cáncer. De este modo, pretendemos limitar la capacidad del cáncer para escapar a la terapia", señala el doctor Stephen Robinson, de la Facultad de Ciencias Biológicas de la UEA.